Venezuela: Agonía sin fin

Venezuela: Agonía sin fin

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, hace un gesto durante una sesión especial de la Asamblea Nacional Constituyente para tomar el juramento de presidente reelegido en el Palacio Federal Legislativo en Caracas, Venezuela el 24 de mayo de 2018. REUTERS / Marco Bello
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, hace un gesto durante una sesión especial de la Asamblea Nacional Constituyente para tomar el juramento de presidente reelegido en el Palacio Federal Legislativo en Caracas, Venezuela el 24 de mayo de 2018. REUTERS / Marco Bello

 

Nicolás Maduro aseguró, el domingo 20, otros seis años de mandato al frente de Venezuela. El 68% de los votos, en un pleito con una abstención del 54% del electorado, récord para una disputa presidencial en el país. Esto a pesar de los estratagemas ilegales usadas para llevar a las personas a las urnas: el gobierno mandó instalar, a pocos metros de los centros de votación, puestos de control donde los beneficiarios de cestas básicas y funcionarios públicos debían comprobar que habían votado. En el estado de Guárico, hubo denuncias de que en esos puestos de control llamados “puntos rojos”, los ciudadanos estaban recibiendo la promesa de que ganaría 5 millones de bolívares (el equivalente a 5 dólares, o poco más de dos salarios mínimos venezolanos) si fueran a votar.

En casi dos décadas de chavismo, los venezolanos aprendieron que las tan celebradas elecciones del régimen no pasan de una alegoría. Los comicios de la semana pasada fueron adelantados en siete meses por el gobierno para aprovechar un momento en que los principales nombres de la oposición están presos o impedidos de concurrir por orden judicial. Entre los líderes opositores detenidos, hay quien no ha recibido hasta ahora una acusación formal. En los pocos casos en que se llegó a una condena, no se respetó el debido proceso legal, según la evaluación de Human Rights Watch y de otras organizaciones de derechos humanos internacionales. Este es el motivo que llevó a los pocos opositores de relieve que todavía están libres a boicotear el proceso electoral, que ellos juzgan adicto al origen.





El gobierno de Maduro es agravado por la mala reputación del sistema electoral venezolano. En 2003, los chavistas hicieron vaciar archivos del sistema electoral – que podían ser comprados hasta en camellos, en cualquier esquina de Caracas. Además de los datos personales de los electores, el CD traía las informaciones de cómo las personas habían votado en un referendo que podría haber alejado al entonces presidente Hugo Chávez del poder. Con eso, la sospechosa de que el secreto del voto podía ser violado fue confirmada – y todo indica que esa era justamente la intención del gobierno, para esparcir pánico y desconfianza. “Después de eso, los venezolanos pasaron a votar con miedo, pues saben que pueden ser castigados si están en contra del chavismo”, dice Erick Langer, profesor de historia de América Latina en la Universidad de Georgetown, en Washington.

En los días siguientes a la votación, Nicolás Maduro desafió al mundo a probar el “fraude” y dijo estar dispuesto a recontar el 100% de los votos. Es un desafío de mentir porque cualquier auditoría independiente validará el resultado, por una cuestión simple. La burla no se da en la urna. Como la mayoría de los votantes vota por miedo o simplemente no comparece, ya que el voto es facultativo, el resultado del recuento no será diferente del 68% de votos a favor de Maduro. “Lo que existe en mi país es un voto de cabestro elaborado y eficiente”, dice el científico político venezolano Antonio de la Cruz.

Al mando de un país con el sector productivo y la economía en colapso -la tasa de inflación ya está en más de 13 800% al año-, y con una población que huye masivamente hacia los países vecinos, hacia Europa y hacia los países Estados Unidos, Maduro aseguró, con su última farsa electoral, también un creciente aislamiento internacional. Estados Unidos, la Unión Europea y el Grupo de Lima, del que Brasil forma parte con otros once países, no reconocieron la legitimidad de su reelección. Algunos expertos defienden la tesis de que esos países rompe por completo las relaciones diplomáticas con Venezuela como forma de presionar a Maduro a hacer una apertura política.

No es esa la opción del gobierno brasileño, al menos por ahora. “Brasil ha actuado junto a los demás países miembros para que el tema del restablecimiento de la democracia en nuestro vecino sea tratado en la próxima asamblea general de la Organización de Estados Americanos (OEA)”, dijo a VEJA el embajador de Brasil en la entidad, José Luiz Machado y Costa. Se discute, entre otras medidas, la suspensión de Venezuela de la OEA. Un dictador dispuesto a sacrificar al propio pueblo, como hacen todos los dictadores, difícilmente se doblará a ese tipo de presión diplomática, pero no deja de ser un comienzo.

Vía: Veja