El amor en tiempos de chavismo, por Carlota Salazar Calderón

Cuando Gabriel García Márquez escribió El Amor en tiempos del  Cólera, describió el amor infinito, en espera activa, que profesó Florentino Ariza por Fermina Daza, cuando al final, ya ancianos, logran emprender un recorrido acuífero sin paradas, levantado la bandera de la cólera, reflejó cómo una circunstancia difícil podía ayuda al amor.  Así, el escritor Checo Milan Kundera, en La Insoportable levedad del ser, después de la Primavera de Praga, a mediados de los años 60, cuando las fuerzas soviéticas toman la capital checoslovaca, narra cómo Tomás decide marchar con Teresa a Zurich, pero Teresa, que había sido partidaria de ello, decide volver sola a Praga, sentimientos encontrados en medio de esa clima de confrontación.

El brillante escritor Stefan Zweig, luego de un peregrinar por el mundo, huyendo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, decidió el tránsito a la muerte en la más idílica de las ciudades brasileñas, Petrópolis, escapando de la persecución nazi que se cernía sobre la comunidad judía de Europa,  pero no de sí mismo.





Son vidas en un marco político, social o económico, en medio de la cual la gente decide su destino.

El hombre en su inmensa capacidad de búsqueda por el poder, ideología, tierras, religión, apellidos, posesiones, derechos, valores… cae inexorablemente en el eteno retorno, la repetición de todo lo vivido (Nietzsche), en las formas: guerras, guerrillas, acuerdos, elecciones… Lo que debemos es entender es que nuestras vidas no pueden depender de ellas, al decidir: ¿la utilizamos como hizo Florentino? ¿nos marchamos como Tomas? ¿nos suicidamos como Zweig? o ¿nos quedamos a enfrentarlas?

¿Cuántas historias de los romances en esas largas travesías en autobús, avión y hasta a pie, de los migrantes? Yo solo quiero contarles la de la familia Rodríguez. La más joven Patricia, alegre, amiguera, inteligente terminaba su carrera con ganas de comerse el mundo, pero la crisis en el 2015, la asfixió: su padre jubilado no podía costear sus estudios, medicinas y alimentación, decidió irse. Su novio Francisco tenía un trabajo estable con posibilidades ascender y sus padres buena posición económica, se quedó. Patricia decide  dejar sus sueños aquí, para cumplirlos en otra parte. Una vez establecida en Perú se llevó a su hermano menor, ayudaba y a sus padres y demás parientes y por último se fueron todos. Gracias al apoyo humano y solidario de Patricia, y de las muchas Patricias, es que los venezolanos sobreviven.

Mientras el joven Jesús graduado de medicina con ideales democráticos decidió quedase a luchar políticamente, su novia se fue con Patricia, pero ambas lo ayudan. En tiempos de chavismo el amor se ha debatido en medio de la división, del dolor por los muertos, enfermos y separaciones, maltrecha, desesperanzada e impotente… gobernada por mafias, sin derecho a nada… ¿Hasta cuándo? ¡Preguntan por allí! Hasta que decidamos enfrentar, dejemos de llorar por los rincones  victimizándonos y nos unamos en torno a un proyecto político que atienda al fortalecimiento de la sociedad.

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