Ramón Peña: Apocalypse Now

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Un sentimiento que no experimentaban los venezolanos desde la Guerra Federal (1859-1863) y que hoy nos habita, es lo que podríamos denominar el dolor colectivo. Desde aquella cruenta y estéril degollina, arruinadora para casi todos, esta sociedad transitaba vías –aunque desiguales y entrecortadas- que alumbraban progresivamente su existencia; vías que se aceleran a partir de la irrupción del petróleo en la vida de todos. Con la expansión de la educación crecían también las oportunidades para los más humildes. Llegamos a ser la nación más próspera del continente, la envidiada. Pero hace veinte años emprendimos el retorno hacia aquella desgracia decimonónica.

La reversión se acelera. La más reciente Encuesta de Condiciones de Vida (UCAB-UCV-USB), revela una sociedad sumida en los predios del dolor colectivo. 87% de los venezolanos han descendido a la condición de pobreza; la inseguridad alimentaria se enseñorea en 90% de los hogares, seis de cada 10 personas se van a la cama con hambre. Las ponderadas misiones de la revolución se redujeron a una sola: bolsas inciertas y precarias de comida, mejores para extorsionar que para nutrir. La violencia reina en 90% del país. 26 mil fallecieron violentamente el último año. La mortalidad materna ya es la mayor en toda América Latina; 68% de la población sin seguro de atención médica. Treinta de cada cien niños no tienen acceso a la educación. Crece la inasistencia regular a las escuelas por falta de comida. En centenares de miles, los ciudadanos emigran, la mayoría sin destino cierto…





Solo las guerras pueden provocar desastre semejante en una sociedad. Nuestro símil de guerra ocurre mientras sus causantes alucinan jactanciosos de su poder. Un poder lúgubre, desquiciado como el de aquel coronel Kurtz del Apocalypse Now de Coppola. Ante el dolor colectivo se mofan con señas de sordomudos, también bailan mientras masacran a jóvenes en las calles. Si no los detenemos, marchamos hacia El corazón de las tinieblas…