La cocción de los EE.UU. a término medio por Federico Boccanera

La cocción de los EE.UU. a término medio por Federico Boccanera

Elecciones a término medio

Comencemos informando a los lectores que las elecciones a medio período o midterm, no solo escogen a miembros del congreso, se trata de unas elecciones de rango general, en donde se eligen 34 gobernadores de estado, en muchos casos con sus respectivas asambleas, y también algunas alcaldías.

En un país realmente federal como lo son los EE.UU., desde luego que la elección de gobernadores es muy importante, y el esfuerzo de campaña puesto en ellos lo comprueba, pero es en la elección de miembros del congreso donde se concentra el interés de los analistas políticos, por su influencia directa sobre el gobierno central. En este tipo de elección, la totalidad de la cámara de representantes y un tercio de la de senadores es renovada. Lo que explica también, porque es más probable que los vuelcos políticos del partido opositor de turno ocurran en la cámara baja.

Encendiendo la brasa

Estas elecciones ocurren en un momento especial, entendiendo por especial, su alejamiento de la “normalidad” vivida en los EEUU, al menos en los últimos 40 años, y que solo los atentados del 11 de septiembre de 2001 tuvieron el suficiente impacto para alterarla.

Cuando hablamos de períodos de normalidad o de paz en los EE.UU. debemos estar atentos, porque no siempre la situación ha sido así, en el siglo XIX el país tuvo que enfrentar la carnicería de la guerra de secesión, cuya impronta aun sigue viva en muchos estados, digan lo que digan, y en el siglo XX ni hablar: apartando las guerras mundiales, se debe reseñar la gran depresión de los años 30 a raíz del crack bursátil de 1929, y desde luego, lo que les tocó vivir en los años sesenta, y en ese período vamos a hacer hincapié, porque de algún modo podría repetirse, esta vez como resultado de una dinámica controlada por ciertos factores, que en La Cabilla hemos estado estudiando desde hace tiempo, lo cual nos lleva a concluir que podría estar en desarrollo una situación de conflicto interno creciente, en donde pareciera que se esta haciendo de todo, de lado y lado, para ir hacia una escalation como la de los años sesenta.

¿Recuerdan los años sesenta en los Estados Unidos? si por alguna razón no los recuerdan, los sesenta fueron la década de los asesinatos de John Fitzgerald Kennedy, Malcolm X, Martin Luther King y Robert Kennedy, la década de Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles y Vietnam, la de los disturbios raciales no solo en el “Deep South” sino en grandes ciudades como Los Angeles, New York, Chicago, Detroit, fue la época de las panteras negras y del black power en todas sus salsas retando al sistema, época de fresas de la amargura, rebelión estudiantil y universidades en operativo policial, liberación femenina y revolución sexual, contracultura, psicodelia y alucinógenos. En un estado como California “convivían” Charles Manson, pacifistas, Ku-Klux-Klan y hippies. En los años 60 el ejército de los EE.UU. no solo intervino en Vietnam sino en muchas calles de muchas ciudades americanas, y pasó trabajo.

Los años sesenta para muchos “ciudadanos normales”, representaron una “época de fin de mundo” donde todos los valores se iban perdiendo y todo cambiaría para peor, sin embargo, el país aparentemente superó la prueba, y ya en la década de los ochenta con Reagan, todo parecía un lejano recuerdo. En realidad, las cosas siguieron igual, porque nunca hubo una resolución convincente, definitiva, capaz de superar cierto estado de cosas, solo hubo una tregua, un armisticio, el “American Dream” seguiría siendo una cuenta pendiente en muchos sectores y niveles de la sociedad, que se podían anestesiar aumentando la dosis de consumo y crédito fácil en la ecuación del “American Way of Life”.

Los que creen que los Estados Unidos andan mal, no tienen idea de cuán mal se podría poner la cosa -en términos más que palpables- de seguir la exacerbación de los ánimos en plan de caos políticamente aprovechable, y existe un precedente ominoso en esos años sesenta, en el país de la guerra de secesión cien años antes, el país de las tensiones internas permanentes (no solo raciales), que forman parte de su historia, que han moldeado su historia.

Por eso cuando en los EE.UU. se habla de instituciones, y de su solidez y estabilidad, se habla muy en serio, y la preocupación es grande, porque su historia no es la de una nación de perenne paz interior, se trata de una nación que ha sido embestida internamente hasta por su bolsa de valores en 1929, generando crisis, desempleo, pobreza y hambre, hasta un punto que fue aprovechado para la aplicación del socialismo en receta “New Deal”, algo que más bien prolongó la depresión, contrariamente a la glorificación interesada que se ha hecho de Franklin Roosevelt.

