Cuba, Venezuela y México en la tormenta americana y mundial, por Manuel Malaver

Cuba, Venezuela y México en la tormenta americana y mundial, por Manuel Malaver

Manuel Malaver @MMalaverM

 

Como Carlos Alberto Montaner justifica su optimismo para pronosticar que el gobierno de López Obrador no será ni remotamente una continuidad del de Chávez recordando que México no tuvo un Simón Bolívar, yo le advertiría que tuvo algo peor, la “Revolución Mexicana”, una transgresión del orden histórico que actualizó a la nación azteca con una épica que se había perdido 100 años antes.
Y que nos trajo íconos como Pancho Villa, Emiliano Zapata y Álvaro Obregón que, como cabecillas de una revolución campesina, trataron de asomar a México a la modernidad del siglo XX que, tal como había profetizado, Alexis Tocqueville, ya había cruzado su destino con dos poderes emergentes:  Rusia y los Estados Unidos de Norteamérica.
Pero con los Estados Unidos Mexicanos –la república que brota de la revolución-, terciando entre ellos, dando pruebas de una cabal independencia, como se vio en el asilo que le brindó a Trosky en el momento más agrio de su “guerra mundial” contra Stalin, la nacionalización del petróleo de las empresas gringas y la advertencia que le hizo a unos y otros de que, para acceder a los mares, praderas, selvas, llanos, pampas y cordilleras del Sur había que contar con la permisología mexicana.
No es ocioso recordar que, cuando a comienzos de los 50, un grupo de estudiantes, profesionales y pequeños comerciantes cubanos deciden insurgir contra la dictadura del general Fulgencio Batista, no lo hacen clonando a los padres Libertadores, Bolívar, San Martín y Martí ni a los revolucionarios rusos, sino a los “héroes” mexicanos, a los hombres que unas décadas antes, como civiles y líderes sociales lucharon contra un poderoso ejército regular, el de don Porfirio Díaz y Victoriano Huerta y lo derrotaron.
Y que cuando fracasada la toma del cuartel Moncada el 26 de julio 1953, sus líderes, encabezados por Fidel Castro, después de pasar un año en la cárcel, toman la ruta del exilio, no lo hacen hacia la Unión Soviética, China o cualquier otro país revolucionario, sino hacia México, en cuya ciudad capital se unen a otro exilado latinoamericano, el Ché Guevara  e inician la zaga que lleva 60 años poniendo de cabeza la historia de la subrregión.
Es cierto que, una vez tomado el poder en Cuba en el 59, Fidel Castro y sus “apóstoles” no toman la vía mexicana al populismo que era un régimen monopartidista en lo político y de economía abierta o semiabierta en el económico, sino por el sistema totalitario y comunista soviético que le garantizaba la mejor alianza posible, con la Unión Soviética, que era el “gran hermano” que   necesitaban para,  en el marco de la “Guerra Fría”,  arreglar cuentas viejas y nuevas con los imperialistas yanquis.
Pero sobre todo para obtener los recursos económicos y militares, la disuasión  ideológica y la mano de hierro política para fundar la primera dinastía familiar en la historia republicana de América.
Que fue el mismo cálculo que hizo con relación a Cuba el jefe de la “tercera ola” contra la modernidad, la democracia y el capitalismo en América, el teniente coronel venezolano, Hugo Chávez,  quien, el 4 de febrero de 1992, irrumpió desde un cuartel contra el gobierno legítimo, constitucional y civil de Carlos Andrés Pérez, y así unirse, históricamente,  a mexicanos y cubanos que 50 y 30 años antes armaron revoluciones pero desde los campos y sierras de dos países que tenían querellas morales y de orgullo nacional (que son las peores)  contra los Estados Unidos .
Venezuela era, para el 92, una democracia que duraba 30 años, multipartidista y de ejercicio pleno de los derechos ciudadanos, con instituciones sólidas y eficaces,  de prosperidad económica fundada en precios altos –si no sostenidos si frecuentes- de las exportaciones petroleras y que, con diversificaciones en rubros como el acero y el aluminio podía soñar, como hoy México, de que podía pasar cualquier, menos que un caudillo mesiánico y militar la despeñara por el infierno de las miserias del socialismo.
En su haber contaba, además, que dos años antes se había derrumbado el sistema comunista soviético, China ya no era socialista y Cuba misma, que era una segregación del sovietismo en su versión más anacrónica y bastarda, yacía prácticamente agónica.
¿Cómo prendió, entonces, el chavismo en Venezuela con una capacidad de sobrevivencia que ya dura 20 años, en una sociedad que no era rural sino urbana, pobre sino en vías de desarrollo, y con una diversidad cultural que seguramente no se comparaba a la de México y Cuba, pero si contaba y cuenta con figuras como Rómulo Gallegos, Mariano Picón Salas, Arturo Uslar Pietri, Armando Reverón, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Jesús Soto, Carlos Rangel, Germán Carrera Damas, Carlos Cruz Diez, Aníbal Romero,  Ana Teresa Torres  y Rafael Cadenas?.
Ah! y el más grande líder y político democrático de todo el siglo XX latinoamericano, Rómulo Betancourt, el fundador de Acción Democrática, quien se propuso desplegar las banderas de la constitucionalidad, el poder civil y el estado de derecho en un país que tenía 128 años de gobiernos militares y dictatoriales y lo logró.
