Alaridos, por Orlando Viera Blanco

Orlando Viera-Blanco  @ovierablanco
Orlando Viera-Blanco @ovierablanco

Los venezolanos tenemos que calmarnos un poco. Lo primero es comprender que atravesamos un momento histórico muy complejo, por violento, criminal y sumamente volátil en lo transicional. La salida no es suma cero, ni las condiciones son estables. Y crearlas [condiciones] es la base de la política. Procurar las bases transicionales a la normalidad. Votar o no votar, debo subrayar una vez más, no es el fondo del dilema. Aburre hablar de eso bajo un esquema estrictamente normativo o procesal. Es reunificarnos y reemprender una dura y quizás última batalla por la libertad, batalla que si la enfrentamos diseminados, estamos perdidos.


LOS CLICHÉS NO AYUDAN

Los comparables tremendistas de la historia no son más que eso: gigantismos de vocación consoladora. Podemos decir que Bolívar emprendió una ruta épica desde Ocaña y Cúcuta a Caracas con su campaña admirable. Pero transmitir esa genealogía independentista en una suerte de máquina del tiempo generando metamorfosis o mutación de vanguardia libertaria, es inverosímil. Un atajo de la historia que podría respaldar el argumento belicista, que proyecta un gran movimiento de masas en Venezuela que desborde al contrario de punta a punta y relance la lucha de calle. Lamentablemente la historia de solidaridades diplomáticas (la colombiana o la americana por ejemplo), obedecen a circunstancias libertarias, ideológicas, territoriales, económicas o culturales, no trasladables en el tiempo. En Venezuela no están dadas las condiciones para armar un gran movimiento de resistencia popular, por lo que es imperativo organizar mejor la disidencia. No para un evento electoral, sino en aras de una profunda cruzada humanitaria de líderes con su pueblo. Venezuela trata de zafarse de un pranato institucional que nos ha llevado a una peligrosa miseria y cerco criminal, que requiere un esfuerzo muy diferente a orquestar una guerra civil o una campaña admirable. El planteamiento a lo interno es reconstruir un gran frente nacional patriótico y civilista, donde participen iglesia, sindicatos, gremios, partidos políticos, asociaciones de vecinos y ONG’s. Fueron los tipos de alianza que propiciaron las transiciones de dictadura a democracia, de Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile o Perú. Esa gran alianza debe organizarse con grupos de liderazgo en diferentes ámbitos. De ayuda humanitaria permeando comida, medicina, libros, indumentarias, enseres. De movilización y resistencia táctica no confrontacional. De coordinación de asuntos internacionales. De seguridad y gobernanza (autogestión ciudadana), entre otros. Y a partir de esta gran alianza, consolidar un gran Frente Unido por la Libertad (FUL), que hermane esfuerzos bien coordinados y creíbles con la comunidad internacional. Mi experiencia en el exterior frente a estos organismos ha sido reiterada: “Orlando el problema es que ustedes mismos no están unidos y son muy desordenados y contradictorios.” No queda más que recuperar esa coherencia, amalgamadamente.





Pero repetir una y mil veces, “este gobierno no sale con votos; no van entregar por las buenas; necesitamos una intervención internacional; la MUD no nos presenta; son unos colaboracionistas y traidores, no creo en diálogo en dictadura o con tiranos no se negocia”, es un ejercicio vicario de allanamiento y letargo, que nos divide, nos polariza e inmoviliza. Lo clave es iniciar un proceso de reintegración ciudadana real. Redimir diferencias y demostrar voluntad de participación y compromiso. Cuando Theodore Roosevelt le preguntaron por su futuro político, replicó: “Mi queridos conciudadanos, mi futuro está en mi pasado”. EL nuestro [Venezuela] también. Pero no sucede automáticamente ni calcando la historia. Sucede reeditando virtudes no hechos, quiero decir, valores de aquellos hombres a caballo, por su capacidad de sumar e integrar, y muy importante: de inspirar. El resto es adaptar circunstancias, revisar lo realmente posible, apartar el principismo normativo, deponer la calumnia y la inquina como accionar grupal, y construir consensos. Es lo que llama Dahl, en su obra Poliarquía, effective participation

