El Helicoide, el centro de tortura de Maduro

El Helicoide, el centro de tortura de Maduro

El Helicoide está en el distrito Roca Tarpeya, en Caracas. Su construcción empezó en 1956, durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Irónicamente, el recinto iba a tener un hotel 5 estrellas.

 

“Allí viví cosas atroces y perdí la capacidad de asombro”, asegura desde el refugio de una oficina en el noveno piso del Ministerio de Relaciones Exteriores, en el Centro de Lima. Se llama Villca Fernández de 37 años y ha escapado de Venezuela. Acaba de empezar a recordar sus 29 meses de encierro en El Helicoide, un imponente edificio de Caracas en el que opera el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN).

Fernández fue arrestado el 31 de enero del 2016 en su natal Mérida. Fue condenado por un tuit que le envió un día antes al diputado Diosdado Cabello. “Tienes los días contados en el poder y tienes muchas cuentas pendientes con la justicia… No te tengo miedo”, escribió.

Cuando llegó a los calabozos, los prisioneros le dijeron ‘bienvenido al infierno’. No tardó en comprobar la certeza del recibimiento. “Me ingresaron a una celda que nosotros bautizamos como ‘Guantánamo’. Tenía 56 presos comunes en un espacio de 6 metros de ancho por unos 12 de largo”, recuerda. En las mazmorras de El Helicoide no hay luz y el agua llega a cuentagotas. Los oficiales sacan a los prisioneros a bañarse una vez a la semana. Muchas veces la comida llega con gusanos. Los presos colocan sus orines en vasos –que almacenan en la celda– y depositan el excremento en unos recipientes hechos con papel periódico llamados ‘barquitos’.

Antes de entrar a ‘Guantánamo’, Fernández fue esposado a una puerta por un mes con el brazo en alto. Allí conoció al ‘Perro’, un comisario que, con tabla de madera en mano, pasea por los pasillos para darles palizas a los prisioneros hasta que no puedan ponerse en pie.

“Yo vi y viví cómo te colocaban una bolsa de basura en la cabeza y te destapaban una bomba lacrimógena dentro. Viví y escuché los gritos de cuando te colocan electricidad en los testículos, en los tobillos y en las orejas. Viví en la ‘cámara del tiempo’, un cuarto pequeño y sin entrada de luz en el que te metían tres, cuatro o cinco meses”, relata mientras endurece el rostro, marcado por las golpizas que le quebraron el cuerpo pero no el espíritu.

“Empecé a exigir, a golpear las rejas y a darles valor a los demás presos para pelear por mejores condiciones”, asegura. Cuatro días antes de las elecciones presidenciales en Venezuela, el 16 de mayo, los presos protestaron contra los abusos. La situación era crítica. “Me atrevería a decir que el 90% de los casos de presos son viciados. Hay gente que tiene boleta de libertad y la lleva colgada en el cuello. Se supone que cuando el tribunal emite tu boleta el custodio que está de guardia debe ponerte en libertad. En El Helicoide no pasa eso”, sostiene Fernández.

Semilla política

Villca es hijo de padres artesanos y creció en Mucurubá, un frío pueblo andino, en el estado Mérida. Sus inquietudes políticas nacieron y se maceraron en el ambiente en el que se crió, cargado de cultura, irreverencia y rebeldía. Su padre, Jorge Fernández de 63 años, es un limeño que había escapado de la dictadura militar en 1975.

Villca desconfió de Hugo Chávez desde cuando este subió al poder, en 1999. “Siempre estuve en contra de su política. Utilizó la necesidad de cambio del pueblo para instalar el sistema totalitario que hoy vive Venezuela”, explica. En el 2002 participó en las revueltas nacionales que celebraron el golpe que derrocó a Chávez momentáneamente del gobierno. En el 2005 empezó la carrera de ciencias políticas en la Universidad de los Andes. Un par de años después, en mayo del 2007, integró el movimiento estudiantil que marchó para evitar el cierre de Radio Caracas Televisión. Y aquel grupo, en diciembre de ese año, dirigió exitosamente la campaña contra la reforma constitucional planteada por Chávez.

“Tengo 10 huelgas de hambre en la historia reciente. Soy fundador del movimiento Liberación y y fundador también de la ‘Operación ‘Soberanía’. Eso hizo que en el 2014 el Ministro de Justicia, Miguel Rodríguez Torres, hoy preso, me dictara detención”, cuenta. Estuvo dos años viviendo en los montes y cambiando de aspecto. Ya era padre de dos niños a los que no podía ver. Pero siguió en la lucha. En el 2015 candidateó sin éxito a la Asamblea General. Y en enero del 2016 lo arrestaron.

Las gestiones para que Villca llegara al Perú se iniciaron el 18 de mayo, cuando su padre lo inscribió como ciudadano peruano en el consulado de nuestro país en Venezuela. Desde allí el embajador César Enrique Bustamante dirigió las gestiones. El consulado exigió a las autoridades llaneras que liberaran a Villca de su encierro. Al ser peruano no podían retenerlo. “El régimen me llevó al aeropuerto y me montó en el avión”, detalla. Allí lo esperaba su padre. En Panamá los recibió un representante del consulado peruano en ese país para confirmar que todo estuviese en orden. Luego tomaron la conexión hacia Lima. Villca Fernández arribó al Perú pasada la medianoche del viernes 15 de junio. Pero su mente y su corazón se quedaron en Venezuela. “Yo no me siento libre, lo seré recién cuando recuperemos al país por la vía democrática”, sentencia. Y se despide para caminar un rato con su padre por las calles del Centro Histórico de Lima. Sin cadenas, como un peruano más.

Vía: Caretas

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