Revolucionarios, socialistas sancionados y “encaletados”, por Gustavo Azócar Alcalá

Revolucionarios, socialistas sancionados y “encaletados”, por Gustavo Azócar Alcalá

Gustavo Azócar Alcalá @gustavoazocara
Gustavo Azócar Alcalá @gustavoazocara

Aunque el diccionario de la Real Academia Española la define como una ensenada pequeña, un barco que hace escala en los puertos pequeños o un gremio de porteadores de mercancías, en la mayoría de los países de América Latina, sobre todo en aquellos que se han visto salpicados por el escándalo de Odebrecht o por otros muy sonados casos de corrupción y crimen organizado, la mayoría de las personas sabemos muy bien lo que significa la palabra caleta.

En Venezuela, por ejemplo, es muy común escuchar a las personas hablando de una caleta. Hay quienes tienen dinero caleta en sus casas. Otros tienen una pequeña caleta en sus propias carteras. En Colombia, Brasil, Panamá, República Dominicana, Argentina y México, con toda seguridad ya se está usando el mismo sustantivo, para definir ese pequeño, mediano o gran espacio, oculto en algún lugar de las casas, apartamentos, oficinas, fincas, haciendas y establecimientos comerciales, donde los delincuentes de cuello blanco, organizaciones criminales y hasta las bandas de delincuentes están guardando el dinero producto del delito.

En Colombia, el Rey de las caletas era Pablo Emilio Escobar Gaviria, jefe del Cartel de Medellín. Las autoridades colombianas calcularon que Escobar llegó a tener más de 5 mil caletas repletas de dinero producto de la droga. En apenas una semana, ochenta caletas fueron halladas en la prisión de La Catedral, la cuales fueron usadas por Escobar para ocultar fusiles, granadas, radios de comunicación, uniformes del Ejército y la Policía, dinamita y cientos de miles de dólares.





Las caletas de Escobar eran muy sofisticadas: incluían puertas falsas; sistemas electrónicos, pasadizos de quince metros que conectaban baños y habitaciones, etc. Las caletas de Escobar eran construidas en muebles, chimeneas, piscinas, cielos rasos y el suelo de las edificaciones.

Escobar tenía tanto billete, que un buen día se quedó sin lugares para esconderlo y recurrió a garajes, establos y hasta fosas para enterrarlos en el campo. La humedad y las ratas se comieron hasta un 10% del dinero, pero a Pablo Escobar eso no le importaba.

En 1989 la revista Forbes estimó que Escobar era el séptimo hombre más rico del mundo. Cuenta la leyenda que una vez Pablo Emilio prendió fuego a 2 millones de dólares porque su hija tenía frío. El narcotraficante gastaba 1.000 dólares a la semana en cintas elásticas para mantener organizados los billetes en rollitos.

Escobar no sólo tenía caletas en Colombia. También tenía caletas en EEUU. Juan Pablo Escobar Henao, hijo del ex jefe del Cartel de Medellín, contó en uno de sus libros, que un estrecho colaborador apodado “Quijada” era quien recolectaba el dinero en Miami y lo enviaba al menos una vez por semana a Colombia. Juan Pablo recuerda haber viajado en el avión de su padre junto a un cargamento de cerca de 12 millones de dólares rumbo a Medellín.

Pero en Colombia, no sólo Pablo Escobar tenía caletas. La guerrilla de las Farc también tiene sus caletas. En el vecino país hay toda una polémica por los bienes que no habrían sido reportados por las Farc en su tránsito a la vida civil. La Fiscalía colombiana anunció que había realizado varias operaciones de extinción de dominio a los supermercados Supercundi, Merkandrea y Mercacentro, ubicados en Pereira, Armenia, Ibagué, Fusagasugá, Funza y Bogotá, porque comprobó que esos negocios eran de la guerrilla.

Hay versiones no confirmadas de que las Farc tienen caletas en varios municipios al sur del país repletas de dólares, pesos y armamento. Ningún colombiano con tres dedos de frente se cree el cuento de que la guerrilla liderada por Timochenko entregó todo su arsenal y mucho menos todo el dinero que acumuló durante tantos años producto del narcotráfico, el secuestro y la extorsión.

En Argentina también se habla de las caletas. Las autoridades de ese país tienen varios meses trazando lo que se ha conocido como la «ruta del dinero K», un camino para tratar de encontrar los miles de millones de dólares del Estado que se fueron por el desagüe de la corrupción del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

El fiscal, Guillermo Marijuan, se instaló en la provincia patagónica de Santa Cruz con brigada de perros, policías y excavadoras, con el objetivo de localizar y desenterrar el dinero oculto de Lázaro Báez, el empresario detenido e identificado por algunos sectores como el mayor testaferro del ex presidente Néstor Kirchner.

El diario Clarín publicó los planos de una de las fincas de Báez y el testimonio de un albañil donde se detallan pasadizos, dobles techos, paredes y una especie de cueva de 300 metros cuadrados que, presuntamente, podría haber servido de gigantesco almacén de dinero.

