La recta final mexicana y las debilidades del consultor político, por Juan Claudio Lechin

Juan Claudio Lechín
Juan Claudio Lechín

Federico Jiménez Losanto en su magnífico reciente libro Memoria del comunismo —4 ediciones en una semana—, asegura que, en el camino al poder, los comunistas fingen ser demócratas, socialistas, bolivarianos o indigenistas. Esta identidad es normalmente banal porque la gente está preocupada de sus necesidades diarias: seguridad, trabajo, vivienda, etc. El consultor político detecta estas necesidades y diseña su campaña. Así funciona la política en una sociedad estable.

Pero cuando la colectividad se desilusiona del sistema político, el consultor clásico empieza a equivocarse. Los comunistas, en cambio, empiezan a acertar. Hurgan el desaliento social y hacen crecer el sentimiento de indignación. Muchos políticos no perciben este fundamental cambio en el ánimo colectivo que ha pasado de la micro-política a lo trascendental, a los himnos épicos, a los sentimientos y juicios ideológicos, al redentor que representa el bien y señala al gran enemigo: el mal.

Hoy México vive una profunda crisis institucional y de descreimiento. Andrés López Obrador (AMLO), el candidato comunista (enmascarado de viejito sensible,) lidera las encuestas con más del 30%. Como ha edificado un gran enemigo: el imperialismo yanqui, los ricos y los corruptos puede: a) Desempeñarse en todos los tipos de liderazgo: racional, paternal, carismático y tradicional y b) Unificar bandos diferentes que se cohesionan ante el mismo enemigo.





Si los consultores y los políticos no lo demuelen pronto es probable que crezca una estampida electoral a su favor, como sucedió en casos similares en otros países; y termine ganando con más del 50%. Pero claro, no es raro que México crea ser diferente. También Venezuela, Bolivia, Cuba y otros creyeron estar naturalmente vacunados. Es que cada país latinoamericano piensa que lo salvará su manera exclusiva de ser. Ojala.