Con la elección de exmilitar Jair Messias Bolsonaro, como nuevo presidente del Brasil, se ha develado un proyecto conservador que se venía gestando en un país progresista y en la que ha calado, paradójicamente, un discurso radical, con inusi-tados ataques a los homosexuales, a los negros y a las mujeres, en respaldo a la otrora dictadura militar, sus ataques a la prensa, el apoyo a la pena de muerte a los delincuentes y el libre porte de armas.
Si bien, los candidatos emplean a los medios informativos como el mecanismo de difusión más idóneo para que las propuestas y acciones políticas sean advertidas por los electores, en este caso en particular la prensa brasileña ha servido como caja de resonancia del discurso de Bolsonaro frente al clima confrontación y tensa relación con los principales conglomerados periodísticos.
La actividad política publicitada por los medios informativos creó un excepcional espacio donde las propuestas políticas de exmilitar pudieran ser presentadas am-pliamente a la población. De esta manera, la prensa -inclusa aquella que le era adversa al ahora electo presidente- se constituyó en el vehículo para influir en la elección y aprovechado certeramente en las redes sociales afines.
Claro, que en el escenario mediático se está promoviendo una nueva forma de ha-cer campaña política: la confrontación y el discurso incendiario. Sólo recordemos los iracundos discursos del entonces candidato y ahora presidente filipino, Rodrigo Duterte, o las del actual presidente de los Estados Unidos, el multimillonario Donald Trump, o en su momento en los procesos eleccionarios de Chávez y Maduro en Venezuela o Morales en Bolivia o Fernández en Argentina.
Los candidatos parecen dirigirse cada vez más a los individuos antes que a la so-ciedad. Los tiempos en la televisión y la radio, donde las tandas publicitarias valen mucho dinero, el político tiene que saber comunicar rápida y lacónicamente sus propuestas con titulares llamativos para seducir en la inmediatez a los votantes con sus propuestas; de manera que, frente a la confrontación con la prensa adversa, las redes sociales se convirtieron en los vehículos excepcionales para atraer al vo-tante hastiado de los ofrecimientos tradicionales.
Sólo es cuestión que el político sepa buscar aquellos aspectos que sean necesarios para que los votantes reaccionen ante sus propuestas y, parece ser, a criterio de algunos analistas, que los cambios en temas de costumbres y derechos sociales de los últimos años en el Brasil, como es caso del matrimonio homosexual y la
introducción de cuotas raciales en las universidades, han provocado un efecto reac-tivo de sectores que antes no revelaban explícitamente sus opiniones y se mante-nían en silencio.
Aquellos políticos han adquirido una cualidad distinta de obrar en las campañas, otro tipo de gestión, apoyándose en la individualización y de una destacada pre-sentación y exposición mediática de la persona, a lo que se alude como “massme-diatización” de la política.
Es evidente que el votante de hoy no se encuentra motivado sólo por causas co-lectivas. Las motivaciones son precisas, concretas y dentro de una lógica econó-mica que se relaciona más con su bienestar personal y con la atención de sus ne-cesidades inmediatas.
Bajo esta premisa, donde la propuesta y el programa político lo convierte en sujeto, el discurso radical de Bolsonaro ha encontrado plena justificación con la eventual aplicación de medidas extremas: o mano dura o una dictadura.
@GRomeroUmlauff