Luis Alberto Buttó: El arbolito ideológico

Luis Alberto Buttó: El arbolito ideológico

Luis Alberto Buttó @luisbutto3
Luis Alberto Buttó @luisbutto3

La metáfora del «arbolito de navidad», utilizada por cierto diputado de la oposición para responder acerca del qué y el cómo de la realización de la jornada de protesta convocada para el pasado 27 de abril por el llamado «Frente Amplio Venezuela Libre», más allá de representar otra de las tantas anécdotas vergonzosas que ilustran el bestiario político-partidista que campea en la sociedad venezolana por lo menos desde hace dos décadas, configura demostración palmaria de la escasa, por no decir inexistente, formación ideológica que caracteriza al liderazgo político nacional; es decir, la desoladora e inmensa orfandad teórico-conceptual en que éste se encuentra.

Sin dejar de reconocer las notables excepciones del caso, es dable puntualizar que, en proporción abrumadora, el liderazgo en cuestión es fundamentalmente ágrafo e iletrado. Lo primero, hace rato quedó en evidencia en tanto y cuanto jamás se atrevió a poner por escrito las ideas que supuestamente le nutren el pensamiento acerca del país, su presente y su destino. De hacerlo, no superaría el estéril e infantil ejercicio de borronear sobre papel. Lo segundo, porque sus manos desconocen el acto de sostener un libro para algo más que encontrarle el sitio adecuado en la pequeña biblioteca de la casa o el despacho. Esto último constituye la razón por la cual aún no descubre que la lectura destinada a facilitar la exacta comprensión de las complejidades sociales, es imposible realizarla en ciento cuarenta caracteres. Inmediatez y estulticia de por medio, jura que el concepto pretorianismo refiere a la guardia personal de los emperadores romanos y evoca algún plato de la gastronomía alemana cuando se tropieza con el vocablo grundrisse.

Para justificar tan desacertadas conductas, los integrantes de este liderazgo se atrincheran en excusas abiertamente lastimosas. Por un lado, suelen enrostrarle a quienes los critican que lo hacen anclados en la mera teoría y reivindican el hecho de que ellos no tienen tiempo para disquisiciones academicistas porque todos los días están «pateando» la calle. Al atrincherarse tras ese escudo, no perciben que poco provecho rinde andar a campo traviesa en una sociedad de la cual ignoran los móviles profundos de su desenvolvimiento. Desconocen con toda la intensidad del verbo que ningún conjunto social es lo que es sino lo que viene siendo y que descifrar ese lo que viene siendo sólo es producto del estudio sistemático, concienzudo y sereno de la realidad en sus dimensiones pasada y presente; la identificación de las constantes históricas, por ejemplo.





Por otro lado, justifican la simpleza y parquedad del vocabulario desplegado en cuanta oportunidad se les presenta, recalcando que el lenguaje utilizado es aquel que es entendible por el pueblo. Se ufanan de hablar de aquello que al pueblo le interesa, de aquello que el pueblo comprende. En primer lugar, al pronunciarse en tal sentido, demuestran que no tienen ni remota idea de lo que el constructo pueblo significa. En segunda instancia, a ese conglomerado que pregonan enaltecer, en realidad lo desprecian a rabiar al considerarlo corto de entendimiento. En resumidas cuentas, quien mal habla no lo hace porque provenga del pueblo o porque quiera darse a entender por el pueblo. Habla mal porque es ignorante y punto. Lo demás son puras zarandajas.
Es necesario recordar que las luces de un arbolito de navidad son festivas, no intelectuales. ¡Ay del país dirigido por quien no entienda la diferencia!

Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3