William Anseume: Maduro contendor de sí mismo

William Anseume: Maduro contendor de sí mismo

 

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Nicolás contendiéndose

No es sólo un drama existencial de Nicolás Maduro: algo así como me quedo o no me quedo, o: ¿cómo hago para quedarme sin que nadie lo perciba? Es el verdadero drama político en el que han encallejonado al país. La experticia externa se percibe acuciosa, metida aquí: un gobierno sin fortalezas y crecido, sin embargo. ¿Cómo es eso? Una nación sumida en caos extremo, sin alimentos, sin medicinas, en hiperinflación, con trabajadores menguados en sus posibilidades de vida, con ciudadanos dispersos por el mundo sin mucho querer, presos, perseguidos, exiliados, muertos como monte y él ahí, inmarcesible, hinchándose más, como el otro. En su esclerótico momento, encuentra el peor momento opositor. Llama a apresuradas elecciones: Cronos contra él, su Cronos. Cuando las piernas se le van, la oposición lo levanta, a pesar del peso inclemente. Aunque quiera desvanecerse le dan su corneciervo. Él contra sí mismo, torpe y desconcertado.

Unidad dispersa sin bitácora ni timón

No hay rumbo ni capitán o capitanes. Los partidos dicen y desdicen lo de ellos y lo de los demás, sin credibilidad. ¿Cómo (ob) tenerla así? Desconocen por un lado la Asamblea Nacional Constituyente (del mismo modo que lo hacen los países serios del mundo), pero aquí adentro a medias, como si en el diálogo aquél, dominicano, éste fuera un principio posiblemente sometido a cambio, la entrega: aceptar la inconstitucionalidad de este poder supraconstitucional. Llama el poder (espurio, ilegal, inconstitucional, aborrecible, inexistente, pero le doy un espacio en el hemiciclo) a elecciones y zas, vuelve a fragmentarse la débil unidad, unos van otros no vamos, unos van por los principios y otros por los finales. Al llamado de diálogo igual, ¿cómo no dialogar si somos todos demócratas menos ellos? Dicen unos. ¿Se dialoga con secuestradores, tiranos, matones? No, exclaman duro los otros. No vengan con que depende del resultado del diálogo la participación en las elecciones y que las validaciones de los dos partidos, casualmente segundones (AD y luego Capriles ante Chávez y PJ contra Maduro) es para probar. Cayeron solitos en la minimización de toda la oposición ante el gobierno, con el diálogo separador y las validaciones paupérrimas, y esa imagen a este último lo fortalece. ¿Cómo no fortalecerlo así?

Si AD valida de carambola y el otro de los segundones no lo hace en dos días, la muestra de debilidad opositora es extrema. ¿Cómo quedan los demás partidos? Como minucias con nombre, agigantando al PSUV. En verdad, les escuece la palabreja unitaria. Todos los partidos y partidarios desean, es lógico, sacar el mejor provecho de lo que se avecina, pero es que nunca se avanza hasta el final, por ello mismo; siempre sólo se avecina y ellos empujan, como carrito de helados, la vecindad del final más allá, siempre, con sus erráticas acciones. Pareciera no importarles salir de esto para conquistar el poder sino el regodeo de pensar en que el poder seré yo y mi partido, cerrando el paso a todo lo demás.

Claridad

El regaño eclesiástico, emitido por la Conferencia Episcopal es preciso tomarlo muy en serio. Coherencia y unificación de toda la sociedad: “La dirigencia de los partidos ha sido en muchas circunstancias deficiente e incoherente. Deben abrirse a buscar un consenso con los diferentes sectores de la sociedad”. Transición indispensable. Juntura de lo disperso sin apasionamientos ni miramientos, aunque duela. Asamblea Nacional Constituyente no. Constitución. ¿Elecciones? Así no. Justas, limpias, equilibradas, supervisadas desde afuera, sin ventajismo, ni carnets, ni bolsas de comida por voto, sin acoso a los trabajadores, sin cadenas, con igualdad divulgativa y no mañana sino cuando puedan organizarse bien. Unidos los disidentes es la manera. Aprovechemos que el mundo está con nosotros, como nunca antes. No dejemos que Nicolás Maduro con sus expertos políticos sea contendor de sí mismo, ayudémoslo a salir de su duda existencial cuanto antes. No ser no es un dilema. No sería justo que Maduro salga solo, ayudémoslo un poquito juntos.

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