Thays Peñalver: El miserable de Juan Bimba

Thays Peñalver: El miserable de Juan Bimba

 

Me gustaría que el próximo presidente -en el tiempo que toque-, sea alguien graduado de una de las escuelas privadas más caras y que gracias a una familia de alta posición en la banca, pueda recibir educación en la Universidad de Columbia, realice su maestría en Harvard y que hubiera obtenido calificaciones magna cumlaude.





Por Thays Peñalver  @thayspenalver

Me gustaría que su esposa también hubiera corrido la misma suerte, quizás en Princeton y luego haber conocido a su esposo durante la maestría. Deberían al menos, haber trabajado ambos quince años en el mundo privado de las grandes corporaciones o en los escritorios más importantes en el caso de ser abogados, además de tener al menos unos cinco años como profesor universitario -lo que para mi es requisito fundamental- para ser un buen presidente. Me gustaría que antes de nominarse a la presidencia viviera en una casa de al menos dos millones de dólares y que heredaran de sus familias una cifra similar, es decir que su trabajo privado y sus familias, les hubiera dado esa fortuna. Eso es lo que yo quisiera.

Pero estamos en Venezuela y aquí Barack Obama no podría ser presidente por mas “afrodescendiente” que fuera y mucho menos decir: “Si se puede”, porque sería calificado inmediatamente de “privilegiado”. Al venezolano le importaría un comino las privaciones de su abuela quien decidió vivir en un apartamentico destartalado para ahorrar y darle a su nieto una educación fabulosa, aún a riesgo de quedarse sin un centavo, el venezolano consideraría un “privilegio” las horas de duro esfuerzo para conseguir altas calificaciones y los desvelos para ganarse becas. Más privilegio aún, los sinsabores trabajando quince años para sentar las bases de un futuro prometedor. Porque en Venezuela, el trabajo, el esfuerzo y los logros son “privilegios”, porque lo virtuoso aquí siempre, es ser un vago que vive del estado o enriquecerse a costillas del estado.

Por eso es que Leopoldo, Henrique o María Corina son vistos como “privilegiados” y a todos sus esfuerzos y trabajos se les increpa desde la perspectiva del vago.Y algunos, aunque no sean vagos, los señalan por ser “hijos de ricos”, la misma envidia de Chávez pero mucho peor, por provenir de gente supuestamente pensante. Pero la verdad es que ellos a muchos no convienen, porque elevar las condiciones para acceder a la presidencia y exigir unos parámetros mínimos, como por ejemplo contar con reconocida solvencia, entender los entretelones del Estado-Nación, los principios republicanos y los valores democráticos; pareciera no solo que no es importante sino que además acabaría con esa degeneración venezolana y sus ansias de montarse en un tanque para tomar el poder y así poder asaltar el tesoro, como lo ha hecho Juan Bimba, desde que Bolívar introdujo el famoso decreto, que nunca ha permitido que Venezuela supere su pasado.

Pero sobre todo y lo peor de todo, es que hemos creado una imagen mítica de que lo peor de Venezuela, es lo mejor. Nos inventaron un héroe como Juan Bimba, que es el peor ejemplo que pueda existir.

Juan Bimba no es algo venezolano, es una herencia de la madre patria al “Juan Español” del siglo XIX y que fue americanizado como “Juan de la Calle” o “Juan Pueblo”, que es como sigue siendo conocido cada día menos en los países del sur, porque estas personificaciones han quedado obsoletas con el transcurrir de los años. Lo heredamos lógicamente y como sabemos lo llamamos, junto a los dominicanos, “Juan Bimba” sin saber mucho de donde viene su apellido o tan siquiera si ese es su apellido. Pues los eruditos sostienen que puede llamarse Bimbe, Bimbas; incluso Bobo o si se trata de una evolución del Juan Bemba del novelista cubano Calcaño y por ende, como tantas otras cosas en Venezuela, hay que aplicar el famoso: “se atribuye”.

Pero el problema grave, es que esa personificación, ese gentilicio abstracto es precisamente sobre el que está basado nada menos que nuestra concepción de la democracia. En los países europeos o anglosajones por ejemplo, la personificación quedó en desuso en los dibujos políticos que representaban el estereotipo de su clase media desde que se creó la figura de Juan (John) Bull o las desaparecidas Juancito (Johnny) Reed o Billy Yankee. Pero podemos ver reminiscencias de ellos en la cultura popular estadounidense -con la que también hemos crecido desde los cincuenta – como Pedro Picapiedra, pasando por Súper Sónico hasta llegar a Homero Simpson que determinan la misma realidad auténtica de sus precursores, todos son de clase media y aunque las siguen, tienen poco respeto por las normas. Todos tienen grado universitario, todos son empleados de bajo nivel (solo aprietan botones o palancas) y todos trabajan en corporaciones dependientes de un millonario y dueño abusivo.