QUIÉN NOS ROBÓ EL MES DE ABRIL…

Abril tanto ha sido un mes grandioso para la causa revolucionaria, independentista y civilista Venezolana. Eventos como la épica Batalla de Las queseras del medio (2A) o la proclamación de la independencia de Venezuela (19A), lo apuntalan. También [Abril] ha sido un mes de restitución ciudadana pero matizado de improntas de carencias grupales…El 11A/02 un movimiento de masas sin precedentes, sacó a Chávez de Miraflores. Y después de 48 horas de desagregación, disputas entre políticos, militares, periodistas, líderes empresariales, gremiales, sindicales, vecinales (donde TODOS se suponía pertenecían a una misma causa opositora), Chávez-en medio de alaridos-regresa al poder…Una antología de improvisación, quiebres de compromisos, abandonos y jaleo criollo, que hicieron imposible consensuar un apoyo entorno a Pedro Carmona, quien tampoco fue excepción en temas de prevención, consenso y manejo del poder…Abril nos condujo a un manifiesto y descarado despojo electoral a la zafra (2013), Capriles vs. Maduro, que “el flaco” no cobró, entre otras cosas, por no sentir como en efecto no lo tenía, que contaba con el avalanchamiento popular y militante, para llamar a la calle. Su temperamento es otra historia…Y en Abril comenzaron las protestas 2017 que terminaron en la más sensible visión opositora que hayamos vivido desde la llegada de Chávez al poder. Lapidario.

Una protesta (abril/2017), con una inmensa masa de venezolanos de todas las edades (que aún quedaban en el país), dispuestos a dar la vida por el rescate de la democracia, la república, la libertad. ¿Por qué nos robaron el mes de Abril? Por falta de unidad de propósitos, de unidad real, orgánica, sistémica, patriota; de criterios y muy importante, !de ruta! Cuando los hombres subordinan sus intereses individuales a la nobleza que exige el momento, la historia castiga la causa liberal. No hablo únicamente de liderazgos políticos…Aquí todos hemos exhibido egos incontenibles. Nuestra terrible ruptura identitaria e incapacidad de pactar un mínimo plan de acción política, diluyó un gran movimiento ciudadano que recién nacía, y comenzaba a conectar a las bases populares…Y llegó la anarquía, el joropo criollo, es desbordamiento de pasiones y de ansias de poder, donde el radicalismo jamás tuvo aquiescencia ni estructural, ni funcional ni organizacional ni comunicacional. Todos por libre a puño, patada, piedra y candela…Alaridos en redes sociales. Alaridos en la calle. Alaridos entre partidos y movimientos de la propia oposición. Alaridos mientras el pueblo muere de mengua y que no son ejemplos de nada…Así no son las vainas, chupando mandarinas ácidas…diría el finado Oscar Yánez.

Esta es la historia que no podemos repetir y que ha sido una constante en los últimos 18 años de una poliarquía opositora, sensiblemente frágil, fermentaría, irreconciliable y cupular. En ese terreno nos dice Gaetano Mosca y Robert Dahl, “los que están fuera del poder no podrán estar (…) y quienes busquen competir estando en desventaja frente al tirano, menos lo harán con un mínimo de eficacia, si no existe un amplio consenso previo”. Las personas deben tener la oportunidad de decidir qué asuntos políticos realmente son y qué debe plantearse para la deliberación (Robert Dahl/ Democracia y sus criticas). De lo que se trata es de tener la oportunidad de participar en “la mejor elección en la protección de mis intereses”, lo cual no es exclusividad del liderazgo político. Aquí yace la base de toda integración masiva y ciudadana, para alcanzar el poder.

UN FINAL FELIZ…SIN ALARIDOS

El 22 A, fecha que el gobierno ha llamado a presidenciales, no será una victoria para Maduro. Ese día habrá decretado su deslegitimación interna y externa…Pero no habrá transición de poder acuñando aisladamente el verbo “legitimar”.

El 22 A debe marcar el inicio de un nuevo pliegue estratégico, civilista y popular, que apalanque un frente de resistencia en términos poliárquicos (participación plural de la disidencia). Con alaridos y fracturas, no llegaremos a ningún lado. Es ladrar sin morder el poder…Organizados y unidos la historia será la que queremos que sea. No las que nos robó el mes de Abril, sino la de “vuelvan caras”, la de proclamación de nuestra independencia, nuestra libertad. Cuba (Raúl) está en búsqueda de Colombia y la misión de EEUU y Latam, es impedir que llegue Gustavo Petro o Sergio Fajardo al poder. Cuba lograría pulmón, Maduro podría respirarlo, y lo internacional se volverá a complicar, peor si sumamos una victoria de López Obrador en México, lo cual sería la guinda de la torta. Los tiempos corren y debemos apurar los consensos. Por su parte la comunidad internacional una vez complacida por los venezolanos no salir a votar, deben ofrecer y hacer más. Trump debe comprender que Venezuela es la puerta de entra de radicalismo islámico al continente americano. Y de historias malas repetidas tenemos suficiente con lo que significó Castro para los Americanos en términos de agitación regional, ideológica, armada y comunista. EL momento es ideal, pero en “minutos” podría revertirse. Unos esfuerzo. Alineamos voluntades y recuperemos credibilidad perdida de apoyos en el exterior. Así la pelota también estará del lado de su cancha, sin acritud y sin alaridos. Falta poco, si queremos que poco falte…