Gehard Cartay Ramírez: La difícil lucha opositora

Gehard Cartay Ramírez: La difícil lucha opositora

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Dura y difícil ha sido la lucha opositora contra la dictadura chavomadurista.





No es fácil combatir por medios democráticos a quienes usan métodos antidemocráticos. No es fácil combatir contra quienes se han apropiado del Estado venezolano y utilizan inescrupulosamente todos sus recursos para consolidarse en el poder e implantar aquí una dictadura de factura castrocomunista.

No es fácil combatir a una cúpula podrida que, a fuerza de corromper, se ha asegurado el control de todas las instituciones públicas y las usa en función de perpetuarse en el poder. No es fácil combatir a una coyunda de corruptos e ineptos que han destruido al país, apoyados en la cúpula militar y en el malandraje de todo tipo, con el sólo propósito concupiscente de disfrutar el poder y enriquecerse groseramente, como lo han hecho desde 1999.

Dentro de este difícil cuadro ha actuado y le toca actuar a la oposición democrática venezolana, con sus aciertos –los menos– y sus errores –los más– y en contra de poderosas adversidades.

Ahora, en 2018, los desafíos que debe enfrentar son cruciales. Por una parte, la crítica desmesurada y muchas veces cómplice del régimen –sea o no intencional– por parte de ciertos opositores contra la dirigencia de la oposición y sus actuaciones, que conforma lo que Fernando Mires, politólogo chileno y amigo de Venezuela, denomina cretinismo político, por cuanto sólo critican a los adversarios del madurismo sin ofrecer alternativas realistas para salir de la pesadilla que sufrimos los venezolanos.

Por la otra, la presencia en la oposición –y particularmente dentro de la MUD– de intereses inmediatistas y subalternos, que se agotan en sus aspiraciones personales, legítimas o no, pero inviables ahora, por cuanto la transición que viene exigirá un liderazgo sólido, con experiencia, sapiencia y habilidad, con amplitud y sin sectarismo, aunque no figure hoy en las fulanas encuestas y los novatos lo puedan descalificar por “viejo” o “dinosáurico”. O la siempre presente aberración de la antipolítica (es decir, la reacción contra los políticos), que parió a Chávez y su desastre actual, y ahora pretende sacar de su sombrero mágico otra fórmula –con rostro, pero muda–, como si el país estuviera para pruebas de ensayo y error.

Por si fuera poco, la oposición democrática tiene otro reto fundamental: participar o no en unas probables elecciones presidenciales en marzo o abril próximos. El problema es que esos comicios han sido “convocados” por un órgano inconstitucional y fraudulento, como lo es la “constituyente” madurista. Y esto, para comenzar, no es algo que pueda obviarse. Tampoco puede obviarse una convocatoria nueve meses antes de la toma de posesión del próximo presidente, violando así expresas disposiciones constitucionales.

Y menos aún podría obviarse que con este CNE y sin garantías plenas de unas elecciones limpias y transparentes, a la oposición democrática le resultaría cuesta arriba participar. Por lo tanto, lo menos que puede hacer su dirigencia es exigir un cambio radical de las condiciones electorales para poder participar. Si el supuesto diálogo o negociación con el régimen va a continuar, esa debe ser una condición ineludible, entre otras más.

Por lo que a mí respecta, no me cansaré de repetir –en este espacio y en otros– que nuestra vía para el cambio del régimen es y debe seguir siendo electoral, acompañada, eso sí, de la protesta en las calles, de la denuncia frontal y del acompañamiento a los venezolanos en la tragedia humanitaria que hoy a todos, de una forma u otra, nos afecta, herencia del chavomadurismo.

Pero eso no significa renunciar a la exigencia de imparcialidad y pulcritud que debe caracterizar al CNE y las elecciones que convoque. Y este es un nudo gordiano que la dirigencia opositora democrática debe cortar antes de ir a otro proceso eleccionario.

No es fácil, como afirmé al comienzo de estas líneas, la lucha opositora en las actuales condiciones, sobre todo si lo que tenemos a mano es únicamente el arma del voto. Y si otros lo han logrado (Europa Oriental, algunos países africanos, Nicaragua, Chile, y antes Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay), nosotros también podríamos, pero se requiere inteligencia, experiencia y realismo, así como cero cretinismo político, sin dirigentes buchiplumas, mucho menos políticos pendejos (viejos o novatos) y mercachifles “opositores”.

¡Cuánta falta nos hace aquí un Patricio Aylwin para liderizar la derrota de la dictadura y encabezar una transición exitosa hacia la democracia!

 @gehardcartay