Maduro insiste en imponer la criptomoneda que nadie quiere

Maduro insiste en imponer la criptomoneda que nadie quiere

 

Desde su anuncio formal al país, a fines de 2017, el petro ha mutado sin terminar de materializarse como el criptoactivo prometido por el Gobierno venezolano ni como la unidad de cuenta que servirá de referencia para la economía venezolana. Aun así, Nicolás Maduro asegura que desde el 1 de octubre operará como “moneda de intercambio comercial”, algo que aviva la intranquilidad en un país abatido por la hiperinflación, con ingresos menguados y un déficit que ronda los 15.000 millones de dólares.





Zenaida Amador/Al Navío

“El 1 de octubre el petro entra en funcionamiento como moneda de intercambio comercial para las actividades internacionales de la República”, informó Maduro la semana pasada. Sería su segundo intento, en menos de un año, por imponer el petro como “moneda” y nada indica que hayan mejorado las condiciones para lograrlo.

De hecho, tras el nuevo anuncio oficial de activación del petro, Estados Unidos aprovechó para incluir a las personas jurídicas de ese país en las restricciones dictadas en el primer trimestre sobre el particular. Así, el Departamento del Tesoro recién informó que se prohíbe “a toda persona o compañía sujetas a las leyes estadounidenses” realizar transacciones con cualquier moneda digital emitida por el Gobierno de Venezuela.

Maduro retomará la estrategia de usar el petro para convertirlo en “sostén de la expansión de la inversión y del crecimiento de la economía real venezolana”

Con este peso en el ala Maduro retomará la estrategia de usar el petro para convertirlo en “sostén de la expansión de la inversión y del crecimiento de la economía real venezolana”. Es decir, pretendiendo levantar con el petro los recursos que escasean por el desplome productivo de la industria petrolera, por el peso en las finanzas del sobreendeudamiento contraído en los años dorados de la renta petrolera y por el impacto de las sanciones internacionales impuestas a su gobierno.

Idas y venidas

En diciembre de 2017 Maduro afirmó: “Ha sido creada la criptomoneda venezolana”. Prometió que tendría respaldo en oro, gas, petróleo y diamantes, gracias a lo cual Venezuela podría hacer transacciones financieras y “avanzar hacia nuevas formas de financiamiento internacional”.

Finalmente, el petro fue lanzado en preventa el 20 de febrero y todo el proceso estuvo signado por la opacidad y la improvisación, con cambios significativos en sus características técnico-operativas, lo que condujo al fracaso de su arranque como criptomoneda y estimuló la desconfianza entre los inversionistas.

En abril se emitió un decreto donde el Estado venezolano se comprometió a promover y garantizar “la utilización de las criptomonedas como medios de pago en las instituciones públicas, empresas privadas, mixtas o conjuntas, dentro y fuera del territorio nacional” y Maduro ordenó a compañías estatales como PDVSA, Pequiven y la Corporación Venezolana de Guayana que realizaran una porción de sus compras y ventas en petros.

Si bien Maduro dijo haber levantado 5.000 millones de dólares en la preventa del petro los hechos han demostrado que eso nunca ocurrió. Incluso su ministro del área de Tecnología, Hugbel Roa, le confió a la agencia Reuters el pasado 24 de agosto que la tecnología detrás de la moneda todavía está en desarrollo y que “nadie ha podido hacer uso del petro (…) ni se ha recibido el recurso”.

Tras estos fracasos, Maduro le dio un nuevo giro al petro y lo instauró como “unidad de referencia y anclaje” de la economía nacional. Sin haberse materializado ni haberse transado alguna vez, el petro alcanzó una paridad referencial con el dólar en función del precio del petróleo. De esta manera, el 17 de agosto se anunció que el petro tenía un valor de 3.600 bolívares soberanos y que sería “la unidad de cuenta fluctuante que servirá para fijar el valor del trabajo y el precio de los bienes de la economía”, algo que tampoco termina de cuajar.

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