Juan Guerrero: Llenarse de riquezas

Juan Guerrero: Llenarse de riquezas

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Memo, el electricista, me responde que sí cuando le pregunto si irá a votar. ¿Y por qué te vas a sacrificar tan de bandera, chico?

-Es que yo siempre he votado por el “gallo rojo” me responde. –Vas a tener que trabajar hasta que te mueras. ¿Y por qué no? –me dice. Figúrese usted, -me riposta. Todavía hay gente que me necesita… y yo no la puedo dejar sola. Siempre me llaman, sea para arreglarles la bomba de agua o para arreglar un problema de corriente. -Y yo estoy aquí. –Tengo 63 años y sigo en la pelea.





Mi decisión de votar la tomé por él y por los millones de venezolanos que siguen en la miseria y el abandono. Y no creí que debía dejarlos solos. Como tampoco abandoné a los jóvenes que en 2014 y después, en 2017, se enfrentaron al carnicero de Miraflores, sabiendo que eso era un “asalto al cielo”.

Fue difícil, incluso a riesgo de ser censurado mi anterior artículo por el editor de un portal digital.

No creí justo que también les abandonara aun sabiendo que no era políticamente correcto asistir a un centro electoral. Pero fue mi decisión y además, como fotoarticulista que soy.

Pero muchos de ellos, -las estadísticas indican varios millones, votaron nulo o no fueron a votar. Lo pude evidenciar mientras recorría gran parte de la ciudad. Desde La Piedad, Los Rastrojos, Cabudare. Este, centro y oeste de Barquisimeto, hasta la zona que llaman Los Horcones y Andrés Eloy Blanco. Eran espacios sombríos. Los puntos rojos donde verificaban la votación chavizta estaban compuestos por un promedio de no más de cinco personas. Abordé en varias ocasiones a votantes oficialistas. En ninguno había alegría ni contentura. Las respuestas se centraban en el malestar porque les obligaron a asistir. Otros esperaban el depósito de los 10 millones. Otros la llegada de las cajas Clap.

Pienso ahora, a escasos días de esas elecciones, en esa gente. Seres humanos absolutamente entrampados. Acorralados por el espectro del hambre, la enfermedad y las amenazas de todo tipo. Totalmente controlados por el poder de un régimen obsceno y degradante.

Los he visto desde hace años y sigo sintiendo el desprecio que desde hace décadas se les tiene. Tanto del Estado como por extensos sectores de la sociedad. ¿Los vamos a seguir abandonando?

Dar lástima, hacer creer que están sometidos es quizá su última defensa. Ya ni tienen fuerzas físicas para resistir la arremetida del régimen que los continúa asesinando gradual y sistemáticamente. Son asesinatos silenciosos. Muertes por hambre y desnutrición que muy bien pueden ser prevenidos por un Estado y una sociedad que realmente se involucren en su drama.

“-Bien merecido lo tienen por votar por el chavizmo”. Lo he leído y escuchado muchas veces. Es cierto. Políticamente es quizá verdad. Pero esa misma gente antes votó por los llamados partidos de la Cuarta república y siguieron padeciendo los mismos problemas de hambre, enfermedad y desamparo. Esa misma gente, mucho antes también mantuvo la ilusión por 10 años votando por Pérez Jiménez y sus abuelos no pudieron salir del hueco de la pobreza.

“-Mantener a un chavizta contento resulta más barato que alimentar a un perro”. Eso lo he leído y escuchado en varias ocasiones. Misma idea con otras palabras, lo escuché hace más de 30 años, cuando en época de elecciones se les daba a los pobres, llamados “pata en el suelo” algunos ladrillos y láminas de zinc para que levantaran su rancho.

Pero hoy esa misma gente, cerca del 80% de la población que vive en sectores populares, de los cuales ya el 62% se encuentra en situación de pobreza extrema, vuelve a estar desamparada, tanto económica como políticamente.

Es obvio que el socialismo, llamado en Venezuela chavizmo, saldrá del poder. No tanto por lo que hagan o dejen de hacer los líderes de los partidos políticos de la oposición (-que en ello son recurrentes) sino por las fisuras y fragmentación que presenta el Polo Patriótico con el Psuv a la cabeza.

Creo que la inmensa mayoría de las encuestadoras venezolanas se equivocaron con la respuesta del electorado. El venezolano común no encontró otra opción política más pragmática y suicida (políticamente) que la abstención. No fue a votar. No salió de su casa. Ni tampoco votó nulo. Esa actitud debe ser analizada. Porque ningún político ni partido, sea de izquierda, de derecha o de centro, puede decir que son “votos” o porcentajes capitalizados a su favor.

Ese venezolano se expresó de manera categórica, clara y contundente: desprecio absoluto, tanto a quienes detentan el poder de manera totalitaria como a quienes se le oponen sin presentar, ni unidad en la lucha (calle/elecciones) ni planificación sobre un cambio de gobierno que efectivamente atienda la emergencia nacional por la que se atraviesa.

La abstención siempre divide, repliega y lleva a la inacción política. Eso se verá en los próximos meses, crueles, duros y dolorosos.

La última defensa que le está quedando al venezolano ante tanta desolación y desamparo político es su propia humanidad. Su alegría de vivir. Su bondad. Su actitud proactiva para superar las dificultades. La inmensa y descomunal capacidad de solidaridad para ampararse ante la adversidad.

La infinita riqueza espiritual, moral y de valores y principios fundamentados en el colectivo hechos tradición, son la fuente última a la que debemos acercarnos para afrontar estos momentos de espanto y podredumbre, de un régimen socialista totalitario y violador de derechos humanos.

Utilicemos nuestros principios y valores. Compartamos más, seamos más solidarios. Levantemos el ánimo a  nuestro semejante que se cree vencido. Saquemos nuestra fuerza espiritual mostrándola a cada momento. Nunca ningún poder totalitario podrá arrancarnos nuestra mayor riqueza, nuestros dones de vida y esperanza.

(*)   [email protected]   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1