La situación actual donde nos encontramos con tiroteos a cada rato, francotiradores, lobos solitarios, sobres-bomba, linchamientos morales, una dramatización mediática de agitación y propaganda desbocada y asfixiante, y la función teatral de la caravana-cruzada para recuperar tierra santa al norte de la frontera, escénicamente balanceada por la movilización del ejército para levantar el muro en versión militar, se podría decir que son los ingredientes, algunos en farsa, otros en drama, de una cocción que todavía se encuentra a término medio, en el país occidental donde el terrorismo de matriz interna hace más víctimas que en ningún otro, el país donde el Estado renunció al monopolio de la violencia permitiendo que millones de ciudadanos conviertan sus hogares en arsenales, el país donde al fin y al cabo, el warfare predomina sobre el welfare.

Desarmar la bomba de tiempo

Hay algo que debería ser tratado con sumo cuidado, y es la cuestión de la guerra que se ha desatado desde toda trinchera contra Donald Trump, y las posibles consecuencias que esto podría traer. Sacarlo del poder a como dé lugar, podría desatar demonios que no sabemos si han sido debidamente identificados y ponderados, sobre todo porque la hipótesis de conflicto civil en la sociedad estadounidense no puede ni debe descartarse nunca, menos aún si observamos lo que ha pasado en los últimos años, especialmente a partir de la administración Obama en donde comenzó a hacerse visible una descarada obra de manipulación y polarización.

A esto súmenle la reacción que ha aflorado en otro sector de la población, ese que algunos denominan el “proletariado blanco” (aunque mucha burguesía, no solo pequeña, entra en él), sector nada pequeño y que tiene en Trump a su mesías, sumen esto y sabrán que se ha instaurado una “dialéctica” que de no ser detenida, o por lo menos atenuada, podría llevar a la confrontación y la fractura, y es obvio que pareciera que ambas partes actúan como si guerra quisieran, como sabiendo que la mecha ha sido recortada y la carga bélica reforzada, de hecho, la caída de Trump ya cuenta con una narrativa lista para ser usada: “no lo dejaron gobernar, lo sabotearon sin piedad” ¡cuidado! porque este relato se parece al de la puñalada en la espalda de Alemania, en la primera guerra mundial.

Por otro lado, y lejos de las trincheras en donde siempre se ubican los radicales de todos los bandos, el ciudadano común, ese que conforma la gran “mayoría silenciosa” a la cual se refería Nixon, tiene como sana tendencia histórica “repartir el poder” entre ejecutivo y legislativo, y la ocasión siempre se ha presentado en las elecciones a medio período. Es así como en más de una ocasión, la oposición ha reconquistado el congreso a mitad de camino, es algo que colectivamente se percibe como “bueno para la democracia” porque implica el cumplimiento del sistema de “pesos y contrapesos” sabiamente diseñado por los padres fundadores.

Esta posibilidad está planteada, en el pasado, la oposición ha sido capaz de remontar los escaños necesarios para acceder al control de alguna, o ambas cámaras del congreso, incluso con desventajas superiores a las actuales. En esta oportunidad, los expertos comentan que es posible que Trump conserve su mayoría republicana en el senado, pero podría perder la cámara de representantes en pos de los demócratas.

He aquí el punto más interesante que plantean estas elecciones, y no es otro que el de la “gobernabilidad en Washington”, pero en su vertiente actual, de gestión entrabada por una dinámica polarizada, extremizada, de batalla política por la “hegemonía sobre el imaginario”.

Una derrota del partido republicano, por ejemplo en la cámara de representantes, podría ser una catástrofe para Trump en el sentido de los obstáculos inamovibles que podrían ponerle a su accionar, aunque también, y con cierta dosis de cinismo, podría verse como una buena noticia para quienes refuerzan la narrativa del saboteo contra su gestión, algo que dada la habilidad comunicacional de Trump hacia su electorado, no debe subestimarse. Obviamente si esto llegase a plantearse así, y el “Trump víctima” cobrase aún más popularidad, algo nada descartable dado el clima político, las posibilidades de impeachment para impedir que llegue al 2020 podrían aumentar, para “cortar por lo sano” e impedir una repetición de la sorpresa de 2016.

Pero hay algo que de todos modos podría obrar en contra de los “antitrumpistas”, y es que el fracaso de Trump no solo representaría una amenaza para la seguridad pública por reacción popular. Su salida anticipada podría dificultar cosillas nada secundarias como que el galopante armamentismo reactive ese complejo industrial-militar, tan crucial para la salud productiva e innovativa de los EE.UU. y además podría estorbar que se ponga en práctica a un costo político muy conveniente, algo que una burbuja bursátil demasiado prolongada e insostenible, está pidiendo a gritos (amordazados por los medios): una gran rectificación que no sea ninguna rectificación, de los mal llamados “mercados”.

