El reto pendiente: entender la verdad política, por @ArmandoMartini

El reto pendiente: entender la verdad política, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini
Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

El cuadro político no está siendo analizado ni comprendido por algunos dirigentes. Más que dar impresiones y observaciones sosegadas, advertencias justifican complicidades, conveniencias e intereses, que obstaculizan posibilidades, cada vez se alejan y hacen más difícil el peritaje.

¿Qué es lo que realmente pasa? ¿Por qué los políticos mutaron en politiqueros? ¿Está molesta la ciudadanía, y a qué nivel?
Interrogantes de una sociedad atormentada y desorientada, que vive lo que nunca vislumbró como posibilidad: padecer y sufrir escasez, hambruna, altos precios, inseguridad que, si bien alguna vez en otros períodos de nuestro proceso social habían asomado, en esta oportunidad se presentan con inusual fuerza destructiva y demoledora.

Los niveles de hiperinflación crecientes, nunca fueron imaginados ni por las mentes más lúcidas e inteligentes que dominan con destreza -no siempre con tino- teorías y prácticas económicas, sociales y políticas. Situación que se traduce en impotencia que nutre cada momento del diario acontecer y nos ubican frente a ciudadanos muriendo de hambre o falta de medicinas. Venezuela se encuentra en un tiempo de carencias. Es la imposición miserable de sobrevivir en un modelo y en nombre de una ignominiosa revolución castrista disfrazada de bolivariana, cuyo signo parece la muerte.





Es delictivo convalidar la continuación de esta tragedia permanente y progresiva con el simulacro farsante y estafador del 20M, de quienes no han mostrado en la práctica su postulado de la cacareada creación del hombre nuevo y un mundo mejor. Se ha derrumbado la ilusión, solo existente en panfletos y propaganda vendiendo que esta revolución puede perdurar, pero jamás resolverá problemas, ni aproximarnos al desarrollo. Por el contrario, han degradado a la sociedad al más espantoso y nauseabundo escenario.

¿Cómo llegamos a esta terrible condición de caos y creciente destrucción que asume la condición de criminal? No sería objetivo aseverar que estamos ante una preocupación económica, moral, política, social, militar y ética en estas dos décadas trágicas y siniestras. América y el mundo han sido y son víctimas de la desigualdad que ha marcado y determinado el nivel de la condición humana y espiritual de sus habitantes como actores de la historia. En el caso venezolano, es irrefutable que nuestras fisuras comenzaron desde tiempos inmemorables que marcaron un camino cargado de ruina y desgracia como válido para la creación y superación.

Pero las verdaderas intenciones de quienes se promueven como caudillos salvadores, se ocultan en populismos, defensa mal entendida de la soberanía, pero con buen verbo que convencen al desposeído y endeble intelectual, generando sueños imposibles y vociferando aquello de que la esperanza es lo último que se pierde, cobijo acobardado de los débiles.

En los países subdesarrollados la destrucción como tradición repetida no tiene discrepancias de esencia y propósito. La idea es destruirlo todo para crear un nuevo sistema, en el cual se implanta la desigualdad, para luego prometer su eliminación en nombre de la búsqueda de una igualdad que sólo existe en la utopía comunista, que lleva casi un siglo siendo sólo eso, ilusión. En esta Venezuela revolucionaria y abatida, no reconocer la habilidad perversa y contaminante de los hermanos Castro es cegarse a la realidad.

Quimera salvaje y exterminadora; monumental reto que la resistencia y rebeldía ciudadana conscientes, educadas y juiciosas no han permitido. Desafío enorme, difícil, que no reconoce a los verdaderos opositores y visionarios estadistas, no permitiéndoles emerger con fuerza suficiente para desplazar una falsa, acomodaticia oposición y a un régimen que, en convivencia y complicidad, han coadyuvado y participado de esta desgracia decadente. Sólo engañan y recubren su apariencia con banderas democráticas. Es decir, no se ha consolidado un proyecto opositor común que signifique ruptura con lo establecido como poder. Y quienes lo tienen son minimizados y perseguidos, por malhechores y ladrones del futuro en coexistencia y coincidencia dictatorial.

Algunos que se hacen pretender como opositores u oposiciones son sólo complemento auxiliar de las fuerzas castristas maduristas, puesto que, al no oponerse en lo fundamental al centro del poder, forman parte de las particularidades y excesos de un proyecto de sometimiento, únicamente con la ambición de obtener beneficios -espacios, contratos, privilegios- que sólo necesitan servicios prestados y el adeudo de procurar. En Venezuela sobran los ejemplos.

En este sentido, la respuesta luce clara, sin ambigüedades, no hay dilema. El supuesto y pretendido proceso del 20M se realizará con el entusiasta y comprometido favor de opositores encubiertos, compinches, traidores a los valores y principios democráticos, que disimulan con intención y alevosía el carácter de la revolución bolivariana y la de su aparato represor; legitimando y confirmando la estafa electoral. Y, por si fuera poco, avalando la violencia oficial que estará en su mayor apogeo y despliegue dispuesta a todo para defender como haga falta la revolución.

¿Qué hay después, cuánto soporta la situación, dónde está el límite?

La conclusión puede ser tan compleja como simple. Mientras la mayoría esté bajo la hegemonía oficialista y oposiciones colaboracionistas, será difícil. Deben surgir y surgirán fuerzas que confronten en profundidad a los opresores, con el objetivo de impulsar con valentía, convicción y certeza, a las mayorías ciudadanas para que intervengan y actúen en condición de individuos responsables y dueños del futuro de su historia libertaria, democrática y republicana. Hasta que no ocurra y se conquiste con la contundencia requerida, la sociedad venezolana seguirá bajo la égida del oprobio castrista comunista.
Un reto vislumbrar y comprender el panorama político actual, ciertamente, un desafío; pero hacerlo correcto es de vida o muerte para el futuro del país.
@ArmandoMartini