¿Las Misiones, los CLAP y Carnet de la Patria son prácticas populistas que buscan el apoyo popular para potenciar al gobierno de Maduro?
Para muchos especialistas, el populismo podría resumirse en pocas palabras como: “decirle al pueblo lo que el pueblo quiere escuchar, independientemente de la realidad objetiva”. En este sentido, todo político es un populista. De lo contrario no tendría esperanza de ganar ninguna elección. Cualquier duda al respecto de esta última afirmación puede ser aclarada proyectándole un vistazo a las promesas que hacen los candidatos presidenciales, gobernadores, alcaldes, concejales y diputados a los venezolanos. Pero, no crea que el populismo sea una característica nueva en el sistema político venezolano, es en cambio una consecuencia inevitable de la democracia.
El populismo Bolivariano en su recorrido histórico ha transitado por varios niveles hasta llegar a un neopopulismo tan ineficiente como las practicas iniciales, por ejemplo hasta Maduro en sus narrativas privadas y públicas valora la práctica como negativa: “El asistencialismo es una concepción populista burguesa de la política (…) las misiones tiene que ir a liberar al ser humano, a través de la educación, cultura, el hábitat y las condiciones materiales de vida (…) empoderarlo, darle el poder social, económico, político”, reconoce el error que se ha cometido y que algunas Misiones cayeron en manos de la burocracia y la corrupción.
En este mismo orden de ideas, cuando los líderes les quitan autoridad a las instituciones para “devolverle el poder al pueblo”, como a menudo dicen, en la práctica están consolidando ese poder para ellos. Lo grave, el concepto de populismo es tan complejo, los especialistas del tema lo han visto como una especie de nacionalismo cuyo rasgo distintivo es la equiparación de la nación y el pueblo, pareciendo este ultimo al universo social integrado por la gente. El nacionalismo inducido por el gobierno agota sus esfuerzos en dar la sensación de unión nación con el pueblo, teniendo como los protagonistas a los excluidos, es decir en nombre de este colectivo es que el presidente Maduro se erige como el defensor de los intereses nacionales frente a la supuesta invasión del imperio. Cuando Hugo Chávez tomó el poder hace casi 20 años, promovió un populismo de izquierda que parecía estar concebido para salvar la democracia venezolana. Pero, por el contrario, provoco la implosión del modelo democrático desde el primer momento que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) se apropió de las funciones del parlamento nacional.
En Venezuela nos encontramos ante un sistema político dictatorial porque no hay equilibrio de poderes ni obstáculos a la voluntad del Madurismo, aceptaba elecciones con ciertas reglas democráticas mientras las ganaba, y “respeto “la existencia de una Asamblea nacional porque lo dominaba, la crisis económica está llevando a millones de venezolanos de menos recursos a darle la espalda al gobierno de Nicolás Maduro, esta realidad se convirtió en nudo crítico para la revolución.
El futuro de Venezuela es una advertencia: el populismo es un camino que, al principio se aceptaba atreves de sus misiones como acciones de buena voluntad hacia los desposeídos, de naturaleza redentora. Sin embargo, cuando se analiza y se hace la comprensión hasta su conclusión lógica, esta práctica provoco que la democracia se cuestionara o incluso se convirtió en autoritarismo. Venezuela es el peor ejemplo del resultado de un gobierno populista, en el que las instituciones se han debilitado tanto que el crimen está libertino, la corrupción es casi generalizada y la calidad de vida ha colapsado.
“La lógica del personalismo hace que los políticos populistas extiendan sus poderes y discrecionalidad”, escribió Weyland.
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