Aún más, que desde la Venezuela que estrenaba su primera democracia,  se propuso enfrentar el avance de la revolución castrista hacia el Sur y, aliándose con el Estados Unidos de los 60, también lo logró.
Pero es que la Cuba en se gesta y triunfa la llamada “Revolución Cubana” tampoco era un país pobre de solemnidad, sino la quinta economía del subcontinente, después de México, Argentina, Brasil y Venezuela, con un per cápita que superaba al de España, Italia y Francia, la mejor tecnología en medios de comunicación, pleno empleo y leyes sociales que eran envidia, no solo en América Latina, sino en los Estados Unidos y Europa.
En cuanto a la diversidad cultural como un presunto contén de los estragos que el populismo de López Obrador podría inferir a México, yo quiero recordar que diversidad cultural como la cubana en los primeros 60 años del siglo pasado, justo antes del comunismo, no se ha vuelto a conocer en la subcontinente y me referiría sobre todo a la música afrocubana, auténtico milagro en el orden de las realizaciones humanas y que, cuando Samuel Huntington escribió en “El Choque de Civilizaciones” (Ediciones Paidós Ibérica SA. 1996)  de una presunta “civilización latinoamericana” no se me ocurrió pensar en otro aporte que en la maravillosa música afrocubana.
Lo he vivido, porque como periodista que me ha tocado viajar por casi todo el mundo y conversado con gentes de todas las generaciones, climas  y países, concluí que, puede que los nombres de Fidel Castro, el Ché Guevara y Camilo Cienfuegos se hayan desmitificado y  desvanecido en el tiempo, pero no los de Beny Moré, Dámaso Pérez Prado, Celia Cruz, Chano Pozo, Mario Bauzá, Machito, Mongo Santamaría, Bebo y Chucho Valdés, Paquito De Rivera y Arturo Sandoval.
Y de otros, quizá no tan musicales pero si sonoros, como los de Lezama Lima, Cabrera Infante, Reynaldo Arenas, Severo Sarduy, Manuel Moreno Fraginals y de Carlos Alberto Montaner que, tanto me ha ayudado a comprender de que hablamos cuando navegamos o caminamos por los mares y soles siempre abrasadores de Cuba en dos libros fundamentales: “Viaje al corazón de Cuba” (Plaza & Janes  Editores.1999) y “Las torcidas raíces de América Latina (Plaza % Janes Editores SA. 2001)
La gran pregunta es: ¿Cómo tantos Prometeos pudieron ser encadenados por tantos caudillos bárbaros, violentos, agrarios, rupestres, ágrafos y sedientos de sangre, fanáticos de ideologías penitentes y transgresoras y dispuestos a sacrificar cualquier rastro de vida en sus países si se les amenaza con arrebatarles el poder?
Evidentemente que la respuesta está en la política, simple y llanamente en la política y empieza a fraguar su horizonte de horrores cuando los barbudos bajan de la Sierra Maestra en 1959, Chávez gana las elecciones en Venezuela en 1999 o tal vez la semana pasada, cuando López Obrador se alzó electoralmente con la presidencia de México.
Y tiene que ver con las ventajas que los caudillos puedan derivar de este suceso fundacional y que, a pesar de la diversidad cultural, la riqueza del país, las instituciones establecidas y las amenazas que puedan venir de dentro o de afuera, pueden permitirle desmontar instituciones, fraguar alianzas para dividir o unirse, soslayar compromisos, avanzar o retroceder pero sin perder de vista que la clave está en sostenerse.
A este respecto, es cierto que México cuenta con relación a Cuba y Venezuela con una extensión territorial inmensa y 150 millones de habitantes que dificultarían los atajos de López Obrador  hacia un experimento castrochavista, pero ni Cuba ni Venezuela vivían, al lado de sus desequilibios, con una virtual guerra civil promovida por los carteles de la droga que ya ejecutan matanzas de hasta 40 o 50 personas en una noche, horror que solo se ven en conflictos de intensidad extrema como el de Siria.
Realidad espeluznante que tiene que enfrentar cuanto antes el recién electo presidente y es la causa del enorme pesimismo, la desesperanza instalada y la desconexión de vastos sectores de la sociedad con la posibilidad de que el país pueda salir delante de la actual crisis.
Debemos señalar, por último, el “Factor Estados Unidos” (inexcusable al diagnosticar crisis políticas latinoamericanas de cualquier tiempo y calibre), que en los casos de Cuba y Venezuela experimentaba una fortaleza intimidatoria y disuasiva en el tiempo que tocó enfrentarlas, y   hoy, en cambio,  es una potencia en decadencia, volcada hacia su compleja situación interna y con poco interés en involucrarse en conflictos que le signifiquen pérdidas en capital líquido y vidas humanos.
Para terminar, revisemos la ficha de López Obrador, político de origen priista, que cambió por su militancia en una disidencia radical del PRI, la del PRD de Cuatémoc Cárdenas y seguramente más interesado en regresar a los ideales originales perdidos de la “Revolución Mexicana” que en rescatar un México pluripartidista, de economía abierta, respetuoso del estado de derecho y los derechos humanos, aliado de los Estados Unidos y escarmentado de aventuras como las fidelistas y chavistas que han llevado la ruina a sus países en una escala cósmica, galáctica.
Dios bendiga a México y ojalá corrija los olvidos que ha cometido con Cuba y Venezuela.