Carta abierta a Sir. Simon Rattle, por Gabriela Montero

Hace tres días, a salvo de la mirada del mundo de habla inglesa, apareció en El País una entrevista a Sir Simon Rattle que merece comentario y réplica.

Firma la entrevista Jesús Ruiz Mantilla, un periodista conocido desde hace mucho tiempo como simpatizante de Chávez, acólito de El Sistema y ferviente promotor de Gustavo Dudamel en España. (La profundidad de la complicidad entre ciertos periodistas de todo el mundo y el Chavismo / El Sistema seguramente saldrá a la luz cuando algún avezado periodista independiente se dedique a investigarla).

En dicha entrevista, Sir Simon Rattle declara que se conmueve hasta las lágrimas cada vez que lee sobre el estado de Venezuela en la actualidad.
Continúa diciendo:





“Lo que tiene que soportar Gustavo Dudamel, una gran persona, un formidable músico, es demasiado para un joven de su edad. Con 35 años, los equilibrios que llega a hacer para mantener unidos a los músicos fuera son encomiables”.

Luego continúa para revelar que, de hecho, los músicos ya no están juntos, ya que la mayoría de ellos tuvieron que huir del país.

Sir Simon, los músicos que han tenido que huir de Venezuela lo hacen junto a los millones de refugiados que no son “grandes”, ni “formidables”, ni músicos, pero que también se marchan en avión y en barco, si tienen la suerte, o si no a pie cruzando las fronteras de Venezuela con Brasil y Colombia, generando la mayor crisis de refugiados en el mundo, una crisis que se estima excederá incluso la crisis de refugiados sirios.

Una crisis silenciosa.

La causa directa e innegable de esa crisis es el chavismo, cuya agonía está siendo supervisada por el bárbaro de Maduro.
Durante muchos años, el régimen de Chávez se apropió de El Sistema -no sólo simbólicamente, sino mediante un Ministerio creado ex profeso por el régimen- como su principal herramienta de propaganda en el exterior. Ha pagado cientos de millones de petrodólares por este método de lavado de cara, utilizando una sibilina “narrativa de salvación” como su detergente más efectivo.
Algunos, no muchos, se negaron a ser parte de la farsa. Rechazaron ofertas como la que Abreu, famoso por afirmar que “todo el mundo tiene un precio”, me hizo en persona, ya en 2004: “Suficiente dinero para resolverte la vida, mi querida”. Algunos se negaron a colaborar con los arquitectos de la destrucción de nuestra nación. Algunos – no muchos – no están en venta.
Ahora que la nación ha colapsado, esos mismos colaboradores ahora se reinventan a sí mismos como víctimas, a menudo con la ayuda de periodistas y colegas leales.

Pero Gustavo Dudamel no es una víctima, Sir Simon, y es tremendamente insultante para las verdaderas víctimas de esta crisis afirmar lo contrario.

Tampoco, a los 35 años, es un niño a quien debería protegerse con motas de algodón. Es un agente moral libre, cuyas decisiones morales están sujetas al mismo escrutinio público que cualquier otra persona en una posición de poder. Él “no soporta” nada. Él es un beneficiario. Es más, es un beneficiario multimillonario, que de buen grado disfrutó del estilo de vida de jet privado creado para él por Chávez, Abreu y Maduro. De buena gana se divirtió y cenó durante años con los monstruos que han destruido mi país. Por su propia voluntad se hizo amigo de la mafia que ahora controla un narco-estado de hambre, muerte, asesinatos, tortura, privaciones y refugiados. Él no es ninguna víctima.
Y no, Sir Simon, no repudió públicamente a Maduro.

Lo que hizo, siguiendo instrucciones precisas de la Junta Directiva de la Filarmónica de Los Ángeles, según fuentes cercanas y confiables de la misma, fue emitir un tímido intento de salvar la cara una vez que sus amigos Nicolás Maduro y Delcy Rodríguez habían usurpado la Asamblea Nacional legislativa, reemplazándola con la versión constituyente ilegítima, lo que dio lugar a protestas que cobraron la vida de 158 civiles. No emitió más que un llamado general a la restauración de la democracia. NO condenó públicamente a sus amigos por su complicidad con un régimen de tortura, asesinatos arbitrarios, tráfico de drogas, detenciones ilegales y violaciones de derechos humanos de todo tipo. Violaciones persistentemente negadas, debo agregar, por su autoproclamado gran amigo Jorge Rodríguez, el principal propagandista de Maduro y un arquitecto clave de la destrucción de Venezuela.

Su párrafo final, Sir Simon, demuestra -quizá de manera inconsciente, aunque a la perfección- la estructura mafiosa con la que ha estado tratando todos estos años:
“La última vez que estuvimos allí mi familia y yo nos robaron todo de la habitación. Abreu me dijo que no me preocupara porque llamaría al número dos para resolverlo. Al día siguiente apareció todo en su sitio. No faltaba nada. ¿Qué tipo de amenazas lanzaría el número dos al personal del hotel para que fuera así? Era Maduro. Hoy el número dos aplica ese método de terror en todo el país”.

A usted le robaron. Usted llamó a Abreu, quien llamó al “número 2”, y de inmediato le devolvieron sus cosas. Su intención fue demostrar que Venezuela HOY está gobernada por un bestia y que, de alguna manera, Dudamel es una víctima de esa bestialidad. Lo que ha dejado claro es que Dudamel ha prestado servicio voluntariamente a un sistema mafioso durante años y que Abreu estaba tan estrechamente ligado a éste que pudo resolver sus problemas con una sola llamada al “número 2”. Parece sacado de una novela de la Cosa Nostra.

Los venezolanos lo saben. Se han negado a escuchar la “narrativa de salvación” durante años. En Venezuela hay un dicho: “No se puede estar bien con Dios y con el Diablo”. Sólo los propagandistas inveterados, como Mantilla de El País, continúan propagando la “narrativa de salvación” pasable en el hemisferio norte. Solo los fanáticos se aferran al tupido velo de esa odiosa mitología.

No, Sir Simon, a Gustavo Dudamel le irá muy bien con sus millones a buen recaudo.

Las verdaderas víctimas – presumiendo que debería ser el imperativo moral de todos nosotros identificar y ayudar a las verdaderas víctimas – son los millones de venezolanos sin un céntimo que deambulan por el implacable continente sudamericano con sus fardos a la espalda. Las verdaderas víctimas son personas como Luis Magallanes, el joven tenor venezolano que vive en mi casa desde el 4 de mayo, cuya terrible historia fue publicada el mismo día en el otro periódico español de gran tirada, El Mundo. Humildemente le sugiero que lo lea.

Cuando lo haya leído, quizá decida unirse a mí en la creación de un fondo de ayuda para las verdaderas víctimas, músicos o no, que tratan de encontrar una vida mejor en otro lugar. Necesitan ayuda urgente. Lo último que necesitan es que se desperdicie espacio en una columna abogando por la causa equivocada.

Con el mayor respeto por su eminencia como músico – que no debe confundirse con sus juicios de valor en asuntos relacionados con Venezuela – le insto a que examine las consecuencias de alimentar esa narrativa. En nada ayuda a corregir errores pasados. En nada contribuye a abogar por las verdaderas víctimas de esta horrible crisis y nada hace por alentar un análisis profundo de la naturaleza de la complicidad misma.

Atentamente,

Gabriela Montero

https://elpais.com/cultura/2018/08/16/actualidad/1534400683_209498.html