La Administración del Declive, por Juan Carlos Rubio Vizcarrondo

Entre la espera de un milagro y la presunta certeza de la perdición parece que lo que queda es divagar. En este punto de la gran tragedia de veinte años por los cuales ha transcurrido la nación, hoy prácticamente irreconocible, lo que se siente es que se nos está yendo la vida y que el oprobio se atornilla. Evidentemente, situándonos en la conjetura, no puede tenerse otra apreciación cuando nos rodea una atmosfera perenne de peligro e inestabilidad, pero no vemos indicios significantes de un país dispuesto a reaccionar. Sin embargo, en estas horas tan macabras en las cuales no sabemos si la manifestación popular de masas marcará un retorno, es importante denotar que no estamos frente a un régimen consolidándose, sino frente a uno que ha quedado limitado a la administración del declive o, lo que es decir, a graduar su inevitable colapso.

En Venezuela no queda prácticamente ningún semblante de normalidad. La República ha degenerado en estado fallido. La barbarie va, centímetro a centímetro, erosionando cualquier tipo de racionalidad. Nuestra situación ha llegado a niveles tan absurdos que sin importar que tantas veces sea lógico para cualquiera que el problema “es la economía, estúpido”, el usurpador en la presidencia terminará anunciando unas medidas que, en el mejor de los casos, no significan nada, mientras que, en el peor de ellos, solo aceleran la destrucción total. ¿Acaso la reconversión monetaria podrá quitarle cinco ceros a la inflación estimada del millón por ciento? ¿Acaso soportar ese cadáver que es la moneda nacional en el Petro, una “criptomoneda” que a nadie le importa y sancionada por Estados Unidos, no es un indicador del desfalco de nuestras reservas de oro? No seamos tontos, el show revolucionario en Venezuela no puede continuar. De hecho, éste ya concluyó, lo que pasa es que sus payasos no terminan de admitirlo.

Considerando el párrafo anterior es menester acotar que se incurrió en una equivocación. Algunos cuantos de los payasos, sea en público (como el camarada Freddy Bernal) o en privado (como los camaradas frustrados en el congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela), ya admiten que la fiesta se acabó. Por vía de consecuencia, éstos recaerán en sus parafernalias circenses de siempre; la supuesta “consideración de propuestas”, la instalación de las fulanas mesas de trabajo, el debate que no termina en más que una jaladera de mecate sin fin y, en general, la pura bulla a la que estamos acostumbrados.





El principal problema que tiene el circo perverso que nos está arruinando es que no existe como tal una “gobernanza chavista”. Siempre fue un proyecto de adquisición y secuestro del poder sustentado en los altos precios del petróleo, ni más, ni menos. La tragedia para ellos es que se les acabó el margen de maniobra, hagan lo que hagan o esperen lo que esperen. ¿Los rescatará el petróleo? El barril a cien dólares no regresará más nunca. ¿PDVSA aumentará su productividad? No puede, yace destruida. ¿Mejorarán las relaciones internacionales? Imposible, hay un “gobierno” ilegitimo y sancionado. ¿Reestructurarán la deuda pública? No hay confianza para ello, los acreedores prefieren ejecutar cuantos bienes puedan (por algo nuestros cargueros petroleros están varados en la costa).

La posibilidad de reforma y restructuración desde el mal llamado “Gobierno Nacional” vergé en lo imposible. Están demasiado comprometidos. La razón porque este circo es irredimible es porque sus maestros de ceremonia son tóxicos, deplorables y están fichados por el mundo civilizado. Esto es tan así que la “Revolución Bolivariana” está atrapada en una parálisis decadente, mientras que su madrina, la “Revolución Cubana”, está entrando en un proceso de reformas sistémicas. Cuba se abrirá al mercado, mientras que Venezuela sigue entre espasmos y convulsiones.

El cumulo de las referidas realidades nos apuntan hacia una sola dirección; la implosión del modelo imperante en el país al mayor estilo de la Unión Soviética. La cúpula en el poder tratará llevar hacia adelante una política reformista, pero dadas las circunstancias domésticas e internacionales será demasiado tarde. De hecho, el proceso mismo de reforma, de poder ser realizado; lo que logrará es exacerbar las tensiones existentes en la coalición que sostiene al régimen, por cuanto muchos intereses tendrían que ser sacrificados para impulsar los cambios.

Como puede verse, no solo es el pueblo quien está entre la espada y la pared en estos momentos tan cruciales. La tiranía misma está acorralada por sus contradicciones, fallas sistémicas, inviabilidad del modelo económico y falta de credibilidad. Por tal razón, la pregunta que cabe hacerse es:

¿Por dónde saldrá el tiro?

@jrvizca