Alfredo Maldonado: ¿Y si fue verdad?

Alfredo Maldonado: ¿Y si fue verdad?

Me escriben amigos que se aguantan mis artículos señalando que lo de este sábado fue peor que un montaje cubanomadurista, que fue de verdad un atentado, no un invento. Lo mismo advierten periodistas como Patricia Poleo y Nitu Pérez Osuna, y comentaristas como Iván Ballesteros y algunos más. Y les respondo que si fue realidad y no un montaje entonces la cosa es peor.

Nos deja en evidencia que todo el aparataje de seguridad del Gobierno no sólo fue tomado por sorpresa, sino que tiene una muy mediocre capacidad de reaccionar a las sorpresas. Nos deja en evidencia que, como dijo Pérez Osuna, Nicolás Maduro está solo, lo blindan contra atentados pero no lo cuidan, los militares huyen, los escoltas venezolanos y cubanos son indecisos. Nos deja en evidencia que el Gobierno no tiene una verdadera fuerza armada firme, eficiente y con sólido y respetado comando, ni tiene un equipo de seguridad bien entrenado e inmediatamente reactivo.

Este sábado, si se trató de un atentado real, vimos a algunos sorprendidos, a muchos corriendo despavoridos, la primera dama olvidada, y al Presidente rodeado de hombres asustados –o así parecían- sin saber si llevárselo o no hasta que alguien tomó la decisión. Vimos unos drones que hoy se usan hasta para entregar pizzas a domicilio, los verdaderos drones militares capaces de destruir una gran instalación desde largas distancias, hoy en día arma fundamental de los militares estadounidenses, ni hubieran sido detectados ni hubiesen sido destruídos tan fácilmente.





Han pasado cuatro días y el Presidente salvado milagrosamente –porque con esa guardia civil y militar que vimos el sábado cualquier loco puede matarlo- y después el atildado Fiscal General, afirmaron que el ataque tiene planificación estadounidense y colombiana y el mismo fin de semana ya había varios detenidos, ¿cómo fueron tan rápidamente aprehendidos? ¿Estaba el Gobierno enterado previamente de una conspiración para asesinar y aún así dejaron asistir al Presidente, su esposa, los jefes de poderes públicos y al generalato así abiertamente, a pecho descubierto?

Supónganse, en cambio, que fue un montaje, ¿no fue acaso excesivo riesgo con todo el generalato de alto coturno y multiplicidad de condecoraciones, los funcionarios de primera y la esposa del Presidente acumulados ahí como patos para el tiro al blanco? Haya sido atentado fallido, ensayo para otro más complejo o montaje mal calculado, fue un desastre total de imagen, no importa cuántos nuevos presos políticos haya hecho y pretenda agregar un gobierno que ha llevado su propia incompetencia a tales niveles que su propia moneda desmoronándose entre conos monetarios y anulación de ceros es ya un fantasma inoperante, una hiperinflación que es altamente rentable para quienes reciben –o roban- dólares mientras humilla permanentemente a millones de venezolanos que tienen que decidir a diario qué dejarán de comer ellos y sus familias, o cómo calmarse un dolor de cabeza porque ya ni siquiera pueden comprar aspirinas.

Un amigo me señalaba hace poco que actualmente los venezolanos ya no se dividen entre ricos y pobres, ni entre las clases sociales tradicionalmente clasificadas en AB, C, D y E. Ahora se reparten en tres categorías. Los que cobran, ganan o roban dólares, que viven “de puta madre”; los que sobreviven porque rcciben remesas de sus familiares huidos al exterior –una familia que reciba entre 50 y 100 dólares mensuales come y se desplaza mas o menos bien, saquen la cuenta-, y los que cobran y gastan todo en bolívares, que siguen siendo la mayoría abrumadora que ha visto su quehacer transformado en angustia permanente y cada día peor.

La misma ciudadanía depauperada y frustrada, crecientemente molesta, que se burla de los drones de comiquita y se juega la vida entre “perreras”, inseguridad y falta de comida, medicamentos y servicios públicos porque al Gobierno unos presuntos saboteadores, que deben ser los mismos que asustan al Estado con comedietas o con atentados mal realizados, le roban los cables telefónicos, estropean centrales eléctricas y rompen las tuberías que traen el agua a Caracas y otras capitales nacionales.

La conclusión es tan simple como aterradora. Tenemos un Gobierno que desbarra y no tiene capacidad de ajuste ni de reacción, con una oposición que también ha llegado a su agonía después de años de fracasar y pelearse internamente, y que ahora, como en 1988, se queda sin credibilidad de la gente a la cual se supone representar, ni conocimiento real de lo que de verdad piensa esa mayoría venezolana.

No hay duda que estamos en el momento del cambio, y no sólo de gobierno, también de una oposición parlanchina e igualmente ineficiente y la nueva, la oposición pactada que surgió para hacer creer que vivimos en un sistema democrático con alternabilidad electoral. Sólo hay una lucecita en ese oscuro túnel, la de María Corina Machado y su movimiento, no en balde tanto el Gobierno castromadurista como la oposición, ambos tan fracasados como aferrados al poder, la sabotean y la ignoran como política común de equivocados.

El problema para ellos es que esa lucecita no se apaga por mucho que le soplen.