Emigrantes, por William Anseume

Emigrantes, por William Anseume

¿Hubo en la historia de Venezuela una situación similar a la que atravesamos hoy, en la cual los coterráneos huyeran en estampida diaria? De una huida se trata. Huyeron los indígenas de los españoles, cuando no los enfrentaban y se quedaban. Huyeron los caraqueños en aquella corrida a oriente, cuando Boves pedía a gritos las cabezas de todos. Huyeron muchas veces del país quienes luchaban por la libertad para volver a la formación o al rescate de la institucionalidad. Retornaron para fundar o refundar país.

El venezolano no tenía por costumbre; era innecesario, irse de su tierra, de esta tierra amable, con gente receptiva a todo con cariño, sin estaciones tortuosas por ratos, donde todo pareciera siempre estar y estar por hacerse. No hubo nunca necesidad, obligación de huir, como ahora, de la familia, de la casa, de la tierra labrada, donde todo se consigue hasta con una sonrisa. Venezuela nunca fue inhóspita, ni huraña. Ahora lo es. La cubanización ha incidido para que nuestros compatriotas, nuestros conciudadanos, abandonen todo en busca de un respiro, de un poder vivir.





No vengan con el resultado de que es una moda juvenil. Eso no es cierto. Millones de venezolanos, jóvenes o no, van como sea a donde sea que puedan comer, que puedan ser libres en todo, con algo de tranquilidad, ésa que su tierra hoy no les ofrece. El régimen, causante de esta terrible desgracia familiar, política, social, pscicológica, alimentaria, de salud; que trastorna y agobia la vida del venezolano que se va y también del que se queda, insiste en negar su provocación para que esto ocurra desde hace años. Insiste, también, en negar la existencia de una crisis humanitaria sin precedentes en este continente. Nadie quiere vivir en dictadura. Nadie quiere morirse de mengua, ni de hambre, ni ver padecer las calamidades más crueles a los suyos. Por eso huyen en estampida los venezolanos, sobre todo los jóvenes con el futuro cercenado por completo, incapaces de vislumbrar una pronta reconstrucción donde su vida tenga algún asidero posible, algún mínimo de sentido.

La dictadura anterior a éstas del “socialismo siglo XXI” provocó el exilio de múltiples venezolanos, jamás un millón siquiera, perseguidos o aterrados con el régimen. Y abrió compuertas a los inmigrantes con fines sociológicos altamente cuestionables, guiada de la mano de su mentor Vallenilla Planchart, quien sostenía las tesis de su padre en cuanto a la mano fuerte orientadora de legos, en cuanto a mejorar el color de la “raza” y procurar más predisposición del venezolano al trabajo. Abrió compuertas a la oleada de huidores europeos especialmente; así tuvo que lidiar incluso con la llegada de buscadores de promisión hacia un país enriquecido de petróleo y oportunidades.

Se recuerda la llegada de barcos fantasmas desde las Islas Canarias a Venzuela: “… se dividía la cabina interna con  un piso horizontal nuevo para poder colocar más pasajeros, estos dormían sobre tablas y sacos, en pésimas condiciones, rodeados de piojos y sus propios vómitos”. En Caracas había en aquel tiempo hasta un Hotel de Emigrantes y el gobierno pagaba pasajes “para donde quisiéramos ir”. Se protegían, dejando el pellejo, de la dictadura de Franco.  Llegaron también a protegerse de otras varias latitudes latinoamericanas, signadas por otras sanguinarias tiranías.

Las dictaduras generan un riesgo vital permanente. La pregunta existencial circula en todas partes a diario. Si va acompañada por el hambre y la necesidad de protección en salud, la pregunta se ahonda. Escapar por la vida no es tarea fácil. Cuando se hace insoportable desenvolverse en un lugar, como quien se está por ahogar, se precipita una salvación o se genera el desenlace definitivo. No por ñoñería han aumentado tanto las tasas de suicidio en esta “tierra de gracia”.

Irse de su lugar destempla al ser. Esta desgracia humana no puede banalizarse ni esconderse. Ya la ONU tiene la mirada fija en nuestra situación. Es todo el orbe.

La reconstrucción vendrá, pronto; para ello la labranza actual. Algunos volverán para arrimar el barco. Otros, nostálgicos, a lo lejos, percibirán el resurgimiento. El trabajo, diario, está en evitar que más gente quiera irse de nuestro país. Pero hay que brindarle razones y garantías para quedarse. Bienvenida sea la transición más inmediata.

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