Pedro Vicente Castro Guillen: Ética del mal

Pedro Vicente Castro Guillen @pedrovcastrog

Esto bien podría leerse como un oxímoron, porque parece que enlaza dos términos antinómicos, sobre todo si tomamos como referencia al Padre fundador de la ética occidental: Platón. Quien pensaba que nadie podía hacer el mal a sabiendas. Es decir, sólo se podía hacer el mal por ignorancia. Por eso para este pensador el Bien es el principio supremo de la ética.

Pero para entender la noción de Bien en Platón, hay que comenzar por entender que se trata de la Idea de Bien y, a su vez empezar por lo que se puede entender por Idea. Siendo ésta, aquella forma de saber que no comparece de forma temática, sino que opera como guía de orientación de lo que se hace en cuanto se hace, como contenido ideal. Traducido a la jerga actual, diríamos que el conocimiento de las ideas se asemeja por analogía a lo que conocemos más como una forma de Know-how que a una de know-that. De tal manera, que la idea no tiene la naturaleza de un contenido, sino que es más bien la mediación ideal que permite al hombre orientarse correctamente en las distintas formas de tratar con uno mismo y con el mundo.

Siguiendo este hilo de pensamiento, la función primaria para Platón de la idea de bien es la de abrir la posibilidad plena de la realización de la justicia de manera efectiva en cada caso concreto. Otra función, es la de fundar la utilidad o provecho que pueden proporcionar potencialmente todas las cosas que incluyen el actuar justo y virtuoso. Se entiende entonces la idea de bien como el criterio que ante algo supuestamente bueno permite discernir si realmente lo es o no.





Esta concepción platónica de la ética tuvo una profunda resonancia en el pensamiento filosófico moderno, como por ejemplo, en Kant (cuya ética causo la admiración de filósofos como Hegel, Schelling, Schiller, entre otros). Para quien la ley moral es la ley de nuestra existencia inteligible, es decir, de la espontaneidad y de la causalidad del sujeto como cosa en sí. La ley moral es la que permite dar realidad objetiva al concepto de libertad, legisla precisamente sobre el objeto de ese concepto. Con lo que la idea del mal queda en Kant asociada a lo patológico, en el sentido de lo determinado por la sensibilidad. Son las apetencias y la búsqueda inmediata de deseos lo que nos aparta de un ideal universal y necesario. Pero el propio Kant descubrió (horrorizado hay que decirlo) que existe un mal radical. Esto quiere decir que la mentira y el robo son efectos sensibles, pero no por ello dejan de tener una causa inteligible. Es por ello que en la unidad originaria entre ley moral y libertad (el bien) encontramos una zona que se vuelve arbitraria donde el hombre puede optar contra la ley moral. Es decir, usamos nuestra libertad en transgresión de la ley moral para dejarnos determinar por una ley externa determinada por la sensibilidad: goce de lucro desenfrenado, el goce del asesino serial, del genocida, etc.

La gran filosofa judío-americana Hannah Arendt, se refirió al mal en un polémico escrito titulado La banalidad del mal un estudio que realizó sobre el líder nazi Adolph Eichmann, donde concluyó que lo terrible de este espécimen humano no era su carácter monstruoso sino lo normal que parecía ser. Es decir, este nazi junto a otros como Heinrich Himmler, podían enviar a millones de judíos a la muerte con el talante de un oficinista de correos (un burócrata que obedece ordenes). Esto no cabe duda escandalizó a la humanidad. Pero lo más grave es que nazis como Hermann Göring, lo hicieron con un espíritu renacentista. De aquí que lo terrible no es, y aquí lo que no vio Arendt, el que se cometan crímenes de manera banal, sino en su carácter ético, tal como Kant lo descubrió en su noción de mal radical y del cual huyó despavorido ante la posibilidad de un mal realizado con autonomía del bien y en uso de nuestra libertad.

Pero las dos Guerras Mundiales que asolaron la primera mitad del Siglo XX, extinguieron toda esperanza de que el mal radical fuera arbitrario aun en un sentido trascendental. es por ello, que Freud en el Malestar en la cultura (1930) y luego Lacan en su serie de Seminarios establecerían siguiendo el dictum de Nietzsche humano demasiado humano, que el mal sólo existe en el mundo del hombre. En la naturaleza no existe el mal en el mundo animal tampoco: no vemos gorilas realizando limpiezas étnicas y, tiburón y Sharknado son ficciones Hollywoodense. El mal esta sobredeterminado por el significante de acuerdo al descubrimiento del campo Freudiano-lacaniano: Campos de concentración, asesinatos en masa, desplazamiento forzados de poblaciones, conculcar derechos humanos y civiles consagrados en la Constitución, desconocer la crisis humanitaria de un país y un largo etc. La maldad es del sujeto porque el dasein humano es el único ser que habla.

Todo lo anterior pretende responder a una pregunta que una gran mayoría de venezolanos deben hacerse: ¿por qué la casta gobernante venezolana puede condenar a todo un país al hambre y a la miseria, al sufrimiento por mengua? No cabe duda que realizando un mal a sabiendas como lo planteado por Platón y persiguiendo fines patológicos como el lucro desmedido o el goce del poder sin límites. Pero siguiendo el hilo del pensamiento de Kant, el comportamiento de la kakistocracia que nos desgobierna esta ordenado por una voluntad dirigida al mal, una ética del mal. Por más que alguno de ellos nos parezca simplemente chabacanos, iletrados o inmorales, hay detrás de su conducta una ominosa voluntad de maldad.

Con lo cual, nunca podrán aducir ante el juicio de la historia: ni desconocimiento de la ley moral, ni obediencia a la ley positiva. Con lo cual sus acciones serán juzgadas de acuerdo con el hecho objetivo de una acción dirigida consciente y de manera artera a la causación del mal, como dirigida por una ética del mal.

Ahora nuestra tarea es que este juicio se realice lo más pronto posible y para ello debemos en obediencia a la Constitución luchar por la restitución de la República y la democracia.

Pedro Vicente Castro Guillen                       

@pedrovcastrog