Candidato convenido, por Juan Pablo Guanipa

Candidato convenido, por Juan Pablo Guanipa

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Durante el mes de enero sostuvimos varias reuniones con los dirigentes, líderes, aspirantes, de la Unidad Democrática. Recuerdo que una de esas reuniones se organizó con el único objetivo de discutir si estaban o no dadas las condiciones para participar en la farsa que en principio se fijó para el 22 de abril y luego se pospuso para el 20 de mayo. El hoy candidato Henri Falcón fue uno de los primeros en tomar la palabra para decir casi textualmente que él, independientemente de cualquier otra consideración, estaba decidido a participar y a llegar a este final.

Fue una declaración inapropiada porque rompía con el espíritu de la reunión, el cual era discutir la realidad para tomar una decisión unitaria. Yo mismo le hice ese reclamo y le expresé que no entendía su presencia si ya tenía una posición asumida, que era muy difícil lograr decisiones consensuales de esa manera. Intervino de nuevo Falcón para matizar su posición y dejar la puerta abierta a una determinación unitaria.





Sin embargo, parecía bastante claro cuál iba a ser el curso de acción que tomaría el citado ciudadano. Las discusiones siguieron dándose hasta que la Unidad Democrática tomó la decisión de no avalar con nuestra participación el fraude del 20M. Dicha actitud frente al régimen dictatorial de Maduro fue apoyada por los Partidos Primero Justicia, Acción Democrática, Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo, Causa Radical, Movimiento Progresista de Venezuela, Proyecto Venezuela, el Copei legítimo –no el designado por el TSJ– y otros partidos integrantes de la MUD. Ya habían fijado su decisión de no participar en esa farsa Vente Venezuela y Alianza Bravo Pueblo.

La misma postura fue asumida por el recientemente creado Frente Amplio Venezuela Libre que, además de los partidos políticos, está integrado por los trabajadores y empresarios, estudiantes y profesores y autoridades universitarias, iglesias Católica y Evangélica, gremios profesionales, academias, organizaciones no gubernamentales, partidos del chavismo crítico, entre otros. Luego se han sumado organizaciones como Vanguardia Popular, Bandera Roja y Nuvipa, entre otras.

Hemos sido muy claros y contundentes al afirmar que hay razones de peso para que tantas personas y organizaciones, partidarias todas del voto como mecanismo de ejercicio de la democracia, hayamos tomado una decisión tan dura como la de no avalar con nuestra participación esa farsa del 20M. Recordaremos sólo algunas: El CNE sigue en manos del PSUV; se han violado todos los plazos constitucionales y legales y hay ausencia de auditorías confiables; Imposibilidad de la Observación Internacional imparcial; Imposibilidad del cambio de residencia de millones de electores que han salido del país y negativa de inscripción de nuevos electores, así como vicios en el registro electoral; Inhabilitación de partidos políticos y negativa a registro de nuevas organizaciones; Inhabilitación, encarcelamiento y persecución de posibles candidatos presidenciales; Manipulación de actas en elecciones regionales de 2017; Eliminación de la tinta indeleble; Militancia en el PSUV de funcionarios electorales nacionales, estadales, municipales, coordinadores de centros de votación y miembros de mesa; Abusos del Plan República, Ventajismo y censura en los medios de comunicación; Mecanismos de extorsión, chantaje y terror al pueblo con instrumentos como el carnet de la patria, las cajas Clap, los bonos discrecionales y los puntos rojos. Sin duda, participar con estas condiciones es contribuir con la farsa montada por el dictador Maduro.

Que participe en esa farsa un señor de apellido Bertucci y otros que han demostrado una indudable vinculación con el régimen, es comprensible. Que Falcón se preste a eso es inaceptable. El señor Falcón nunca hubiera sido electo candidato de la Unidad Democrática por dos razones muy sencillas: nunca hubiera logrado consenso a su alrededor y nunca hubiera ganado unas elecciones primarias. Sabe que todo está hecho para que “gane” Maduro sin apoyo popular y sin votos. Se presta al juego de un régimen dictatorial que necesita de un candidato “opositor” que lo reconozca y legitime. ¡No hay derecho!