Ramón Peña: Ineptitud

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En este siglo XX!, cuando el conocimiento es la viga maestra del progreso, y la gerencia de las empresas –estatales o privadas- se orienta por principios que prescriben un liderazgo respetable y respetuoso que estimule el compromiso y la superación de los trabajadores, es grotesco el contraste que ofrecen hoy nuestras corporaciones estatales. Es sabido que bajo regímenes comunistas la ineficiencia de las empresas es proverbial. Por Mijail Gorbachov conocimos que en la URSS las industrias, regentadas por comisarios políticos, no tenían idea de la contabilidad de costos. Ideológicamente asociaban la productividad a la competencia y -como repetía nuestro lenguaraz eterno- la competencia era un engendro del capitalismo. Pero hoy, esa tara ideológica se ha quedado corta ante los criterios gerenciales del sucesor del caudillo.

El desastre lo ilustra Petróleos de Venezuela. Luego de la etapa chavista de la diversificación populista y dispendiosa de la que fuese la segunda petrolera más importante del planeta, de su saqueo millardario y de la quiebra resultante, el Golem gobernante ha ideado una brillante estrategia de negocios para su rescate: la militarización. La autoridad representada por los soles de un general conocedor de bombas lacrimógenas pero ignaro en el negocio de hidrocarburos y, como política de recursos humanos, un régimen de cuartel: jerarquía, autoridad y obediencia. Con este innovador approach se lograría el milagro de aumentar la producción petrolera en un millón de barriles diarios en cuestión de un año.





Hasta hoy, lo único que ha aumentado ha sido la deserción masiva de trabajadores, hartos de superiores ineptos, asediados políticamente, carentes de estímulos y pésimamente remunerados. La producción de crudo ha continuado inexorable a la baja, mientras la herrumbre se enseñorea en las instalaciones de la empresa.

En estos cien años el comunismo ha demostrado su poder destructivo, pero nunca tan vigoroso como cuando se refuerza con ineptitud a extremos casi lascivos.