Roberto Casanova: Un Presidente rebelde

Roberto Casanova: Un Presidente rebelde

 

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1- La dictadura va a elecciones





 

La dictadura, decidida a no entregar el poder, se organiza para realizar una elección presidencial. Hará todo lo necesario para que Maduro resulte victorioso. Todo lo necesario.

Algunos sectores opositores estiman, sin embargo, que los planes de la dictadura pueden ser frustrados y que un candidato unitario puede resultar ganador en esta elección. Las circunstancias actuales (la crisis humanitaria, la hiperinflación, las posibles fracturas del régimen, la creciente presión internacional) harían factible ese escenario. Se argumenta, adicionalmente, que si la dictadura decidiese cometer un gigantesco fraude para alterar la voluntad ciudadana o que, aceptándola, pretendiese que el Presidente electo se subordinase a la ANC, se desataría una crisis política que la llevaría a su fin.

El reto opositor consistiría entonces en contar con un candidato único y unificador, lograr una masiva participación ciudadana y prepararse, nacional e internacionalmente, para enfrentar eficazmente las reacciones postreras de la dictadura.

¿Es esto realista?

 

 

2- Un dictador reelecto pero no reconocido

 

El escenario más realista es, en este momento, que la mayoría de ciudadanos opositores se abstenga en la elección presidencial organizada por la dictadura, independientemente de que ella se realice durante este cuatrimestre o hacia fines de año. Las razones que justificarían tal comportamiento serían, fundamentalmente, dos: la ilegitimidad de la Asamblea Nacional Constituyente, convocante de la elección, y la abierta complicidad del Consejo Nacional Electoral con la dictadura.

Ir a esa elección en las condiciones presentes – sin garantías electorales, con líderes y partidos inhabilitados, sin la observación internacional, con el chantaje a la población y a funcionarios públicos, con el abuso gubernamental del poder mediático, con millones de venezolanos imposibilitados de votar en el exterior – sería no solo un acto inútil sino también potencialmente legitimador del régimen.

Esta posición a favor de la abstención ha sido reforzada por los pronunciamientos que varios gobiernos democráticos han hecho, anticipando que desconocerán la elección convocada, en las condiciones actuales, por la dictadura.

De cualquier modo, es probable que un sector de la oposición participe en dicha elección y acabe desempeñando un papel más bien pobre, dadas la estrategia gubernamental y la abstención opositora. El resultado será, en definitiva, que el dictador, más desprestigiado si cabe, continuará en el poder. Y la situación para los demócratas será desoladora.

¿Qué hacer entonces?

 

 

3- Una elección libre y justa es posible

 

Los demócratas no podemos renunciar al voto, a nuestro derecho a elegir.  Una elección presidencial, además, ha sido para nosotros, desde hace mucho tiempo, altamente movilizadora.

Pero en esta coyuntura de nuestra historia, si queremos una elección presidencial libre, justa y transparente, tendremos que hacerla nosotros mismos.

La formidable experiencia de la consulta ciudadana del 16 de julio del 2017 nos demostró que somos capaces de organizarnos masivamente, dentro y fuera del país, en poco tiempo, para decidir sobre asuntos colectivos. La democracia es, después de todo, un hábito social profundamente arraigado en nosotros. Esa jornada, perfectible como toda obra humana, constituyó un acto de rebeldía pacífica que no debemos olvidar y sobre el cual podemos construir nuevas iniciativas, tal como algunas organizaciones civiles ya vienen haciendo.

Realizar una elección rebelde tiene que ser nuestro plan primordial y poco debe importarnos el resultado esperable de la elección dictatorial. Solo si las condiciones de esta última cambiasen favorablemente, como consecuencia de procesos que no alcanzamos a prever en este momento, podría plantearse participar en un proceso coordinado por el CNE (no por el actual, se entiende). Más esto es poco probable y debemos dedicarnos, con rapidez y eficacia, a diseñar y ejecutar nuestro propio proceso electoral.

