Leocenis García: Las cajas de Ariel, que valida Tibisay

Desde el día que Hugo Chávez murió, sus sucesores se convirtieron en personajes difíciles de entender y descifrar. Mutaron-los altos dirigentes del Psuv- en seres sin escrúpulos, capaces de hacer un acuerdo en la esquina y romperlo en la siguiente, de mentir, de manipular, pero sobre todo de mutar a sinestros personajes expertos en acabar con los principios básicos de la política.

Recientemente el CNE ha validad un partido de Capriles, al que le ha puesto como representante su ex jefe de giras. Luego, conocido el evento, ha intentado disfrazar el asunto. Gracias a ese discurso enrevesado, que considera a los ciudadanos marcianos que no conocen nada, y a los cuales todo se les puede ocultar, Capriles terminó donde está.

A la par se legalizó el partido de Timoteo Zambrano, quien le pidió a Delcy Rodríguez, el favor de que Prociudadanos-el partido que dirige este servidor- fuera ilegalizado. Y así fue.





Pese a los esfuerzos de gente seria en Venezuela, el Gobierno no tiene intención ninguna de participar o medirse en elecciones con quienes podamos derrotarle. Ellos quieren una oposición a su medida. El resultado está ahí: el proceso de inscripciones de concejales, ha sido un completo fracaso.

El CNE, -que aun no explica cómo es que Prociudadanos, el único movimiento que recogió firmas y ha llenado dos veces los predios del CNE, no fue validado – sigue siendo algo misterioso y secreto, oculto por una retórica histriónica y espumosa de unos rectores repletos de ambigüedades o naderías que –casual o deliberadamente- desvían la atención de su verdadero objetivo, el cual podría revelarse como contradictorio con lo que se invoca

Todo lo que el Consejo Nacional Electoral está haciendo y deshaciendo, sigue un plan preconcebido con un objetivo definido y unos medios para alcanzarlo. En Venezuela en los últimos años no se ha movido un dedo sin que la Habana lo recomiende. Y la Habana nos tiene miedo, porque nosotros no llegamos al Cafetal sino a La Cota 905.

Maduro sabe que no tiene la oposición de 2002, aventurera y desesperada. Tiene una nueva oposición que está orgullosa de ser derecha. Está María Corina, están los gremios, y está Prociudadanos con una fuerza enorme en los barrios.

El Gobierno, intenta arrodillarnos a los lideres de Prociudadanos, al no darnos partido. Lo hace porque no entiende el valor del honor en la batalla política, es decir, de tener adversarios políticos, no enemigos a los que se quiere matar literalmente.

Los demócratas sí conocen ese valor, no un dictador. Esos valores fueron los que llevaron a colegas periodistas y a muchos más a hablar y escribir para defender los derechos humanos de Chávez y quienes le acompañaron en la aventura del 4 de febrero, que aquellos militares ni conocían ni reconocían. Y además que defendió el derecho a que dejaran las armas y se hicieran partido.

La temeraria ignorancia de los simpatizantes del Gobierno se puso de manifiesto, una vez más, hace un día cuando tomamos nuevamente el CNE por sorpresa, y unos burócratas gritaban desde sus oficinas como un loro el atroz grito ‘No volverán”, sin saber que no hay que volver porque ya andamos por ahí, pues superamos en votos al gobierno. Una cosa es estar en el Gobierno y otra ser gafo, señores.

Pero sabemos que el gobierno es un mago del ardid, el engaño y la manipulación. Así como el hambre la intenta convertir en su propia resurrección echa mano de cualquier cosa porque no tiene escrúpulos.

Bueno, el Gobierno que hoy intenta decir que no existimos, es el mismo Gobierno que ha tenido el tupe de llenarle de basura la cabeza a sus seguidores hablándoles de que Colon nos invadió. El 12 de octubre de 1492 Venezuela no existía.

El disparate mayúsculo de Chávez en su momento al decir “nos invadieron” pasa por alto que los indios que estaban en estas tierras no eran venezolanos, ni sabían lo que era una rueda. Pero, a tres siglos y nueve generaciones del descubrimiento del Nuevo Mundo, ya se había formado aquí un grupo humano con una cierta identidad nacional, que entre el colapso institucional de 1808, y el fin de la guerra de Independencia, en 1823, podían llamarse a sí mismos“venezolanos”. A partir de allí, las historias nacionales de los estados hispánicos de América incurrieron en la grave distorsión de describir como sus “nacionales” a los aborígenes que allí vivían para 1492, en una pirueta de sofismas que constituye el entramado de disparates que el chavismo tiene en la cabeza.