Entre la República Argentina y Venezuela existe una interesante historia de gestos de solidaridad recíproca.
En 1868, nuestro héroe de la Independencia, José Antonio Páez, frisando sus ochenta años, es acogido en Buenos Aires por el ilustre Presidente Faustino Domingo Sarmiento. Apoyado económicamente por el gobierno argentino, el viejo guerrero se radica durante tres años en la calle Florida, cambia la lanza por el violín y se entrega a la composición musical.
En 1902, el bloqueo de Alemania e Inglaterra a las costas de Venezuela es rechazado por el Presidente argentino Julio Roca. Su canciller, Luis María Drago, gestiona y logra la intervención de Estados Unidos que rompe el asedio a nuestro país. Con esta acción se consagró la llamada Doctrina Drago, que proscribe la intervención militar de estados extranjeros contra una nación americana con la finalidad de cobrar deudas financieras.
En la década de los sesenta, numerosos ciudadanos argentinos que huyen de la dictadura del general Onganía, son acogidos en Venezuela, entre ellos, distinguidos académicos y profesionales a quienes las universidades nacionales les abren sus puertas. Más tarde, a partir de 1976, al imponerse de nuevo una tiranía militar, los emigrantes, esta vez bastante más numerosos, son recibidos solidariamente en nuestro país.
En 1982, el Presidente Luis Herrera Campíns calificó como justa la ocupación argentina de las Islas Malvinas. Ante la intervención armada de Inglaterra, respaldada por Estados Unidos, el gobierno venezolano concretó su apoyo a La Argentina suministrándole importantes cantidades de material de guerra.
Una anécdota digna también de citar, la de Carlos Gardel, en1935, donándole a los exiliados venezolanos en Curazao el dinero que el dictador Juan Vicente Gómez le había pagado por su actuación en Maracay.
Hoy, en el marco de esta tradición libertaria, miles de emigrantes venezolanos, agradecen la hospitalidad solidaria que les brindan el pueblo y el gobierno democrático de la fraterna nación del Sur.