Luis Alberto Buttó: Hecho en socialismo 

Luis Alberto Buttó: Hecho en socialismo 

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

Hágase lo que se haga, rectifíquese lo que se rectifique, diséñese lo que se diseñe, impleméntese lo que se implemente, el resultado inexorable de la vigencia de un sistema económico socialista en cualquier país es la miseria generalizada de la población que lo sufre, lo cual, además, tiene su contraparte en el enriquecimiento constante, progresivo y sostenido de la élite que dirige el modelo y de aquellos grupos sociales que impúdicamente se vinculan con dicha élite a través de mecanismos crematísticos, razón por la cual conforman la entusiasta claque del régimen. Así las cosas, la discusión en torno al “paquetazo” ideado y ejecutado en el marco del autodenominado socialismo del siglo XXI es irrelevante. Previas mediciones científicas de la realidad venezolana (Encuesta ENCOVI, por ejemplo) dejaron en claro que, sin necesidad del tal “paquetazo”, 80% de los hogares venezolanos se encuentra en situación de pobreza, poco más de la mitad de ellos en pobreza extrema, al punto que 90% experimenta inseguridad alimentaria; es decir, no pueden adquirir satisfactoriamente los nutrientes que diariamente necesitan. Con “paquetazo”, ¡oh sorpresa!, la historia será la misma. Soberana tontería argumentar que se puede ser más pobre cuando ya se era miserable. Fin del debate.

La explicación del asunto radica en que el socialismo, al convertir en anatema la propiedad privada sobre los medios de producción, niega toda opción a la gente para que ésta pueda ejercer su sacrosanto derecho a enriquecerse; vale decir, crear riqueza y distribuirla en su particular área de desempeño, con base en sus propias capacidades, limitaciones, talento y esfuerzo; lo cual, huelga aclarar, sólo es posible, bajo el clima de competencia consustancial a las estructuras productivas propias de la economía capitalista. En otras palabras, en el socialismo, es sencillamente imposible se mantenga incólume la posibilidad de que el individuo, a su leal saber y entender, genere y obtenga riqueza producto del esfuerzo personal realizado. El empeño de la iniciativa privada es negado, obstaculizado, perseguido y condenado desde las instancias estatales y gubernamentales, que a tales efectos ejecutan políticas restrictivas amparándose en la fuerza derivada del ejercicio del poder político.

El trasfondo de la tragedia es que mientras en el socialismo se empantanan los caminos donde el hombre se enriquece lícitamente, el Estado se erige como propietario supremo; en algunos casos, único. En consecuencia, el individuo, en su especificidad humana, es aplastado sin contemplación alguna, pues todas sus opciones de supervivencia finalizan, irremediablemente, en la relación de dependencia que se crea para con la élite en la cual se encarna el poder político; ambicioso y egoísta segmento social que, como es de esperarse y suponerse, interesado y afanado como está tan sólo en el mantenimiento de su condición de clase dominante, ejercerá implacables y efectivos mecanismos de subordinación de las masas generados a partir de la dependencia así creada. Por un lado, “ayudas” otorgadas por el Estado a cambio de sujeción política; proceso masivo de extorsión socioeconómica de delirante manifestación y compleja afinación de los mecanismos institucionales que lo hacen posible. Por el otro, cruda y brutal represión. Eso es el socialismo. No otra cosa. Históricamente, siempre fue así. Señores, nada nuevo bajo el sol.





¿Viernes rojo dijo usted? ¿Revolución económica, dijo aquél? ¡Venga! Llámenlo por su nombre: socialismo. No hay que ser sabihondo para entenderlo.

Historiador

Universidad Simón Bolívar

@luisbutto3