El primer reto de Trump hacia el 2020

Los mercados bursátiles realmente no andan nada bien, han ocurrido baños de sangre que no trascienden a la opinión pública, solo se cuela como información al pueblo la crecida de la economía y del empleo, y en cuanto a la “guerra comercial”, mientras dure lo suficiente para provocar alguna catástrofe oportuna que justifique, no las debidas rectificaciones, sino tomar “medidas de rescate” que permitan seguir con el trend de imprimir dinero y emitir deuda como si no hubiese un mañana, esto podría hasta contar con el soterrado apoyo de esas mismas élites que se supone deberían estar sufriendo por los embates de Trump.

Esto es así, y explica por qué nunca se han tomado las medidas de desahucio e higiénicas, que deberían haberse aplicado desde la crisis de 2008, y la razón es simple: no se puede cambiar nada porque el sistema económico basado en emisión, deuda y alcahuetería bancaria global, se ha cristalizado, intente usted hacer algo sensato y la estatua hueca de cristal finísimo estallaría, y las astillas dañarían a todos, incluso a quienes provocan los ciclos económicos adrede, para prolongar la prosperidad de estados, corporaciones, especuladores y bancos.

Y como la economía china también se encuentra en (notables) dificultades, Donald Trump y Xi Jinping ya se dieron un telefonazo para prometerse un encuentro y conversar, a pesar de que se diga que “el aprecio no es el mismo de antes”, en realidad, ni China ni los EE.UU. pueden prescindir el uno del otro, podrían hasta prescindir de Europa, pero hasta allí, y de hecho, el daño que la guerra arancelaria le podría causar a la Unión Europea, es algo que beneficiaria a los dos grandes contendientes (y unos cuantos más), y cuidado y esa sea la justificación real, al fin y al cabo, no se sorprendan nunca de nada.

Los antitrumpistas que se cuiden

¿Estarían los antitrumpistas dispuestos a seguir con su obra de demolición, pase lo que pase en las midterm? Bueno, aquí la pregunta no se le debería hacer a ellos, sino a los lobbies, grupos y capitales que sustentan sus agendas y sus modus operandi, porque para nadie es un secreto que hay sectores del partido demócrata que no están tan interesados en ahondar la conflictividad, sino más bien volver a prácticas de oposición más sensatas (y responsables), estos sectores desde luego no cuentan con el apoyo de la fracción elitista-globalista-progresista de Clinton-Obama, ni con la tendencia abiertamente socialista de Sanders, pero paradójicamente podrían verse beneficiados en el caso que los demócratas de línea dura no logren un ascenso convincente en estas elecciones.

Desde luego, la vuelta de un partido demócrata no dispuesto a la diatriba, al insulto, al dogfight escénico y a la polarización estridente, es algo que en modo alguno podría beneficiar a un Trump que necesita como el oxígeno, alguien con el cual caerse a trompadas mediáticas y estatutarias, sin las cuales, el personaje se podría desinflar entre sus hinchas, creemos que no hace falta explicar mucho esta parte.

¿Para cuándo el Trump 2.0?

El Trump 2.0, o sea, un Trump más “presidencial” y menos “personaje” podría no llegar nunca, sobre todo si su “naturalidad” le sigue dando tan buenos resultados ¿usted desecharía el método exitoso que le permitió llegar a la presidencia?

Sin embargo, algunas decisiones de cierta envergadura, sobre todo en política exterior, podrían representar la evolución a un Trump en versión 1.1 por los menos, especialmente si lograse retener un congreso que no fuese tan desfavorable, y eso sí, sin abandonar nunca su estilo gruñón e irritante de “primero romper y luego negociar”.

(Por cierto, la aplicación machacona de ese método es una de las pocas cosas realmente predecibles del personaje, y lleva siempre a que mucha gente se equivoque de lo lindo de buenas a primeras, como ha pasado todas las veces que lanza algún ladrido contra Maduro).

El énfasis en contra de Irán seguirá aumentando, porque pareciera que se ha convertido en el meollo de su política exterior, posiblemente por influencia de Arabia Saudita e Israel más que por convicción interna, dada su naturaleza tendencialmente aislacionista. Otras cuestiones, como las tensiones con China y con Rusia dependen de demasiados factores, que ameritarían un trabajo especial bastante extenso, en otra ocasión.

Con respecto a Venezuela, en trabajos y artículos anteriores hemos apuntado que esto dependerá sin duda alguna de su reelección, por tratarse de una materia de ámbito “latino” que en los EEUU es sensible y tiene su importancia (aunque no tanta como la sobrevaloración sistemática que se hace de ella en los medios hispanos). Una intervención en Venezuela nunca podría ser unilateral, y por lo tanto depende de “cuadres” que llevarán su tiempo y deberían insertarse en una nueva política de seguridad hemisférica, que requerirá de todo menos precipitación por parte de sus posibles aliados, sobre todo porque factores importantes como Duque en Colombia, López Obrador en México y Bolsonaro en Brasil, todos se encuentran o se encontrarán por un tiempo, al principio de sus mandatos, enfrentando prioridades internas, y Trump se encontrará fajado en su campaña electoral permanente, interesado más en ser un “Trump 2020” que no “2.0”.

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