José Manuel Rodríguez: Cuestión de costumbre

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“Las diminutas cadenas de los hábitos son generalmente demasiado delgadas para sentirlas, hasta que llegan a ser demasiado fuertes para romperlas.” Samuel Johnson

Es increíble que después de 20 años de un gobierno que no solo se ha dado a la tarea de desgobernar al país, sino que ha hecho sus mejores esfuerzos por destruirlo todo, la sociedad venezolana aun hoy se encuentre sumida en una especie de marasmo que la mantiene paralizada frente a una crisis inobjetable que no da el más mínimo indicio de remitir, más bien pareciera arreciar día con día.





Por donde quiera que uno va, conversa y escucha, la queja se hace generalizada. Todo el mundo despotrica de la situación, suelta improperios contra el gobierno actual, hace saber su descontento por la escasez, por el mísero sueldo que no alcanza y se llega casi al borde del llanto por esa medicina que no se consigue o si se consigue no se puede comprar por el altísimo costo que representa la salud en “un país en revolución”.

Pero al tiempo que se esgrime la queja plañidera, pareciera que el vivir mal, el haber perdido el poder adquisitivo, la imposibilidad de adquirir una vivienda propia o de comprar un carro, amén de que muchos hemos perdido kilos y sonrisa por esta tremenda situación, se ha hecho costumbre.

Las colas en los supermercados siguen siendo las mismas, las páginas de sucesos siguen reflejando día a día el horror de un hampa y una violencia social que no pudo o no quiso controlar nunca un gobierno al que todo se le ha quedado en planes.

Vivimos a expensas de que haya más oscuridad producto de los apagones, y además nos hemos acostumbrado a hacer chistes acerca de las inverosímiles explicaciones que dan los voceros del gobierno al respecto. Ya nos hemos hecho a la idea de que al abrir los grifos de nuestras casas saldrá solo aire o con mucha suerte una especie de barro mal oliente con el cual debemos lavar nuestra ropa, nuestros enseres y hasta bebérnoslo.

Soportamos con estoicismo toda clase de abusos por parte de transportistas, comerciantes y hasta de la nueva industria surgida en el país producto de los años de revolución, “los bachaqueros”, que fijan precios de todos los productos de acuerdo al ánimo del día o de la cotización de un dólar paralelo que es más bien perpendicular a nuestra salud mental.

¿Cuándo los venezolanos nos convertimos en seres resignados a vivir en una constante pesadilla y aun caos que pareciera no tener fin? No lo sé… pareciera que esto no tiene vuelta lógica y termina uno envuelto en esa especie de apatía donde arrastramos los pies hacia ese abismo desconocido que representa el fin de nuestra nación.

Es difícil dar un mensaje esperanzador cuando la gente pierde la confianza, se deja vencer por el desgano olvidando sus deberes morales y ciudadanos. Decide sentarse en las puertas de sus casas a ver como otros deciden por ellos. No hacer nada es verdaderamente convalidar lo que está pasando, y peor aún, permitir que continúe.

@joserodriguezasesor
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