Nuevas estrategias opositoras, por Simón García

Nuevas estrategias opositoras, por Simón García

Existe coincidencia sobre el debilitamiento de la oposición por sus propios desaciertos. La discrepancia comienza al identificar los lodos que llevaron de la contundente victoria electoral del 2015 a la fragmentación y reducción del papel de la oposición. Las diferencias se ahondan al escoger rutas y medios para enfrentar al gobierno.

No habrá recuperación sin que los partidos decidan revisar sus actuaciones en los últimos tres años. Escalón inicial para afirmar, rectificar y generar nuevas orientaciones que mejoren la extensión, calidad y eficacia de las actividades de oposición. La unidad consiste en la mayor concordancia sobre fines, objetivos, tiempos y formas de lucha. El nombre, su forma organizativa o sus reglas de funcionamiento son derivaciones del contenido.

En la raíz de la pérdida de representatividad y de identificación de la población con la oposición influyen dos factores que deben ser examinados sin prejuicios: los hábitos y comportamientos de los dirigentes y los vacíos en la formulación y ejecución de la estrategia democrática, constitucional, pacífica y electoral.





La rutina, aquellos modos de hacer que nos vienen del pasado y la repetición automática, resta actualidad a la política. Pero lo peor es que abandonamos las virtudes del viejo modo de hacer política, sin adquirir las fortalezas competitivas en temas como la relación con la población, la elaboración y comunicación del discurso, la articulación con el mundo asociativo en el que la política no juega papel central o la solidaridad activa con quienes son víctimas o están afectados por el modelo y la gestión del régimen.

La inactualidad de una oposición que subsiste como una burbuja frente a la realidad, está fortaleciendo la falsa idea de que los políticos y la buena política pueden ser prescindibles. Por otra parte, el tercio de la población que sigue cualquiera de las orientaciones partidistas parciales de la oposición, comprueba que su acción no es efectiva y patina sobre el sinfín de anuncios sobre el inminente derrumbe del poder, a pesar de que sigue ahí, mandando sin gobernar.

Se requiere que militantes y dirigentes asuman la revisión crítica de una estrategia que se redujo a enumerar sus medios (electoral, pacífico, constitucional y democrático) sin esclarecer aspectos como qué es lo que se adversa, la política de alianzas o los diversos ámbitos de su ejecución.

La división de la oposición se produce cuando sectores de ella llegaron a la convicción de que la salida del régimen es imposible por vía electoral y pacífica. Esto ha producido la anomalía una oposición que socava formas materiales de existencia de la democracia, como ejercer el derecho al voto y participar en elecciones, como se hizo en la dictadura de Pérez Jiménez, aunque el ventajismo no permita ganarlas.

En la práctica buena parte de la oposición está asumiendo como estrategia no participar en elecciones mientras exista el régimen o hablan de negociar una transición, pero sin Maduro. Este tipo de posiciones se corresponde con el deseo de derrocar al gobierno, aun a costa de que se desate una violencia general. No ayuda a encontrarse con quienes sostienen estas tesis juzgarlas mediante descalificaciones, pero tampoco puede ignorarse el deber de desmontarlas, criticarlas y proponer nuevas estrategias.

Uno de esos elementos, impuesto por la disyuntiva del país, es concentrar todas las energías de cambio en sustituir el nocivo modelo económico institucional del régimen. Un comienzo que no es el todo. Todavía.

@garciasim