Pero allí lo importante es que ni John Bull ni mucho menos Pedro u Homero simbolizaban algo más que eso. No son buenos, ni malos por lo que representan buena parte su la realidad, siempre demuestran también el lado negativo, una doble moral permanente, un altísimo grado de egoísmo, junto a una tendencia a tomar malas decisiones por intereses personales, en fin que no son figuras ideales de la sociedad, sino un reflejo simple y llano de la misma. Y a nadie se le ocurriría decir que es el ideal de la nación que representan.

Pero el estereotipo venezolano creado e impulsado principalmente por políticos e influenciadores, no es otro que el que encarna la representación de “el pueblo” es decir Juan Bimba; lo más bajo en la escala educativa y quien viste de harapos es convertido constantemente en el ideal venezolano desde que “en su choza” pidió la libertad de todo el continente; como reza nuestro himno. Toda una mentira espantosa cuando el harapiento Juan Bimba que estaba en los cuarteles renunció masivamente dejando a Francisco de Miranda solo, sin importarle nada más que su paga y el que no estaba en los cuarteles, se alistó principalmente como lancero del Rey y nosotros tuvimos que contratar a miles de extranjeros, solo porque el Rey les ofrecía una caja Clap.

Y es que ese Juan Bimba, enfundado en unas bolsas de cemento a manera de pantalón: “nunca se equivoca” en política, es a quien todos “debemos escuchar” y peor aún, es quien encarna nada menos que la moralidad y el ideal “del pueblo” de Venezuela. Nadie vio que ese héroe no era otro que el que estaba asolado, diezmado por la sífilis porque vivía alejado completamente de la moralidad en sus costumbres, ese hombre que no creía en los valores mínimos de tradición y familia. Educado políticamente por todos los truhanes de cada época, para ayudarlos a alcanzar el poder.

De hecho, sostendré siempre que lo del venezolano no es falta de educación, sino que los vagos de la política lo han educado ancestralmente para convertirlo en lo que es, desde aquel decreto de “Secuestro y Confiscación de Bienes de los españoles y sus partidarios”, que cambió el destino de nuestra independencia, pero que convirtió a Juan Bimba en un miserable mercenario. Y por eso arrastramos hasta el día de hoy la añorancia del Juan Bimba, no por “salvador”, sino por montarse en caballos y hoy convertidos en tanques, para que le repartan la riqueza ganada por el otro.

Es posible que Juan Bimba fuera excluido por parte de todas las dictaduras, pero no en democracia. Pero lo peor de Juan Bimba y quienes cultivan el Juanbimbismo, es que el Portugués que llegó a Venezuela, lo hizo en la misma pobreza absoluta de Juan Bimba y lo llaman privilegiado porque tiene un negocio, desmeritando el trabajo de décadas, de 365 días continuos para lograrlo, el español y el italiano llegaron tras las guerras sin nada que vestir o comer y progresaron, pero para Juan Bimba esos mismos pobres son “privilegiados” y se burla de su decisión de comer pan con Coca-Cola y ahorrar todo lo posible, para el futuro de sus hijos.

Ellos, los extranjeros que ayudaron a construir Venezuela, partieron de las mismas carencias y la gran diferencia entre ese grupo de pobres y sus connacionales, es que ninguno de los primeros hace otra cosa que agradecerle a Venezuela sus oportunidades, mientras que el segundo llora sus penas porque alguien les prohibió prosperar. Por eso la verdad, es que en el “hombre de la media res” al hombro descrito por Cabrujas el 27-F, con su sonrisa macabra, le estaba robando al otro pobre que había progresado por el esfuerzo de su trabajo.

En fin que Juan Bimba no vive en la miseria porque lo han excluido, vive cada día peor porque él ha aceptado convertirse en un miserable, que es distinto. Ese Juan Bimba del sesenta era el reflejo de lo peor de Venezuela y educó a su hijo que terminó siendo “el Jordan” de los noventa y su nieto no podía tener otro final que ser hoy “el Pran” del siglo XXI.

Nada cambiará hasta que cultivemos lo mejor de nosotros mismos y cuando políticamente se le hable a Juan Bimba con la crudeza de la verdad. Hay que decirle que por el solo hecho de ser pobre, no se es bueno. Por el hecho de ser pobre, no se tiene la razón. Por vivir entre Juan Bimbas, no se gana el derecho a gobernar y sobre todo que ser pobre, no es bueno. Pero en especial, que el culpable es él y solo él.