Orlando Viera-Blanco: Nos estamos jugando la vida…

Orlando Viera-Blanco  @ovierablanco
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“El dilema no es votar. L’état de la question es removilizarse organizada y militantemente por un desafío superior: el avalanchamiento ciudadano.”

A raíz del emplazamiento a elecciones presidenciales por la innegable ilegítima ANC, se ha levantado una tormenta de comentarios sobre votar o no votar. Hablo de comentarios porque con todo respeto, la mayoría de las opiniones no comportan análisis cientistas, objetivos y desprendidos de acritud y emocionalidad, amen de resultar inadecuadamente normativos.

Opinar sobre poder y política exige un mínimo de historia, cabeza fría y visión de poder. Hay afirmaciones que se lanzan a la opinión pública que lucen sensatas y asertivas. Pero no lo son. “No podemos votar con el mismo CNE”. “Si la Comunidad Internacional ha dicho que no reconoce esas elecciones, qué sentido tiene salir a votar”. “Para qué votar si está cantado que nos robarán las elecciones”. “Prefiero no votar que hacer el ridículo”. “Si sabemos que el árbitro es fraudulento, para qué prestarnos a su juego y darle pulmón”. “Votar es legitimar y lavarle la cara al régimen”. “Que no nos vengan con el cuento de ganar espacios porque ahí está lo ocurrido con la AN que teniendo los escaños, no sacó a Maduro…”Aseveraciones falaces que intentaré desmitificar comedidamente…





Lo primero es aclarar que el dilema no es votar. L’état de la question es removilizarse organizada y militantemente por un desafío superior: el avalanchamiento ciudadano. La política no es normativa ni positivista. El poder es elástico, indómito, aleatorio, mutante. El asunto de votar no se analiza desde un plano legalista, cartular, protocolar. Votar no sería más que un medio para lograr un fin: derrotar, desmoralizar y desbordar al gobierno, siendo que abstenerse a quien derrota prima facie, desmoraliza y desplaza es a la disidencia. Sabemos que no saldremos democráticamente del régimen con papeletas, urnas o actas, por lo que esfuerzo pasa por sumar núcleos de movilización, reclutamiento y remolque eficiente; masivos. Es reivindicar la voluntad popular, antes, durante y después del evento. Es remotivar a un pueblo hambriento de comida y libertad. Es no capitular antes de sorprender y desbordar. Es tomar por sorpresa al gobierno que espera lo contrario: abstención.

La Comunidad Internacional no-intervendrá si a lo interno no se reactiva una alianza de resistencia ciudadana. Las transiciones políticas de dictaduras a democracias han ocurrido precedidos de ansiedades electorales. Paraguay, fraude electoral y caída de Stroessner (1987); fin de los gobiernos militares en Brasil, elección Tancredo Neves (1984); Panamá, Noriega, elecciones fraudulentas e intervención “justa Causa/US (1989); Perú, elección Toledo 2001 (previo fraude electoral-2000); Chile, RR contra Pinochet (1989); Uruguay elección de JM Sanguinetti previo fraude de plebiscito (1982), Pacto del Club Naval y elecciones (1984); más múltiples arrebatos electorales, MENA (países Medio Oriente y Norafricanos) en Libia, Líbano, Argelia y Sudan o simulaciones electorales en Rumania o Ucrania. El fraude fue conductor de la conflictividad social y transiciones de poder, mientras que la división disidente y el caos fue conductor del genocidio de Ruanda, Yemen y los Balcanes o la eternización tirana de Zimbabue o Cuba.

No votar es lírico. Luce “lógico” en el papel. Pero es lapidario en la realidad. Es inmolador. Es un salto traumático al éxodo, a la pasividad, donde a la diplomacia no tendrá otra agenda que micrófonos. No-votar legitima más a Maduro que hacerlo. Lo que realmente deslegitima al régimen es el fraude masivo. Ello permitió a Toledo en Perú repetir elecciones o en Paraguay mantener viva la restauración civilista tras el golpe del Gral. Carlos Rodríguez, quien diluyó el congreso fraudulento del “tradicionalismo” deStroessner. Es la estructuración del movimiento de masas que da agenda a lo interno y a lo externo. Por el contrario, el análisis portátil o de maletín según el cual la solución no es jugar en su terreno [del gobierno], nos conduce a lo que el gobierno desea: la nada, la inmovilización.

No es verdad que se legitima al gobierno si votamos. Los actos de usurpación, trampa o ruptura del orden republicano, !NO los legitima el voto!. Votar no significa reconocer al árbitro, la ANC, ni los abusos de Maduro…Votar no es teñir el dedo meñique en tinta indeleble e ir a casa. Es dejar indeleble la tinta de la historia echando el resto para contener el despojo. Decir que no hay espacios que ganar porque la AN no hizo nada, es injusto. La AN ha hecho lo suficiente en lo legislativo y político, interna e internacionalmente. Legisló la amnistía, decretó votos de censura a ministros y militares, convino el abandono de cargo de Maduro. Declaró inválidos los actos espurios del TSJ, designó nuevos magistrados TSJ y logró que la comunidad internacional denunciara sin prurito, que “en Venezuela hay una dictadura”. A a quienes de manera encendida increpan que la AN debe decretar un gobierno provisional y sustituir autoridades del CNE les pregunto: ¿Con qué fusiles, batallones o autoridades del Estado se impondrán tales decisiones?

El Padre Ugalde lo sentenció tajantemente: “Es verdad, la ANC es ilegítima y el CNE es ilegal, pero hay que unirnos y votar. Nos estamos jugando la vida” El dilema no es votar sino cómo hacerlo. ¡Unidad! No queda más…

@ovierablanco