Luis Barragán: La calculada desintegración de los problemas

Luis Barragán: La calculada desintegración de los problemas

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Hablamos de todo un régimen, no de una circunstancial dictadura. Ámbito alguno escapa al poder establecido, por modesto que sea.

Por graves que fuesen los problemas, como los que ha generado aún en términos asombrosamente existenciales, como los que atañen a la vida republicana misma, además de banalizarlos, procura desintegrarlos. Restándoles una perspectiva eficaz, la tarea encuentra audiencia entre los propios adversarios, pues, al fin y al cabo, es un régimen.

Distinto a toda deconstrucción que aspira a profundizar en el sentido, lo importante ahora reside en que cada problema lo pierda desfigurándose, deshilachándose, descuartizándose en múltiples y contaminadas facetas. Por ello, distraídos por los árboles, solemos perder la noción del bosque que vamos talando.





Entre varios ejemplos, la tragedia universitaria se siente, se vive, pero va diluyéndose entre las ramas. Y en éstas, por cierto, no pocos se entretienen eludiendo el compromiso político real.

Distintos factores conjugan o, mejor, integran el colapso universitario que transitamos. Una directa y aislada atención a cada uno de ellos, esmerada en sus más insospechados matices, pronto lo independizan del ámbito universitario, remitiéndolos a otros en el constante desdibujamiento de la crisis que ocultará su más íntima naturaleza y características.

Los más variados aspectos, momentos y actores que identifican y realizan cada faceta, prontamente perderán el referente esencial: el colapso. Y, así, de la deserción estudiantil y profesoral, pasaremos con facilidad a disertar sobre las oportunidades de estudios y de trabajo en Venezuela, las migraciones en la era de la globalización, o los servicios consulares negados que, a su vez, lleven a las dificultades técnicas para apostillar una documentación, las remesas y la paridad monetaria, o la sindicalización de los empleados públicos foráneos.

El deterioro de la planta física, o la inseguridad personal, nos encaminará a los requisitos de la UNESCO para la declaración respectiva y el mantenimiento de los inmuebles, la afiliación partidista de los sindicatos de vigilantes, la distinción entre remodelación y restauración, o la dificultosa reposición de los cauchos hurtados. El déficit presupuestario, o el salario de hambre, al desconocimiento de las cifras y ausencia de todo control del gasto, la sustitución de la Asamblea Nacional por el Tribunal Supremo para diligenciar los créditos adicional, la perniciosa tendencia de un alza generalizada de los salarios nominales o la carencia de una contratación colectiva.

Vale decir, desintegrado, no podrá plantearse el drama universitarios por la deserción, la planta física, el presupuesto o el salario, relegados a una abstracción o, según la cultura dominante, a los elementos que pueda dispensarnos el pensamiento mágico-religioso. Reducido todo al absurdo, será más fácil aniquilar la autonomía universitaria, toda una herencia histórica que adquiere un mayor valor y significado cuando se trata de enfrentar a algo más que una experiencia autoritaria.

Por lo demás, en el marco de nuestras responsabilidades parlamentarias, constituye un delito histórico el de desentenderse del asunto universitario. Sobre todo, cuando la suerte de la universidad venezolana ha sido la misma de su democracia.