El #20May no habrá transición electoral, por @Claudiopedia

Claudio J. Sandoval @claudiopedia
Claudio J. Sandoval @claudiopedia

Una manera de entender distintas circunstancias electorales generadoras de cambios de gobiernos antidemocráticos, es a través de tres grandes categorías, a saber: (i) transición electoral; (ii) revolución post-electoral; y (iii) transición electoral simulada. Explicaré brevemente cada una de estas categorías.

(i) Transición electoral. En política comparada observamos varios rasgos comunes de esta categoría, incluyendo la celebración de acuerdos previos entre el dictador y la oposición, así como la no participación del dictador en la elección presidencial pactada, con lo cual las candidaturas quedan circunscritas a las diversas coaliciones de la oposición, garantizando así que cualquiera sea el resultado, la victoria corresponda inexorablemente a un opositor (casos: Chile, Argentina, Uruguay, España, entre otros).

(ii) Revolución post-electoral. Es una ruptura política que se activa mediante la desobediencia civil, canalizada por un liderazgo desafiante que desconoce un resultado electoral fraudulento -manipulado para favorecer al dictador. Eventualmente, el grupo dominante termina fracturándose y el dictador es derrocado. A nivel de los historiadores y de la literatura política en occidente, el proceso es popularmente caracterizado como “revolución” ciudadana. Generalmente, esta ruta termina con saldos lamentables de muertos y/o heridos, producto de la represión y violencia generada por la dictadura, en sus últimos intentos de aplacar la indetenible insurrección colectiva (casos: Revolución EDSA en Filipinas y las Revoluciones de Colores en Serbia, Georgia, Ucrania y Kirguistán, entre otros).





iii) Transición electoral simulada. Esta categoría involucra un cambio en el gobierno pero no necesariamente cambio de régimen. Aquí, el grupo dominante hace un repliegue táctico, cediendo espacios en el poder ejecutivo e instalando un mecanismo de cohabitación que posteriormente le permitirá retomar el control total (casos: Nicaragua a partir de 1990 y Myanmar a partir de 2015).

El manejo de estas tres categorías es necesario para poder comprender por qué el planteamiento de los analistas pro-20M sobre la transición es quimérico. Con base en estudios, hacen un paralelismo entre la coyuntura venezolana y las transiciones electorales sudamericanas –con énfasis en Pinochet-, para concluir que la dictadura podría salir con votos el 20M. El eje de su segundo argumento es que dicha votación podría ser el detonante de la fractura del Chavismo, en favor de Falcón.

Considero que la delimitación del marco conceptual y metodológico de ese análisis no es riguroso. También pienso que es equivocado enfocarse en una variable dependiente (implosión chavista post-electoral) y descuidar por completo la variable independiente clave (liderazgo de ruptura correlativo a la implosión). Tampoco precisan si los factores causales de los casos que estudiaron tienen cabida en la actual coyuntura venezolana.

Con respecto a lo conceptual y metodológico, no distinguen entre categorías, meten todo en la misma licuadora y asumen que la Revolución Bulldozer, el caso chileno y el nicaragüense son lo mismo: transiciones electorales. Ya en los años 90, la profesora Barbara Geddes nos explicaba que la manera de escoger casos afecta significativamente el resultado (Selection Bias in Comparative Politics).

Si nos guiamos por las experiencias sudamericanas, el proceso de transición electoral en Venezuela tendría que excluir la candidatura de Maduro. Como referí, en ninguna de estas transiciones electorales, el dictador fue candidato de la elección presidencial pactada. Un dato curioso es que, a diferencia de Maduro, estos dictadores eran de derecha y anticomunistas.

Por su parte, la tesis de la implosión chavista post-fraude es racional. Sin embargo, el punto es más o menos pertinente, dependiendo de la respuesta que se dé a una ineludible pregunta previa: ¿Cuál es la factibilidad de que la coalición Falcón desconozca los resultados y se ponga al frente de un episodio de desobediencia civil no-violenta?

Podemos especular que la probabilidad de una revolución post-electoral es baja. Falcón ha dicho expresamente que quiere ser el presidente de una transición. Lo que se percibe de sus mensajes implícitos es que para él la transición implica cohabitación con el chavismo radical (que incluso podría convertirse en oposición). Tal esquema conduciría a una transición electoral simulada, el escenario Violeta Chamorro/Aung San Suu Kyi.

En conclusión, ninguna de las variables significativas o rasgos comunes de las transiciones electorales exitosas confluyen en la Venezuela del presente. Bajo esta perspectiva comparada, el hito 20M no comportaría ni revolución post-electoral ni transición electoral.