La unidad de la oposición es nuestro propio salvavidas, por Gladys Socorro

Dejen el show que no hay tarima. Quienes centraban su discurso en la intervención militar gringa en nuestro país se quedaron sin gasolina. Por fin un golpe de racionalidad en todo este marasmo político nacional que lo único que ha logrado es dividir a la oposición, alejándonos cada vez más del objetivo: el cambio de gobierno y de su sistema político.

Lo dice el gobierno de Estados Unidos, también los vecinos colombianos, además de 11 de los 14 países que conforman el Grupo de Lima. Palabras más, palabras menos, coinciden en la necesidad de que sean la oposición y los mismos venezolanos quienes acuerden el camino a seguir para buscarle una salida a la emergencia social, económica y política en Venezuela, además con unas condiciones muy claras: alejados de la violencia y transitando la senda pacífica y negociada. Una vez que nosotros nos organicemos, entonces ellos nos secundarían, antes no.

Para quien no haya entendido el mensaje, se lo pongo clarito: la comunidad internacional ya se cansó del pa’ lante y pa’ trás de la oposición, de tener que sentarse a discutir escenarios y acciones con los tres bloques que la conforman. Los gobiernos del mundo que le han extendido la mano a Venezuela no están dispuestos a seguir exponiendo el pellejo para intentar solucionar un problema que a lo interno pareciera no tener quórum para lograrlo. En el mundo ya entendieron que lo que mantiene a Nicolás Maduro en el poder es una oposición dividida, es decir, que la solución pasa por su reacomodo, del que aún no hay señas claras de que quieran hacerlo. Nos guste o no, el destino de los venezolanos está en las manos de la dirigencia opositora, desde los más radicales hasta los más comedidos. Ninguna tendencia sobrevivirá sin la otra, y nosotros, los ciudadanos, mucho menos.





Quien siga prometiendo una pronta salida a la crisis a través de la intervención internacional sería, cuando menos, cínico y mentiroso. Sobre quien siga vendiendo villas y castillos a través de esta vía, habría que preguntarse cuáles son sus verdaderas intenciones. Despiertan suspicacia por su empecinamiento en algo que a todas las luces sólo existe en sus cabezas. Si ya los protagonistas internacionales hablaron claro y les desmontaron el discurso estridente, ¿por qué seguir empeñados en descalificar y bloquear las vías pacíficas propuestas? ¿Por qué seguir jugando a profundizar la división opositora en detrimento de la consolidación de una fuerza que garantice el desmoronamiento oficialista? ¿Acaso en algo se benefician con que este gobierno siga en el poder? ¿Para qué lado juegan?

Aquí ya no hay tu tía. Todos los caminos conducen a Roma. Todos los apoyos internacionales cerraron filas en torno a la necesidad inaplazable de ir a un diálogo o negociación política, como usted prefiera llamarlo. Saben que Venezuela es una bomba de tiempo que en cualquier momento puede explotar, con consecuencias aún más graves para toda la región.

Por donde se mire, la unidad opositora es fundamental para definir el rumbo en cualquier escenario, desde un gobierno de transición, la convocatoria a elecciones generales o hasta en el marco de una explosión social. Una tarea que debería ser relativamente sencilla, por cuanto todos los sectores involucrados tienen el objetivo común nacional de un cambio de gobierno, se ha convertido en nuestra peor tragedia histórica, por encima del mismo chavismo. Tenemos en nuestras manos la llave para abrir la celda en la que hemos estado presos por 20 años y preferimos seguir atacándonos entre nosotros mismos. La salida depende de nuestra propia organización pero seguimos empeñados en transitar un autoimpuesto callejón sin salida.

A estas alturas, el mundo nos debe ver con lástima. Y ya no por los miles de venezolanos que han tenido que abandonar su país para sobrevivir, que han sido víctimas de xenofobia o que tienen que hacer lo que sea para mandarle una platica a los que dejaron en su tierra para que puedan comer, sino porque estamos tan presos del gobierno que pareciera no tenemos ni ganas, ni esperanzas, ni conciencia ni humildad para hacer las paces entre nosotros y salvarnos del gran monstruo del socialismo del siglo XXI, o lo que es peor, su degeneración, a la que no le queda ni un ápice de ideología sino que se alimenta de violencia, manipulación y sumisión.

Nos hemos convertido en los payasos del mundo, que después de tantas muertes, tanto trabajo, tantas denuncias y tanto palo que hemos aguantado hasta conseguir que Venezuela obtuviera apoyo en todos los escenarios internacionales, ahora no somos capaces ni de ponernos de acuerdo siquiera en votar o no, y mucho menos en definir la vía para elegir un candidato único para llegar a puerto seguro.

Es más, de presentarse el peor escenario de una explosión social, no tengo dudas de que sería un chavista quien asumiría las riendas del país, porque de este lado se dan vueltas en círculo sobre lo mismo sin llegar a nada concreto. Lo mismo ocurriría si en unas negociaciones políticas se acordaran elecciones a corto plazo. Todo el tiempo se diluiría en discutir si votar o abstenerse; o si este candidato o candidata es mejor que el otro porque grita más o dice groserías. Mucha retórica y poco accionar. Muchos cuentos de camino mientras el lobo se come a Caperucita.

Gladys Socorro
Periodista
Twitter: @gladyssocorro
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