Carlos Ochoa: Angustia de país

Carlos Ochoa: Angustia de país

 

Algunas personas que se sienten un poco decepcionadas porque no perciben a la oposición unida como el yunque al arado halando hacia el mismo lado todo el tiempo, me han preguntado de dónde saco el optimismo. La respuesta es simple, sin un constante esfuerzo por hacer realidad la esperanza, la política no existe, esto equivale a decir que el político construye un relato en donde el futuro es un espacio de esperanza, claro, este relato tiene primero que psico emocionar positivamente. Ya Ernst Cassirer en “El mito del Estado” a principios de los años 40 intentaba demoler  la supremacía de la razón, para ello desarrolló de manera paralela la idea que el mito y la razón no son excluyentes. Esto quiere decir en lenguaje coloquial, que los relatos con los cuales nos identificamos no son totalmente racionales ni emocionales, sino una unidad en búsqueda de equilibrio  en nuestra mente, que es más que el cerebro físico para la filosofía y algunas creencias religiosas, es en esa unidad en donde se construyen identidades y aversiones,  de acuerdo a las necesidades, expectativas y experiencias.





Para explicar la importancia del relato político, entendamos que se trata de una estrategia de seducción, de enamoramiento, en donde la exposición de las ideas e historias míticas del pasado,  se unen a la racionalidad descriptiva y analítica del pensamiento presente, tratando de esperanzar el futuro de la mayor cantidad de personas, para alcanzar, mantenerse o para cambiar el poder hacia otras identidades o mayorías.

Entonces la pregunta casi obligada de acuerdo a lo expuesto es. ¿La oposición ha construido un relato alternativo de país distinto al que vendió Chávez y sigue vendiendo Maduro? La respuesta es positiva, si lo ha hecho, con muchas dificultades y sacrificios, hoy más del 80% de los venezolanos rechazan a Maduro y anhelan un cambio. El problema es que con un objetivo estratégico común, no ha consolidado  una hoja de ruta compartida para salir definitivamente del desastre que significa Maduro. Esto equivale a tener a su favor el desenlace de la historia, pero con varias versiones de cómo llegar a ese desenlace.

Obviamente que enfrentamos a un gobierno que si tiene un objetivo debilitado pero definido que es mantenerse en el poder, para ello cuenta con la ayuda de los comunistas cubanos, de Rusia, Turquía, y sus aliados latinoamericanos del ALBA. En este momento su estrategia principal es la de hacernos creer que está monolíticamente unido, lo cual no es exactamente la realidad, mostrarse fuerte cuando la verdad es que se sostiene  por la fuerza de las bayonetas, tiene muy poco apoyo popular, su relato no convence porque como dice la neuropolítica no emociona, son muy pocos los que están enamorados con las promesas de progreso y bienestar que hace Maduro, por necesidad aceptan las bolsas de CLAP y los bonos, por miedo muchos venezolanos han sacado el llamado carné de la patria y registrado sus vehículos para acceder a un supuesto subsidio a la gasolina, pero no es amor ni identificación con el socialismo, es sobrevivencia de la más terrible, porque no es una respuesta  emocional ni racional, sino primitivamente instintiva.

Muchos venezolanos que deseamos un cambio profundo, sufrimos de algo que podemos llamar  angustia de país, esa angustia por Venezuela nos hace sentir por ejemplo, que una declaración diplomática como la del grupo de Lima se convierta en una decepción, cuando la realidad es que  la diplomacia actual no  puede considerar las intervenciones a países por muy buenas intenciones que se tengan en un consenso,  que  un viaje a China para buscar un respiro y ganar tiempo para correr la arruga de la crisis económica, sea  una tragedia, cuando no se sabe si le van a dar los 5.000 millones o no, que ya sabemos de antemano no son suficientes sino para pagar los aguinaldos y honrar algunos compromisos de la deuda,  simulación y más simulación por parte del gobierno, para hacernos creer que las medidas están teniendo éxito, cuando lo que vemos en la calle es todo lo contrario.

Convertimos en un torneo existencial cada trapo rojo, cada tropiezo, y así es complicado ponernos de acuerdo en el cómo y cuándo vamos a salir de esta pesadilla. La angustia de país tiene que ser concretada  en la unidad estratégica de la dirigencia política, la sociedad civil, los organismos internacionales y los países aliados entre otros, que tienen que moverse con firmeza  en múltiples escenarios, distintos tableros, allí está el cómo necesario para ganar, ganar.