Luis Alberto Buttó: Los factores de la amplitud

Luis Alberto Buttó @luisbutto3
Luis Alberto Buttó @luisbutto3

 

Debatir sin contextualizar es metodológicamente improcedente pues, con seguridad, el ejercicio degenera en falsario. Construir discurso, con base en frases que a las primeras de cambio convocan, sin discutir con sinceridad y profundidad la esencia y alcances del planteamiento puesto sobre la mesa, conduce a puerto inseguro la acción emprendida. Apalancarse en la conveniencia de reconciliación nacional sin preservar la memoria de lo sufrido por vastos sectores de la sociedad vistos cada uno en su particularidad, amén de despropósito, esparce dudas sobre la moralidad implícita en la estrategia desarrollada. En este punto, malinterpretando a Maquiavelo, que nunca se tomaron la molestia de leer por más que lo citen como muletilla de habla pretenciosa, algunos alegarán que la política y la moral son agua y aceite. De allí, a hacerse la vista gorda ante aberraciones como el latrocinio, el paso es desvergonzadamente corto. Mienten los pregoneros de la inmediatez cuando dicen que lo importante es mirar hacia delante.

Abrazar sin solución de continuidad la atrocidad de hechos como la tortura y la justificación de la tortura, trayendo a colación lo perentorio de sumar cuanto se pueda, en manida invocación del peso requerido para hundir al barco que hace aguas, produce aprensión, cuando menos. De cara a la defensa integral y valoración plena del individuo, razón de ser del Estado moderno, no hay argumento plausible para cerrar los ojos ante prácticas despreciables y sus más despreciables excusas. Nadie tiene porque compartir esta opinión, pero callarla no es opción, dado el caso que, en ciertas ocasiones, el silencio se emparenta, sino con la complicidad, sí con la anuencia. Imaginar el futuro a partir de la posibilidad de repetir conductas que en el pasado inmediato causaron heridas dolorosas, es negarle de antemano la merecida dignidad que se supone objetivo de los esfuerzos de reconstrucción. Todo ello sin olvidar lo poco práctico que resulta quebrar lanzas por aquél que es despreciado en una acera y nunca llegará a ser querido en la otra. Pragmatismo de por medio, el asunto se reduce a sacar las cuentas apropiadas. Determinados personajes, oscuros en sí mismos, son profundamente inútiles por la mácula que arrastran: no le restan números a un lado pero sí se los arrancan al otro cuando se repara en el peligro de soslayar los principios.





Por supuesto, sobran argumentos para hacerlo, pero, en realidad, nunca terminará por ser sano incluir lo inaceptable, a la par que se excluye lo recomendable. Obrar en esa dirección, teniendo en mente la posición a ocupar el día después, es olvidar con torpeza que las horas siguientes se construyen en la víspera; víspera en la cual debe trabajarse duro, dejando de lado mezquindades atesoradas. Sólo los miopes arriendan la ganancia todavía no conquistada, salvo que el estado ideal en el cual desenvolverse sea, precisamente, aquel en que dicha ganancia es incompatible con la supervivencia grupal y/o personal. Muchos intuyen imposible recuperar la credibilidad malgastada de manera inmisericorde y temen al momento de poda que se avecina. Mantener las cosas como están constituye su as bajo la manga. Por eso repiten propuestas otrora fracasadas, aunque tratan de mimetizarlas invocando narrativas de innovación. Otros cegatos arriendan también esa inexistente ganancia. Lo hacen al no poner empeño alguno por ser incluidos. Al contrario, alientan el discurso que los aleja. Rehenes del mal asesoramiento, o víctimas de la soberbia insuficientemente domeñada, salivan pensando que el desmarque les acarreará rédito. Frente a tanta incomprensión de la coyuntura, y aunque signifique clamar en el desierto, es menester honrar el compromiso de recalcar lo evidente: todos a una o no habrá final de la tragedia.   .

En ciertas operaciones, el orden y las características de los factores alteran el producto.

Historiador

Universidad Simón Bolívar

@luisbutto3