La fiebre por Trump se mantiene en medio del avance demócrata

La fiebre por Trump se mantiene en medio del avance demócrata

El edificio del Capitolio de EE. UU. al amanecer el día de las elecciones legislativas de EE. UU. (Foto REUTERS / Jim Bourg)

 

Las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos no llevaron a un amplio rechazo al trumpismo. Así, a pesar de la victoria demócrata al retomar la Cámara, la fiebre por Trump todavía persiste, opina Michael Knigge.

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En este día de elecciones en Estados Unidos, a diferencia de hace dos años cuando Donald Trump ganó la presidencia, no hubo espacio para racionalizaciones. Nadie pudo afirmar que el presidente Trump era, en su mayoría, pura charla y poca acción. Nadie pudo decir que un Congreso, controlado por los republicanos, dirigido por legisladores con experiencia guiaría y controlaría, si fuera necesario, a los novatos en la Casa Blanca. Asimismo, nadie pudo argumentar que, debido al peso de la oficina presidencial o de los funcionarios administrativos, los llamados adultos en la sala evitarían que Trump actuara acorde a sus peores impulsos.

Incluso en 2016, todas esas racionalizaciones y justificaciones por las que Trump podría ser aceptable resultaban muy sospechosas. Ahora estas, después de que el mundo ya ha experimentado los primeros dos años de Trump en el cargo, son, sin lugar a dudas, totalmente inaceptables. Eso se debe a que Trump ha sido, en todo caso, aún más tóxico, vil y cruel que durante su campaña: es una situación que apenas el mundo podía imaginarse hace dos años.

Agitador jefe

El agitador jefe, que recientemente se declaró a sí mismo nacionalista, ha avivado repetidamente los temores de y hacia los inmigrantes hispanos, afroamericanos, musulmanes y otras minorías, a menudo participando en una política alarmista. Trump ha calificado a los medios como el “enemigo del pueblo” y a los demócratas que se oponen a sus políticas como “antiamericanos”, todo a través de una retórica plagada de falsedades, teorías de conspiración, verdades a medias y mentiras descaradas como arma política con el objetivo de eviscerar los conceptos de verdad y hechos.

Trump sigue demostrando que actúa basado en sus impulsos. En repetidas ocasiones no solo se negó a denunciar claramente la extrema derecha -como en Charlottesville-, sino que también se dedicó a arremeter contra inmigrantes indocumentados que ya se encontraban en suelo estadounidense e intentó evitar, con todo lo que estuvo a su alcance, que varios grupos sin ciudadanía (refugiados, solicitantes de asilo, migrantes) ingresaran al país. Se llevó una bola de demolición para destruir lazos transatlánticos, sacó a Estados Unidos de acuerdos y organizaciones internacionales clave y se rindió a autócratas.

Entonces, a pesar de todo esto, ¿cómo es posible que los estadounidenses todavía no se rebelaran contra Trump y el Partido Republicano y derrotarlos, así, en las elecciones?

Un país profundamente dividido

Cualquier persona que haya viajado por Estados Unidos en los últimos meses y haya hablado con sus ciudadanos se podía percatar que el país está dividido. Mientras que los demócratas y el llamado movimiento de resistencia estaban enfurecidos profunda y legítimamente por la conducta de Trump, los partidarios de Trump y el Partido Republicano apoyaron, de manera igualmente profunda, aunque errónea, al presidente, enfurecidos precisamente por la indignación demócrata. Junto con las tarjetas electorales profundamente confusas, que dañaron a los demócratas en muchos lugares y reforzaron los esfuerzos republicanos para suprimir las posibles voces democráticas, un mayor impulso democrático siempre fue extremadamente difícil.

Por todas esas razones fue que las elecciones de mitad de mandato resultaron así. Los demócratas lograron lo mínimo que necesitaban y volvieron a tomar la Cámara de Representantes, con lo que podrán generar algún tipo de control sobre Trump. No obstante, los republicanos obtuvieron la mayoría de escaños en el Senado, algo común para el partido opositor en las elecciones de mitad de mandato.

Sin embargo, los demócratas perdieron la expectativa que tenían de poder ganar cargos de gobernador o de obtener los asientos del Senado en Florida y Texas que equilibrarían la balanza –quizá incluso haber obtenido la preciada mayoría en el Senado–. No sucedió. Y lo esperado, la predicha “ola azul”, no se materializó. Expresado de otra manera, Trump y sus partidarios podrán y afirmarán que sus tácticas de infundir miedo lograron reducir la ola azul a una pequeña onda azul.

Un panorama incierto

A pesar de que los demócratas retomaron la Cámara Baja, el panorama político en Estados Unidos permanece incierto. La buena noticia para el país norteamericano y el mundo es que Trump finalmente enfrentará seria resistencia en algunas de sus políticas más controversiales y que el Partido Republicano no retendrá más ambas cámaras del Congreso. Otra buena noticia de las elecciones es que un número récord de mujeres han sido elegidas para el Congreso, incluidas las primeras nativas americanas y las primeras musulmanas, todas del lado demócrata.

La mala noticia para el país y el mundo es que este resultado también marca la normalización del trumpismo, que seguramente se podrá seguir observando en los diversos “mini-Trump” en todo el mundo. Así, debido a eso y porque no podemos pretender, a diferencia de 2016, que no sabíamos qué era el trumpismo, el resultado de estas elecciones de mitad de mandato, de alguna manera, hiere más profundamente que la misma victoria de Donald Trump hace dos años.

(FEW/DZC)