José Luís Méndez La Fuente: 20 de mayo, unas elecciones diferentes

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En el proceso electoral que se llevará a efecto el próximo domingo  de este mes de mayo, resaltan algunas notas que lo diferencian de todos los anteriores en esta larga etapa chavista.  Por primera vez,  en los últimos sesenta años  de historia democrática y constitucional, estamos en presencia de unas elecciones presidenciales que no cuentan con la credibilidad o aval de la comunidad internacional. Algo que ya le ha sido  comunicado con la anticipación del caso a las autoridades venezolanas y al gobierno de Maduro, en particular, no solo desconociendo la convocatoria y puesta en marcha de un proceso que ha sido calificado de ilegitimo, sino igualmente de sus posibles resultados en las urnas, fueren los que fueren. Los posibles efectos de este no reconocimiento, si las presidenciales del veinte próximo se efectúan como todo lo indica, significará en la práctica, que Nicolás Maduro ya no será tenido como presidente legítimo de Venezuela, cayendo su gobierno en una situación de facto que lo coloca al margen del orden internacional, quedando diplomáticamente aislado hasta que unas nuevas elecciones con  suficientes garantías puedan realizarse.





También, por primera vez,  destacan estos comicios por su absoluta falta de popularidad. Esa que es típica de un proceso electoral con arraigo popular; la que transmite el soberano en las calles y en los rincones  de la geografía del país con su entusiasmo, voceando  a sus candidatos y avanzando toda clase de opiniones  sobre el posible ganador y su nuevo gobierno. Igualmente se desmarcan estas elecciones de todas las habidas hasta ahora, en cuanto a la notable ausencia de propaganda,  publicidad, mítines o actos de masas, y no precisamente por que estemos hablando de austeridad, que contrasta  con el pasado de los aluviones de papel, música y trancas en las principales avenidas  del país

Un aspecto importante de estas presidenciales que debe ser similarmente resaltado, es el de que se desarrollan en un clima políticamente inhóspito, después  de una dinámica infructuosa de dialogo entre el gobierno y la oposición en  República Dominicana. Esto dejó varias secuelas, una de ellas es que al no alcanzarse acuerdo alguno sobre los puntos en agenda, entre los cuales el anticipo  por siete meses de las elecciones pautadas normalmente para diciembre, era casi un hecho, quedase en  el aire un calendario electoral sin base política alguna, como tampoco legal; lo cual no fue obstáculo para que el gobierno se sirviese de él como algo concertado y aprovechar así  la oportunidad de adelantar unas elecciones que le son convenientes pero con un futuro incierto a final de año, dado el clima político, social y económico que vive el país. Y esta es otra característica que tampoco se dio antes, la de precipitar antes de tiempo, unas elecciones presidenciales pasándole por encima a la Constitución y leyes electorales.

Otro de los efectos de ese  áspero ambiente político post-dominicana que caracteriza estas elecciones, como nunca antes había ocurrido, es el de realizarse dentro de una crisis económica y social de inconmensurables proporciones, convertida en la principal protagonista de la atención, ansiedad y quehacer diario de todos los venezolanos. Una crisis que como tema político debería constituirse en la principal fuente de rechazo en las urnas,  al actual régimen de Maduro, pero que no obstante ser un acicate para sufragar en su contra, se ha convertido en un recordatorio diario  de la desesperanza que los hunde y de que con las votaciones del domingo próximo, no habrá cambio alguno. Así, por primera vez en Venezuela, el pueblo, ese que sufre y anda diariamente mirando al cielo,  no ve en las próximas  elecciones venezolanas una posibilidad de transformación de su actual situación, ni de que esa suerte casi mágica, que el nuevo presidente suele traer consigo, los alcance.

Significativo, por lo demás,  es que estos comicios  no cuentan con un candidato representativo de la oposición autentica. De esa que, hasta hace unos años, los oficialistas descalificaban con el remoquete de “escuálida”, pero que tanta falta les está haciendo ahora para llenar ese espacio dejado por los partidos políticos que la conforman  con su negativa a participar en ellas. Un vacío, que se nota en la falta de calor político; ese mismo que forma parte de la  confrontación  y del debate de  ideas, programas  o simplemente de la  simple comparación de los discursos  y las arengas de los diferentes pretendientes al gobierno de un país,  siempre  tan esperados en la arena política de unas presidenciales.

Aunque aquella  no es una circunstancia del todo nueva, pues ya en la elecciones presidenciales del 2000 habían competido Hugo Chávez, buscando la reelección y Francisco  Arias Cárdenas, también proveniente del mismo sector ideológico-militar, se puede decir que en esta ocasión no existe ni siquiera un ápice de la convincente apariencia  de opositor de la que disfrutó Arias Cárdenas, quien llenó de pasión y ardor la campaña de aquel año, llegando, incluso, a llamar gallina  a su oponente.

Pero se trataba de otros tiempos, de otros personajes y de otro pueblo.

@xlmlf