En ese proceso podría postularse como candidato cualquier ciudadano (con las debidas limitaciones prácticas: contar, por ejemplo, con un determinado número de firmas de apoyo). Militantes de partidos o independientes, inhabilitados políticamente o no, podrán aspirar a ser depositarios de la confianza de la mayoría ciudadana. Solo integrantes de la dictadura, por razones obvias, no deberían participar. El momento para realizar esta elección – antes, durante o después de la elección de la dictadura – será crítico y debe ser cuidadosamente evaluado. La opción de hacerla después tiene ciertas ventajas desde la perspectiva de la emocionalidad colectiva (dice un viejo refrán que el que ríe de último ríe mejor), pero no deben descuidarse otros factores sociales, políticos y organizativos.

Esta elección rebelde puede servirnos para avanzar hacia un sistema electoral de doble vuelta, tan necesario para nuestro proceso político. Al tratarse de un único evento, podría aplicarse un sistema de doble vuelta instantánea (en el cual el votante ordena a varios candidatos, dos o tres, de acuerdo con sus preferencias, de más preferido a menos preferido). Podemos organizar una elección modélica: con voto manual, con observación internacional, con auditorías transparentes. Ciudadanos inspirados y organizados, nacional e internacionalmente, podemos dar, de nuevo, una muestra memorable de vocación democrática.

¿Quién promovería una iniciativa como ésta? Pues todos los demócratas: organizaciones civiles, partidos, gremios, sindicatos. ¿Intentará sabotear la dictadura esta iniciativa? Desde luego. ¿Tendrá éxito en ese empeño? No, si actuamos masiva e inteligentemente.

Con esta jugada estratégica podemos, en síntesis, crear una nueva realidad política.

 

4- Un Presidente rebelde frente al dictador

 

Puede suceder pues que en los próximos meses haya dos elecciones presidenciales en nuestro país: una organizada por la dictadura y otra por los ciudadanos en rebeldía democrática. Existirán, en consecuencia, dos Presidentes: el dictador Maduro y un Presidente rebelde. No se trata, cabe advertir, en ningún caso, de promover la idea de un país que se divide, preparándose para un conflicto fratricida. Hace rato que la divisoria venezolana dejó de ser “chavismo vs oposición”: hoy se enfrenta la mayoría ciudadana, chavista y opositora, a una minoría dictatorial y corrupta.

La existencia de un Presidente rebelde conformará una nueva situación política cuyos avatares no pueden ser precisados a priori, por más que ella luzca similar a las experiencias vividas por otros países. ¿Serán perseguidos ese líder y su equipo? Seguramente. ¿Irán presos? Es posible. ¿Tendrán que exilarse? Tal vez. Pero quien asuma esa condición de Presidente rebelde será el principal portador de nuestro futuro y su imprescindible talante de héroe civil nos deberá fortalecer.

La oposición democrática tendrá pues unidad de propósito, contará con un liderazgo renovado, se organizará y estará, sobre todo, motivada. El juego, lejos de cerrarse con la reelección de Maduro, tal como la dictadura pretende, se abrirá a nuevas e insospechadas posibilidades.  

 

 

5- Elegir la esperanza

 

La gran arma de la dictadura es nuestra desesperanza. Al perder la confianza en nuestra capacidad para cambiar nuestro presente dejamos de invertir, dejamos de protestar, dejamos de votar. Nos resignamos a las colas, a la desinformación, a los controles, a la injusticia, a los apagones. Abandonamos nuestras calles, nuestras carreteras, nuestro país. Dejamos de ser ciudadanos para transformarnos progresivamente en súbditos de la dictadura socialista o en exilados voluntarios.

Pero el poder es siempre un juicio de valor y si creemos que la dictadura nos derrotó de manera definitiva pues ella nos habrá derrotado. No es un asunto de verdades sino de decisiones. Podemos elegir la esperanza. Podemos rebelarnos en contra de la desesperanza.

Y alrededor de un Presidente rebelde no solo continuaremos la lucha en contra de la dictadura sino comenzaremos también la tarea de la reconstrucción. Esta tarea, enorme, compleja y bella, exigirá nuestro mejor esfuerzo y no tenemos que esperar el día después de la dictadura para iniciarla.

Vale la pena intentarlo. Vamos a darnos otro chance.

Seamos, en palabras del poeta, como el árbol talado que retoña: aún tenemos la vida.

@roca023