José Manuel Rodríguez: Remedo de sociedad

José Manuel Rodríguez: Remedo de sociedad

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“Los hombres son criaturas muy raras: la mitad censura lo que practica; la otra mitad practica lo que censura; el resto siempre dice y hace lo que debe”. Benjamín Franklin

Tengo la impresión que en 20 años, casi un cuarto de siglo, aún no ha sucediendo nada que remueva los cimientos de la sociedad en búsqueda de un verdadero avance en términos de progreso. Pareciera más bien que ya nos olvidamos cómo era nuestra forma de vida antes de estas últimas décadas marcadas por la continua desgracia nacional.





Somos víctimas de la inmediatez, todo lo queremos resuelto para ayer y con el mínimo esfuerzo posible. Perversamente fuimos arrastrados por el vórtice del personalismo y seguimos esperando que venga el gran salvador a librarnos de todos nuestros infortunios.

La gran mayoría de los venezolanos tenemos conciencia de la cotidianidad vivida en lo que ahora despectivamente hacen llamar “cuarta república”. Si bien es cierto que en estos últimos años han nacido muchísimos venezolanos a quienes no se les puede endilgar falta de memoria, debemos educarlos en el origen de la democracia venezolana.

Yo vengo de una familia humilde, crecí en la populosa parroquia de Caracas, cursé mis estudios en colegios públicos, mi grado universitario lo conseguí con sacrificio y esfuerzo personal, es decir no soy un burgués. Pero no me asaltan recuerdos de mis padres ni de ningún otro venezolano haciendo colas para comprar alimentos, ni practicado aquella trillada leyenda socialista de que los pobres comían perrarina porque no podían comprar carne.

Jamás escuche a ningún adulto lamentarse porque no conseguía un medicamento para su hijo enfermo, se iba a la farmacia de la esquina y punto. Las compras diarias se hacían en la bodega del barrio, la carne y el pollo se le compraban al carnicero español de la cuadra, el cual era objeto de airadas recriminaciones cuando se le ocurría aumentarle 0,25 bolívares de la época (un mediecito) al kilo de bistec.

Pero no vayamos tan lejos, hace ocho años atrás, cuando este padecer ya mostraba sus colmillos, mi sueldo como profesional ascendía a 6,5 salarios mínimos, hoy se reduce a uno, es decir, medio cartón de huevos.

Las culpas que le endosan a la “cuarta república” y las comparaciones tremendistas, que hacen quienes ejercen el poder para escurrir el bulto de sus responsabilidades, no son más que un telón rojo desplegado para esconder las tropelías y felonías que se han perpetrado en contra de una sociedad que poco a poco se ha vuelto genuflexa y conformista hasta el cansancio.

El tejido social venezolano se ha perdido, sencillamente no existe. De aquella Venezuela que yo conocí y en la que crecí, solo queda una mueca, un triste remedo. Se han invertido los valores fundamentales, se perdió el deseo de superación por propio esfuerzo y el “cuánto hay pa’ eso” y el “rebusque” se convirtieron en la forma de ganarse la vida.

Creo que en Venezuela, debemos revisarnos todos, porque si realmente queremos un cambio en nuestras condiciones de vida, debemos empezar por plantearnos el cambio desde nosotros mismos.

José Manuel Rodríguez
Analista / Consultor Político
@ingjosemanuel
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