Perú: la confrontación entre Presidencia y Congreso, por Gustavo Romero Umlauff

Perú: la confrontación entre Presidencia y Congreso, por Gustavo Romero Umlauff

 

El presidente peruano, Martín Vizcarra, acaba de conceder una entrevista al canal de televisión CNN en Español quien, ante la pregunta del entrevistador que si es-taría dispuesto a cerrar el Congreso de nuestro país, señaló que no desechaba medida alguna “para lograr el objetivo de luchar y destruir la corrupción que tanto daño ha hecho al Perú”.





Si bien, soy de aquellos que creo que la corrupción que se ha enquistado en altas esferas del Estado y del Gobierno hay combatirla duramente y sin cortesías, la res-puesta del presidente Vizcarra ante esa pregunta me resultó más preocupante que alentadora pues siendo él huérfano de agrupación política u otro tipo de organiza-ción que lo respalde, su discurso sólo se apoyaría en una volátil opinión pública para anunciar un eventual cierre del Congreso si es que no cuenta con el apoyo a su propuesta de reformas.

Claro está que la cruzada que el presidente Vizcarra ha emprendido, a partir de su discurso ante la Nación el pasado 28 de julio, resulta encomiable ya que nadie –en su sano juicio- puede pretender que la corrupción constituya una virtud y que so-breviva sin sanción o pena alguna por parte de las autoridades.

Si bien, las informaciones periodísticas han mostrado con crueldad la corrupción del sistema judicial del país, la apuesta del presidente para impulsar una reforma política a partir de aquellas revelaciones con la presentación de unos proyectos de ley de reformas constitucionales podrían, a mi criterio, ser más perniciosos que be-neficiosos al no sustentarse en propuestas legislativas serias y apoyadas en ade-cuados argumentos científicos y jurídicos.

Como soy persona formado en leyes, mi natural curiosidad por leer los textos legis-lativos propuestos por el presidente, me ha llevado a considerar que resulta extraño que haya presentado proyectos que sean contradictorios uno de los otros e impo-sibles de ser simultáneamente aprobados por el Congreso de la República.

Si con aquellas declaraciones televisivas, el presidente apunta a desafiar al Con-greso y exacerbando los ánimos ciudadanos bajo una entendida lucha contra la corrupción tras las publicaciones de negociados e infames favores en procesos ju-diciales y oscuras componendas para nombramientos de jueces y fiscales, entre otras repugnantes revelaciones, es muy probable que el panorama político se vaya enturbiar más de lo que está ahora.

Si lo que el presidente pretende, como lo queremos todos los ciudadanos honestos, es que salgan todos los corruptos del Poder Judicial o del Ministerio Público, ¿a

qué viene descargar su enojo contra el Congreso con proyectos legislativos caren-tes de un buen análisis jurídico? ¿Por qué presentar proyectos de reforma consti-tucional pocos reflexivos y discordantes uno del otro?

Aunque los parlamentos y congresos en el mundo raramente gozan de la simpatía ciudadana, también tenemos la urgencia de contar con un gobierno fuerte, enérgico y dinámico que nos conduzca hacia el desarrollo que la ciudadanía demanda y sustentado en una sólida legitimidad, dando un profundo viraje de aquellos innece-sarios discursos provocadores contra sus adversarios políticos y cuando lo que se reclama es la concertación con las diversas fuerzas partidarias sobre qué tipo de reformas se pretende para nuestro país.

El liderazgo de un presidente no sólo se gana en las calles sino, fundamentalmente, en su habilidad en llegar a acuerdos y en su destreza para conseguir la unidad nacional a pesar de ser parte de una fracción que se encuentra enfrentada a otra.

[email protected] @GRomeroUmlauff