Juan Guerrero: Empobrecidos

 

 

En la Venezuela del siglo XXI nadie está a salvo del empobrecimiento. Es que si puedes acceder a las tres comidas al día, no puedes seleccionar lo que quieres comer. O si tienes el poder adquisitivo para hacerlo, te topas con la complejidad para adquirirlos. Y si puedes hacerlo, caes en el riesgo de la inseguridad, donde te están vigilando para secuestrarte.





Esto ocurre en el sector más alto de la escala social, que representa algo así como el 8 a 9% de la población. El resto, cerca del 91%,  contempla ya sin asombro como cae en la turbulencia del empobrecimiento generalizado.

Es que la pobreza no solo está vinculada con los episodios de falta de alimentación y medicinas. La pobreza va desde esos ángulos materiales, físicos, que marcan la humanidad de quien la padece, por hambre, hasta lo más espeluznante: La soledad y el silencio ante el padecimiento, la entrega, tanto por inacción física para responder, como el esconderte y quedarte en silencio mientras mueres de mengua, espiritualmente.

Por estos días ya se comienzan a observar las huellas y pisadas de quienes nada, absolutamente nada poseen, salvo arrastrar su desnudo y esquelético cuerpo. Vi la fotografía de una mujer desnuda quien se acercaba al mostrador en una panadería, -creo en Valencia o Maracay- pidiendo pan. Total y esqueléticamente en cueros. La misma imagen pude observar semanas atrás. Pero era la de un hombre sentado a la orilla de una acera en una calle venezolana. Estaba también desnudo.

Ya se ven hombres, mujeres, ancianos y niños deambulando en grupos por las calles venezolanas mostrando carteles donde indican, por piedad, que les donen zapatos, ropa, comida. Otros duermen en las estaciones de gasolina. Ya la gente no pide dinero.

Esta es la pobreza de la Venezuela bonita. La misma pobreza se observa en los centros educativos, donde día a día las renuncias y los abandonos de cargos se multiplican. Los rectores, decanos y directores de escuelas y centros de investigaciones lo vienen alertando: la universidad venezolana se está quedando sola. El vicerrector de la Universidad de Los Andes, Ángel Andara, lo advierte: “El servicio bibliotecario decretó crisis catastrófica” ( @angelandara ).

Por su parte, el director del Consejo de Desarrollo, Científico, Humanístico, Tecnológico y Artes (CDCHTA), Dr. Alejandro Gutiérrez, indicó que su centro apenas cuenta con 3 dólares para proyectos de investigación. La emergencia universitaria se agrava con la partida de personal, como en el Decanato de Ciencias Forestales, donde 150 vigilantes dejaron de trabajar por los bajos sueldos que no permiten la subsistencia.

Esto es empobrecimiento del Alma Mater venezolana. Pero si alguien cree que puede estar a salvo, observe el área sociosanitaria pública venezolana. Las enfermeras, médicos y demás personal administrativo y de servicios, mantienen una protesta que ya lleva más de 3 semanas. Las áreas de todos los centros sanitarios venezolanos son completamente antihigiénicos. Muchos han tenido que ser clausurados y cerrados por medidas de seguridad. En varios hospitales se han generado brotes de contaminación por bacterias hospitalarias, con la carga de muertos, generalmente niños. Lo que queda del área médica nacional, la medicina privada, no puede atender la creciente población que asiste por emergencia y citas médicas. Pronto entrará en colapso por insuficiencia de mantenimiento preventivo de sus áreas, equipos, materiales y suministros.

Todas las áreas de servicios públicos nacionales, agua, electricidad, telecomunicaciones, transporte, gas, aseo urbano, servicios de emergencia como bomberos y tránsito, así como las de seguridad ciudadanas, no funcionan o están colapsados.

Venezuela, hoy, es una nación similar a un área de guerra o que ha sufrido un severo terremoto. Esto no es cuento ni mal chiste. Los especialistas que están monitoreando la crisis venezolana, como el grupo de economistas que lidera el profesor Ricardo Hausmann, director del Centro para el Desarrollo Internacional, de la Universidad de Harvard, vienen advirtiendo sobre el peligro que representa para los países de la región latinoamericana, seguir permitiendo que Venezuela acelere su colapso socioeconómico. Si para 2017 todavía se podía recuperar el país con inversiones sobre los 60 mil millones de dólares, hoy ya eso no es posible.

A partir del segundo semestre del presente año, Venezuela no puede salir de este colapso económico, sola. La república necesita, tanto de donaciones de entes externos, entrada de asistencia de emergencia humanitaria, como de inversiones progresivas que a mediano plazo permitan a un nuevo gobierno, hacerle frente a las enormes erogaciones por los préstamos que reciba.

Su principal fuente de ingresos, la industria petrolera, está prácticamente paralizada. Bien por la obsolescencia de sus equipos o por lo más terrible y doloroso: su personal calificado se ha ido. Ocurre igual en SIDOR, VENALUM, ALCASA, MINERVEN, LÁCTEOS LOS ANDES. Estas y otras empresas del Estado, están siendo gerenciadas por personal militar que nada saben sobre estos delicados y complicados procesos industriales.

Venezuela, hoy, es un territorio con una población total y absolutamente empobrecida. Nadie escapa a este doloroso y dramático espectáculo de pobreza generalizada. Creo que la única posible salida, rápida, traumática y visiblemente sangrienta es la confrontación definitiva contra la pandilla delincuencial, quienes detentan el poder, contando con el auxilio humanitario externo que sirva de asistencia de emergencia a la población civil.

(*)  [email protected]   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1