Juan Guerrero: Fin de la novela

 

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Por estos días conversaba con un amigo y le indicaba que cuando un régimen totalitario, una dictadura o gobierno autoritario están en sus días finales, arrecian la represión y sus canalladas contra la población civil.





Y creo que eso es lo que está ocurriendo por estos días en la Venezuela del socialismo del siglo XXI. La población civil está absolutamente dedicaba a solventar su principal obstáculo: defenderse sobreviviendo a las carencias impuestas de manera artificial por el régimen totalitario, socialista y fascista de Maduro y sus aliados (Cuba, Irán, Siria, Bolivia, Nicaragua, narcoguerrillas, colectivos y bandas criminales) que han invadido y tienen el control del país.

En la actualidad la jerarquía fascista revolucionaria chavomadurista está enfrascada en arrasar lo que queda del erario y bienes nacionales. Han sacado a sus familias y amigos cercanos fuera del país. Además, la base gerencial que venía funcionando para el desmantelamiento del Estado –los operadores reales del desastre- hace tiempo se encuentra fuera del país. Los de menor rango y jerarquía son quienes harán frente a la avalancha que hora a hora se está formando entre la hambrienta y desesperada población, que ha perdido todo temor y ya no razona. Es que el hambre y las emergencias médico-sanitarias han enloquecido a millones de venezolanos. Y será esa irracionalidad lo que llevará al enfrentamiento final mientras llegan las fuerzas de coalición internacionales, como emergencia humanitaria.

No creo que les quede mucho tiempo para la huida, ni a los jerarcas del régimen ni mucho menos a los intermediarios, llamados despectivamente, boliburgueses. En estos días finales, cualquier oficial militar que alce su voz y voltee sus armas para aliarse al pueblo, por muy desconocido y comprometido que esté, podrá salvar su pellejo. De ello no tengo la menor duda. Porque la desesperación es tan aguda y dramática, que la población necesita creer y seguir a quien o quienes le garanticen en la práctica, salir de este régimen que ha demostrado una y otra vez, su capacidad para detener arbitrariamente, torturar con saña, asesinar con alevosía y desaparecer ciudadanos impunemente. Además, las masacres cada vez son más comunes y aumentan en su número, tal como está ocurriendo en Guayana.

He leído por estos días que se hace necesario perdonar, condonar corrupciones, conciliar y hasta ser compasivos. No creo en ello. Lo digo de la manera más tajante. Quien quiera intervenir para apaciguar la arremetida de la irracionalidad convertida en turbas, tendrá que garantizar el establecimiento de tribunales que sentencien de manera rápida, eficiente y eficaz. Juicios con sentencias ejemplarizantes. Condenas donde los delincuentes de Estado sean procesados y cuyos actos sean mostrados a los ciudadanos. En esto hay que ser claros: los hay, tanto de la jerarquía chavomadurista como de ciertos jerarcas de la oposición. Y no solo porque se pudiera demostrar su responsabilidad en actos de corrupción de dinero y bienes. También hay otros delitos, como el tráfico de influencias, compadrazgos.

Si la justicia no se aplica de manera ajemplarizante, veremos en las próximas semanas como el pueblo en su desesperación, tomará la justicia por su propia mano y faltarán postes de alumbrado público y árboles, donde aparecerán colgados, desde responsables de delitos contra la humanidad hasta inocentes.

Dolorosamente en nuestra historia reciente lo que ha estado ocurriendo es una sed de justicia de los ciudadanos que nunca se ha sabido cumplir desde el Estado. Solo la venganza, como ajuste de cuentas, ha sido la norma que ha llevado a la desintegración del sistema judicial venezolano. A la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, la venganza fue el sello que quedó de todo ese torbellino. Los años posteriores se marcaron con una sesgada justicia, donde siempre quedó en duda la mayoría de sentencias por actos políticos.

Es tiempo de superar los odios, rencillas y venganzas con un sistema de justicia que sepa aplicar las leyes y donde los prisioneros, por más duros que sean los delitos cometidos, gocen de juicios transparentes y sentencias justas.

Es cierto que hay mucho dolor, rabia y sed de venganza en la indefensa población venezolana, que a lo largo de estos últimos 10-12 años, ha sido sometida a una violencia generalizada de Estado. Esa violencia artificialmente diseñada tiene sus responsables. Y los venezolanos no olvidamos ningún detalle: desde los alimentos y medicinas que el régimen prefirió que se dañaran en infinidad de veces, hasta las infrahumanas condiciones de los servicios públicos, y la agresión deliberada a los venezolanos más vulnerables: niños, ancianos y enfermos terminales.

Esa violencia diseñada y planificada para controlar socialmente a la población es delito de Lesa humanidad y debe ser denunciado una y otra vez. Sus responsables tienen rostro, nombre y cédula de identidad.

Mantenernos callados sabiendo de estas atrocidades es despreciar a nuestros hermanos venezolanos y ser colaboracionista y cómplice de un régimen totalitario, militarista, arbitrario, fascista y genocida.

(*)  [email protected]    TW @camilodeasis    IG @camilodeasis1