El fiscal Marijuan está buscando las caletas de los Kirchner, lugares secretos donde estaría escondida parte de «la plata», la cual se presume estaría enterrada en bidones herméticos.

A la hora de esconder la plata que se robaron, los kirchneristas hacen lo que sea. Incluso guardar el dinero en la casa de Dios. En junio de 2016, los argentinos se sorprendieron al ver las imágenes que mostraban a una monja ayudando al exsecretario de Obras Públicas de Argentina a introducir millones de dólares en un Convento.

Los hechos ocurrieron en el monasterio Nuestra Señora del Rosario de Fátima, de la localidad bonaerense de General Rodríguez, en la madrugada del 14 de junio de 2016. El video mostraba a José López, secretario de Obras Públicas durante los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), aproximarse a una de las puertas interiores del convento con un arma larga, calibre 22, y varios bolsos. Tras tocar el timbre, una de las religiosas, identificada como Celia Inés Aparicio, abrió la puerta de rejas y tomó los bolsos. La Policía allanó el Convento aquella misma noche, después de detener a López, y descubrió que en los bolsos que guardó la monja había 8,9 millones de dólares.

En Brasil, la operación Lava Jato también está buscando caletas. El Ministerio Público Federal de Brasil informó que desde marzo de 2014 ha abierto 1,765 procedimientos, ha girado 844 pedidos de captura, ha pedido prisión preventiva para 97 personas y busca repatriar a Brasil el equivalente a unos 12 mil millones de dólares, al tipo de cambio actual.

La operación Lava Jato ha determinado que el cártel de corrupción operó no solo en Brasil, sino también en el exterior. Solo Odebrecht incurrió en sobornos en una decena de países de Latinoamérica y en dos de África. Los sobornos en el exterior y también en Brasil, iban dirigidos a funcionarios o políticos de partidos ideológicamente afines al PT.

El capo mayor de la corrupción brasileña y latinoamericana, como ya se sabe, es el expresidente Luis Ignacio Lula Da Silva, quien personalmente movía todo ese esquema multimillonario de corrupción a nivel mundial. La fiscalía brasileña logró probar que Lula aceptó sobornos de la constructora OAS, una de las principales empresas vinculadas a este fenomenal escándalo de tráfico de influencias. Funcionarios cercanos a Lula y al PT tenían caletas en sus casas repletas de dinero, como lo evidencia la serie El Mecanismo, transmitida por Netflix, que por cierto no fue del agrado del expresidente de Brasil.

El 9 de septiembre de 2017, el exministro brasileño Geddel Vieira Lima, durante años asesor del presidente Michel Temer, fue enviado a prisión luego que la policía hallara más de 16 millones de dólares ocultos en maletas que tenían sus huellas dactilares. La policía encontró en un apartamento propiedad del ex ministro, una veintena de maletas y cajas desbordantes de reales y dólares. El cómputo del dinero con siete máquinas llevó 14 horas. Había más de 51 millones de reales (16 millones de dólares).

En Venezuela, tras las sanciones aplicadas por los gobiernos de EEUU, Canadá, Suiza, Unión Europea, y más recientemente Panamá, contra más de un centenar de funcionarios del gobierno socialista, revolucionario y anti imperialista que preside Nicolás Maduro Moros (quien también ha sido incluido en las listas), es muy probable que los ladrones y boliburgueses desistan de la idea de seguir depositando sus dineros mal habidos en bancos extranjeros.

Los bandidos que durante casi 20 años (desde 1999 hasta 2018) se robaron varios trillones de dólares del presupuesto nacional, aunado a las grandiosas ganancias obtenidas como consecuencia del narcotráfico y el crimen organizado deben estar desesperados por no saber dónde depositar esos reales.

Ello me lleva a la conclusión de que en los próximos meses, empezaremos a ver un aumento en la demanda de los servicios de arquitectos, albañiles, electricistas y plomeros, a quienes se contratará para empezar a construir (si es que ya no las construyeron) enormes caletas (mucho más grandes que las que utilizaba Pablo Escobar Gaviria) para empezar a esconder el dinero producto de la corrupción, el narcotráfico, las comisiones y el lavado de dinero.

Mientras los ladrones y boliburgueses venezolanos construyen sus caletas para esconder el dinero mal habido, imitando a los ladrones socialistas y revolucionarios de Brasil y Argentina, los ciudadanos de a pie debemos empezar a comprar y guardar en nuestras casas una buena mandarria o un buen martillo. Porque tan pronto se acabe esta dictadura (lo cual ocurrirá muy pronto), alguien tendrá que hacer el trabajo duro de ir casa por casa, derribando paredes y muros de concreto hasta dar con el paradero de los dineros que pertenecen a todos y cada uno de los venezolanos. Yo ya tengo mi mandarria lista. ¿Y tú?