Perverso, por Dulce María Tosta

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Nuestra literatura política hace cada día un uso más profuso del eufemismo, de manera tal que la recta y franca expresión que exprese sin ambages la realidad que nos agobia, parece destinada a diluirse en los vapores del coqueteo entre la mentira y la simulación.

Meses antes del 6 de diciembre de 2015, fecha señalada por el C.N.E., para que se efectuaran las votaciones legislativas, publiqué un artículo de opinión denominado «Votantes o electores»1, para denunciar que «En medio de la controversia política y la polarización alimentada por régimen y opositores, nos alejamos cada vez más de los fundamentos teóricos y constitucionales que dan soporte a las votaciones, que desde hace tiempo perdieron su carácter electoral», señalando a continuación que «Es triste pero necesario afirmar que en Venezuela la soberanía reside en Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, por una parte y en Henry Ramos Allup y Julio Borges, por la otra, con asociados de menor cuantía congregados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD); los segundos eligieron el 76% de los candidatos no chavistas a la Asamblea Nacional, dejando apenas un 24% a la libre escogencia de la ciudadanía, apelando a la absurda conseja de que unas primarias universales podrían ser afectadas por manipulaciones del régimen».





Haber escrito esto cuando el País se encontraba sumido en una onda de esperanza, nos ponía en riesgo de ser considerada la aguafiestas, ese personaje que nunca falta convocado por alguna criatura del averno, para llenar de sal el pastel que se apresta a cortar el cumpleañero.

Lamentablemente, las sospechas y temores expresados en ese artículo del 14 de agosto de 2015, resultaron absolutamente fundados. La Asamblea Nacional, elegida en realidad por el omnipotente y omnímodo «dedo» y que los más ingenuos esperaban que fuera el ariete destructor de las murallas del chavismo, no pasó de ser una suerte de bolsa de valores donde se efectúan todo género de transacciones entre el régimen y los partidos de la MUD.

Lo que está sucediendo con la Asamblea Nacional y, en general, con la llamada oposición oficial, no es más que la directa consecuencia de un sistema electoral perverso donde el ciudadano vota, pero no elige;

donde la ciudadanía es la convidada de piedra a la hora de las decisiones y se le convoca a votar –a gusto y capricho de las organizaciones políticas– para convalidar decisiones previamente tomadas en tabernáculos partidistas, donde priva el interés grupal y el beneficio directo y personal de los jerarcas.

Queremos que esto cambie y en ese sentido trabajamos. Es menester hacer realidad el principio básico de la democracia: la soberanía popular, el derecho real y efectivo de la gente, de cada ciudadano, de definir su destino y de elegir nominalmente a sus autoridades, con la inclusión de cargos de extrema importancia como son la Presidencia del Banco Central, la Fiscalía General de la República, la Contraloría General, los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, el Defensor del Pueblo y otros de similar importancia, cada uno de los cuales debe estar sometido a estrictos requisitos, muy bien estudiados y constitucionalmente establecidos.

Es imprescindible, urgente e impostergable transferir la soberanía, hoy de hecho ejercida por los partidos políticos, a manos de la gente. Ello no será posible mientras seamos votantes, pero no electores. Mientras las más altas autoridades del Estado no sean escogidas mediante elecciones primarias, la democracia no pasará de ser imitación burlesca del sistema político inventado por los griegos.

Deseosos de que un sistema de gobierno verdaderamente democrático impere en Venezuela y persuadidos de que lograrlo es deber de todos, hemos lanzado el eslogan Votar para Elegir y le otorgamos sustento doctrinario en el sitio web www.eligetu.org2. Allí consignamos nuestro modesto aporte para la recuperación espiritual y material de nuestra maltrecha Patria, con la convicción de que el sistema electoral inaugurado en diciembre de 1958, transfirió a partidos y a políticos el poder que en justicia corresponde a la ciudadanía y que es, en buena parte, culpable de la tragedia que hoy vivimos.

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@DulceMTostaR

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