Veamos. La meritocracia es un sistema que jerarquiza las posiciones en virtud del talento, la dedicación y los logros de cada uno en sus responsabilidades de trabajo. Es una manera de combatir cualquier forma arbitraria de favorecer a unos sobre otros. La meritocracia en el país se hizo notable en Petróleos de Venezuela y fue factor crítico para que nuestra empresa llegase a ser considerada la segunda mejor en el mundo de los hidrocarburos. Por cierto, fue un brillante oficial, el General Rafael Alfonso Ravard, quien tuvo la responsabilidad, desde su creación, de conducir a PDVSA hasta ese sitial de orgullo para los venezolanos. Celosamente, cuidó la evaluación de sus trabajadores de acuerdo al aporte de cada uno a los objetivos de la corporación y nunca a criterios políticos.
No conocíamos el uso del apelativo “capitalista” para adjetivar la meritocracia, como lo utiliza el ciudadano ministro. Pero admitiéndolo como válido, pudiera ser útil aplicarlo al capitalismo de Estado prevaleciente, dueño de 526 empresas, de las cuales un número apreciable son empresas de la FAN, y otras, tan importantes como PDVSA y Corpoelect, son presididas por militares con soles en sus presillas. Esa “meritocracia capitalista” sería entonces la apropiada para evaluar cómo ha sido el desempeño de estos oficiales, en tanto que administradores de esos entes de nuestro monumental capitalismo estatal.