La emboscada electoral, por Vladimiro Mujica

La emboscada electoral, por Vladimiro Mujica

Por esta vez, y dadas la complejidad del momento y de nuestras coincidencias, este artículo está escrito al alimón con mi querido amigo Horacio Medina.

Aclarados los términos de la celada electoral del régimen de Nicolás Maduro contra el pueblo venezolano, queda la pregunta fundamental en el aire acerca de como deben reaccionar las fuerzas de la resistencia democrática. Insistir en llamar traidores a quienes asistieron en representación de la MUD al así llamado diálogo de República Dominicana es, por decir lo menos, un grave despropósito. Continuar con el ataque indiscriminado contra quienes promueven asistir a la cita trucada de la elección presidencial, es simplemente suicida a pesar de lo discutible que sean las razones para tomar parte en la contienda, entre estas el peregrino argumento de que no se pueden perder espacios.

El régimen ha aprovechado de manera astuta y sibilina nuestras divisiones y nosotros insistimos en encontrar con mayor facilidad enemigos a nuestro lado que en frente nuestro. No se trata de llamar a una unidad bobalicona, sino de terminar de entender que el valor agregado de las fuerzas democráticas es la unidad y que ningún liderazgo separado, insider o outsider, tiene fuerzas por si solo para enfrentar al monstruo autoritario y violento en que se ha transformado el régimen venezolano. Ya sabemos los resultados penosos y lamentables de la participación opositora en las elecciones de gobernadores y alcaldes, llena de dislates y contradicciones, ni se logró demostrar el fraude electoral ni se consiguieron las anunciadas victorias electorales. Ambos objetivos dependían de la unidad y la participación masiva de los electores, y ninguno se alcanzó. De hecho, quedamos en el peor de ambos mundos, expuestos al ridículo internacional y al sarcasmo de nuestros verdugos internos.

Concluida La Ronda de República Dominicana sin ningún acuerdo vergonzoso que lamentar es indispensable reagrupar fuerzas y redefinir estrategias. Desmontar la oprobiosa hidra de mil cabezas en que se ha convertido la inconstitucional ANC requiere de mucho más que acuerdos del TSJ en el exilio. Ninguna acción jurisdiccional tendrá éxito si no se resuelve la ecuación de la oposición venezolana y no se articulan los esfuerzos combinados de tres fuerzas: el liderazgo opositor; la comunidad internacional que ha apoyado y sigue apoyando a Venezuela y el descontento interno del país azul y del país rojo, incluyendo una eventual fractura de la fuerza armada. El escenario asomado en un polémico artículo de Ricardo Haussmann sigue abierto, y cobra mayor fuerza pero ni los democrátas venezolanos, ni país alguno en Latinoamérica puede ni debe apoyar una intervención unilateral militar en Venezuela. Asunto completamente distinto es, como bien apunta Haussmann, que se produzca un llamado de asistencia internacional proveniente de la AN constitucional frente a los intentos del gobierno de Nicolás Maduro de terminar de desmantelar la democracia en Venezuela.

Un asunto crucial en todo este debate es la necesidad imperiosa de diseñar un esquema de presión firme y clara sobre la eventual participación de candidatos opositores en las fraudulentas elecciones convocadas para el mes de abril por el CNE. Sin invocar en modo alguno el destructivo argumento de que quienes decidan participar, sea Ramos Allup, Falcón o cualquier otro, sean traidores, es indispensable señalar que participar en las elecciones presidenciales en las condiciones que pretenden Maduro y el CNE es un error de dimensiones históricas, no solamente por lo inconstitucional e ilegal de esta convocatoria, sino porque asistiendo a la misma se divide a la oposición y que se valida una conducta que ha sido condenada sin medias tintas por la comunidad internacional.

La importancia del apoyo de la comunidad internacional no puede ser exagerada. Quizás convenga entender que la participación en el diálogo fallido de República Dominicana fue, en buena medida, una exigencia de nuestros aliados y que son precisamente ellos quienes se retiran denunciando el exhabrupto dictatorial del gobierno de Maduro. Lejos de ser una derrota para las fuerzas opositoras, el fracaso del díalogo tiene que ser percibido como una evidencia más para la comunidad internacional de las intenciones del régimen venezolano. A las sanciones de los Estados Unidos, se les ha unido con mucha fuerza las sanciones de la Unión Europea. Pocos gobiernos han recibido un rechazo tan contundente de la comunidad internacional como el gobierno venezolano.

La Conferencia Episcopal Venezolana es probablemente el faro de mayor claridad dentro del concierto de opiniones sobre la crisis de nuestro país. El liderazgo claro y profundo de los obispos debería ser ejemplo  para el liderazgo civil de nuestra nación. No solamente se reconoce la importancia de este liderazgo en las declaraciones de la CEV, sino que se les insta, en términos claros y precisos a cumplir con su deber con la sociedad venezolana.

Tiempos muy oscuros y de mucho riesgo para Venezuela. El gobierno está apuntando a consolidar un régimen dictatorial, de partido único y obediencia eterna a los mandatos de la revolución del hambre y la miseria que rige los destinos de la nación. No hay razón valedera para que la oposición no haga lo que tiene que hacer: diseñar y ejecutar una estrategia unificada contra el régimen. Pretender que el desencuentro interno se va a resolver con unas primarias para escoger un candidato presidencial a unas eventuales elecciones justas es una ficción. La oposición no tiene como organizar una consulta interna creíble, que además sería saboteada por el gobierno. Se requiere más que una fórmula práctica, es indispensable el compromiso ético y político de abandonar la creencia de que es posible dirimir el asunto del liderazgo de la oposición para el momento en que el gobierno madurista no esté sin resolver primero el dilema de como se sale de este gobierno oprobioso. Quizás convenga recordar, como nos lo hizo notar hace unos días Asdrúbal Aguiar, que el caso de la concertación chilena, que dió al traste con la dictadura de 17 años Pinochet, exigió un tipo de compromiso y de voluntad de corrección de sus acciones pasadas a los cuales estamos lejos de llegar en el caso venezolano.

Vladimiro Mujica                Horacio Medina

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