Carlos Ochoa: Participar ¿con o sin condiciones?

Carlos Ochoa: Participar ¿con o sin condiciones?

El tema es escabroso porque ya hemos transitado ese camino y hemos ganado sin condiciones, pero el triunfo del 2015 que auguraba una pronta salida de Maduro no se concretó, dejando en la calle los cuerpos sin vida de  casi 200 jóvenes venezolanos en el 2016, víctimas de la represión del gobierno, los cuales hay que recordar siempre como mártires de la democracia, en una jornada épica en donde la juventud y la dirigencia opositora se encontraron, pero no lograron construir una estrategia más allá del lema compartido pidiendo elecciones libres  bajo supervisión, que el régimen no concedió con todo y la presión internacional que le exigía y le sigue exigiendo, para superar la crisis humanitaria que se cierne sobre Venezuela, por el contrario en diciembre de 2015 antes de entregar la directiva de la Asamblea a la nueva mayoría, Maduro se blindó política y electoralmente, con un Consejo Nacional Electoral y un Tribunal Supremo de Justicia nombrado a dedo sin respeto alguno de la normativa para designar los miembros de esas instituciones, que perdieron toda credibilidad de hacer contrapeso al poder ejecutivo al cual le son fieles e incondicionales.

La situación a la que nos enfrentamos con la ratificación de una Constitución hecha a la medida por una Asamblea Nacional Constituyente electa de manera ilegal, nos coloca en una situación de abismo, de división, enfrentamiento, descalificaciones a lo interno de la ya debilitada oposición política, que no podemos confundir con la abrumadora mayoría que rechaza a Maduro y su gobierno, son dos elementos  distintos con sus respectivas identidades e intereses. El desencanto, la desesperación, el rechazo, no ha podido ser politizado por los partidos y su dirigencia, lo que se traduce en una radiografía en donde el diagnóstico es de falta de coherencia discursiva, y de un líder creíble que capitalice el enorme descontento. Por alguna razón atávica que se ha intentado explicar pero nunca queda totalmente esclarecida,  el destino de Venezuela en tiempos de crisis, se identifica más con la aparición de un líder mesiánico, que con el cumplimiento de las leyes, que instituciones y ciudadanos estamos obligados a respetar y hacer cumplir.

Pero la experiencia con los líderes carismáticos y demagogos como Chávez nos ha dejado un legado negativo, así que si bien es cierto que se requiere de una cabeza visible que encarne un discurso que politice los intereses de  la mayoría descontenta que quiere salir de Maduro, esa persona tiene que poseer una virtud muy importante en política, antes que nada tiene que ser un componedor de alto vuelo, que logre primero la unidad estratégica de la oposición interna y externa en una sola ruta que no es otra que la transición.





Acudir a votar o no en una eventual ratificación de la Constitución que pretenden imponer, no puede ser considerado como un acto de principios, a favor del voto o en contra, porque esa es la trampa que como estrategia ha diseñado el régimen para paralizarnos, y fomentar teologalmente una discusión que se debe dar en el espacio de las virtudes ciudadanas, que son esencialmente políticas.

La oposición está obligada a construir con valores positivos el puente de plata con la mayoría descontenta, y acumular suficientes virtudes para interpretar qué hacer para trascender esta hora menguada por la que atraviesa Venezuela.

Así que, si por algo hay que comenzar la necesaria unidad, vamos a valorizar la política  para ser deseados por la mayoría descontenta, y hacer de ella una virtud en el hacer y en el obrar con grandeza, eso se traduce en abandonar posiciones principistas más no los principios, en el tema electoral, y en todos los demás aspectos de la política