Rafael Cadenas, por Ramón Peña

La caterva gobernante entierra la cabeza en la arena para ignorar que un ilustre escritor venezolano ha obtenido el Premio Reina Sofía de Poesía iberoamericana, el galardón más significativo de este género en nuestra lengua. El aparato comunicacional del régimen hace mutis sobre este acontecimiento de orgullo para el país. La razón del desconocimiento tiene la simpleza de todo dictum de este régimen mediocre: el poeta Rafael Cadenas no es de los suyos. Jamás podría serlo. Es incompatible quien, con la sencillez que le permite su grandeza intelectual, resumió en su discurso en el acto de premiación: “Libertad, justicia, democracia, civismo y honestidad” como las condiciones necesarias para un real vivir.

Contrastamos esta sordidez de hoy con un hecho de nuestra era democrática, sobre el cual escribimos hace algunos años en esta misma columna. Corría el año de 1967, Venezuela en ascuas por la insurgencia guerrillera. En una madrugada de mayo desembarcan en las costas de Barlovento lideres insurrectos en compañía de milicianos cubanos, todos pertrechados y entrenados por el propio Fidel Castro. Ese mismo año, pocos meses más tarde, le es adjudicado el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos al narrador peruano, Mario Vargas Llosa, en aquel entonces adherente público y ferviente del régimen castrista, directivo de la Casa de las Américas de Cuba. No obstante, la institución oficial que auspiciaba el premio, el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (Inciba) dirigido por Simón Alberto Consalvi, respetó la decisión del jurado del certamen, como un lauro literario al margen de la postura política del escritor. Con toda solemnidad, altos representantes del gobierno democrático del doctor Raúl Leoni hicieron entrega del premio al autor de la novela ganadora, La casa verde.

Era nuestra democracia, que exhibía hidalguía y respeto a la creación y el conocimiento. Un abismal contraste con la mezquindad y pequeñez de los actuales enterradores de la decencia.