María Corina Machado: Nuestra fuerza

María Corina Machado: Nuestra fuerza

Foto: Archivo

Ya nadie duda que lo único que sostiene a Maduro es la violencia. Violencia física, emocional y comunicacional. El régimen se sostiene a punta de sembrar el terror, de chantajear con el hambre, de la amenaza, del espionaje y de la extorsión. Y de hacernos creer con propaganda y mentiras que tienen más fuerza que nosotros.

También ya quedó claro que la tiranía sólo saldrá con la fuerza. Por lo tanto, la liberación de Venezuela ocurrirá en el momento en que nuestra fuerza supere al terror y a la violencia que ellos nos infringe. Por eso es indispensable calibrar correctamente la magnitud y la naturaleza de estas dos fuerzas enfrentadas.

El régimen sí sabe lo débil que está. Y saben que su capacidad de coerción se reduce cada día. El 20 de mayo fue la sacudida: ni la amenaza de quitar la bolsa de comida logró que los venezolanos cayeran en la trampa de la farsa electoral. Por eso, la receta comunista cubana fue aumentar el chantaje, humillarnos aún más, quebrarnos como sea. Y se inventaron el censo vehicular; pero los transportistas lo sabotearon. Y entonces anuncian que para tener “aumento de sueldo”, tienes que sacarte el infame carnet. Creen que, sometida a la supervivencia, la sociedad venezolana aceptará la comida a cambio de docilidad…. ¡grave error!





Si algo hoy constatamos en todo el país, en ciudades y pueblos, es la ineficacia política, el fracaso total en el objetivo del régimen al imponer todas estas listas y carnets infames: aplacar el repudio, silenciar las voces, imponer la obediencia. Por eso, Maduro no se atreve a hacer un acto público, ni a pisar una calle de nuestro país.

Nuestra fuerza, por el contrario, crece cada día. Con cada desafío y cada victoria, por pequeña que parezca: la de los pensionados que echaron para atrás la exigencia del “carnet de la mafia” para cobrar sus pensiones, o los vecinos de Altagracia y La Pastora que llegaron protestando a la puerta de Miraflores. Desafíos diarios como el del jefe de Rodolfo, un joven electricista que conocí en una carretera en Carora, que se niega a que sus trabajadores tengan que sacarse el “mal llamado carnet” o la de Auramar, maestra en Mariches, que no abandona a su escuela aunque sus propios hijos hayan tenido que dejar su país. Cada uno es un acto de desobediencia, de rebeldía, de aplicación de fuerza en la escalada que se está produciendo en cada rincón del país.

Nuestra fuerza personal, es física e intelectual, es moral y espiritual. Es la fuerza de la razón, de la verdad; del amor y del bien. Unidos somos la fuerza de la comunidad que se crece en la adversidad, que comparte lo que es escaso y que se organiza para protegerse mutuamente. Es la fuerza de la familia, que se niega a vivir separada.

Es también la fuerza de las instituciones legítimas; un TSJ en el exterior que condena a Maduro por corrupto, con la autorización de la Asamblea Nacional.

Es la fuerza de la democracia mundial que reconoce su responsabilidad en el combate contra un narcoestado y que asume su deber en cerrarle las fuentes de financiamiento ilícito.

Es también la fuerza militar; la que constituyen los ciudadanos militares que saben que está en proceso la destrucción de la Fuerza Armada y la disolución de la Nación.

Pero la fuerza decisiva, la que se impondrá y conducirá a la victoria, es la fuerza ciudadana. Es la conciencia individual y personalísima de cada venezolano que se rebela ante el despotismo, porque esta fuerza nace de la urgencia humana que sufrimos y de las ansias indoblegables e impostergables de vivir en Libertad.

La verdad siempre se impone.
El bien siempre termina derrotando al mal.
Tenemos la fuerza.