Cadenas invisibles: La trata de personas se dispara en Uruguay

Cadenas invisibles: La trata de personas se dispara en Uruguay

Las ex trabajadoras sexuales Rosa Maria Rial, alias “Gitana” (izquierda) y Elaine Neres, alias “Turca”, aparecen en una entrevista con AFP en Rivera, Uruguay, el 21 de septiembre de 2018. La trata de personas es un delito difícil de Seguimiento, como en la mayoría de los casos se comete con el consentimiento de las víctimas. En la ciudad uruguaya de Rivera, en la frontera con Brasil, las redes criminales se superponen, hay tráfico de mujeres y niños con fines de explotación sexual, así como de armas y drogas. Foto: MIGUEL ROJO / AFP.

 

Una pepita de oro tan delgada como una uña era el pago que la uruguaya Karina Núñez recibía por ofrecer sus servicios sexuales dentro de una mina en Chile, donde hace años un proxeneta la llevó para obligarla a trabajar y quedarse con casi toda la ganancia.

AFP





De lo poco que le quedaba a esta trabajadora sexual de 53 años, “tenía que pagar 50 dólares por el canario” que había que tener cerca, en una jaula, para saber si había suficiente oxígeno en el interior de la mina, donde atendía a los mineros en largas sesiones de cuatro días con sus cuatro noches.

Karina, que se autodefine como una “liberta”, conserva las cicatrices de las golpizas recibidas en su largo recorrido. Pero nada ha logrado apagar su espíritu rebelde. Esta mujer logró liberarse y desde hace años se dedica a documentar la situación de sus colegas, convirtiéndose en un referente tanto para las autoridades como para las ONG que trabajan en el tema de la trata en Uruguay.

Actualmente “tres de cada 10” prostitutas que atienden en las whiskerías, como se denominan los prostíbulos en Uruguay, son víctimas de trata, afirma Karina, que por mucho tiempo ha ejercido ese oficio recorriendo las carreteras de su país. Conoce como nadie el mundo que se mueve alrededor de los prostíbulos y asegura que en los últimos años han entrado muchas extranjeras, especialmente por la frontera con Brasil.

Origen, tránsito y destino

“Antes éramos un país de origen y de tránsito más que de recepción. Hoy somos las tres cosas”, dijo la subsecretaria de Desarrollo Social de Uruguay, Ana Olivera, el 30 de julio, en ocasión del Día Internacional contra la Trata de Personas. Algo que ya había afirmado en 2010 la relatora especial de la ONU Joy Ngozi Ezeilo, tras una visita al país.

De acuerdo con el informe mundial de trata del estadounidense Departamento de Estado 2018, Uruguay es país de origen, tránsito y destino tanto de hombres, mujeres y niños que son sometidos a trabajo forzado y explotación sexual.

Mujeres de República Dominicana y, en menor medida, de otros países sudamericanos, son explotadas sexualmente en Uruguay, al igual que uruguayas adultas y niñas, así como transgénero y varones jóvenes, agrega. Otras son obligadas a ejercer la prostitución en España, Italia, Argentina y Brasil, indica el informe, aunque dice que en este caso las cifras han disminuido en los últimos años.

En un intento por hacer frente al problema, el Parlamento uruguayo aprobó en julio una ley cuyo objeto es combatir la trata.

La trampa

Al “contingente muy grande de mujeres que están llegando” a Uruguay les “venden” la idea de que vienen a “un país dorado”, dice Andrea Tuana, de la ONG El Paso, que trabaja en convenio con el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) para rescatar víctimas de trata.

Les dicen: “Nosotros te llevamos, te pagamos el pasaje, dejamos un poco de dinero para tu familia. Eso sí, vos danos una garantía, si tienes casa hipotécala, y si no, vemos la manera. Te alojamos los primeros días”.

Pero cuando llegan, ven que el paraíso de trabajo no existe. Y en ese momento la red dice: “‘Tenemos la solución, está la whiskería’. Y las mujeres acceden frente a la desesperación, a la deuda que tienen, a la familia que espera” el envío de dinero.

“No hay un forzamiento físico, ni las encierran, ni las encadenan” pero si no pagan la deuda llega la amenaza: “Sabemos dónde está tu familia”.

Para Karina Núñez se trata de un círculo vicioso. Aunque en Uruguay el trabajo sexual es legal, los dueños de las whiskerías establecen las jornadas de trabajo y obligan a atender a un determinado número de clientes.

“En Uruguay hay mucho (proxenetismo encubierto) y la trata está atada ahí”, afirma la senadora y exministra del Interior Daisy Tourné.

Oculto por el miedo

La trata es un delito difícil de detectar y en la mayoría de los casos se comete con el consentimiento de las víctimas.

“Las cadenas no se ven, pero están encadenadas”, dice la trabajadora social Sandra Ortiz, de la ONG Casa Abierta, que atiende a víctimas de trata en 15 países.

Para el mexicano Rodolfo Casillas, experto internacional en trata y migraciones, investigador y docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), “la percepción general es que este delito está creciendo (en Uruguay): cuánto, dónde y a qué sectores afecta, no lo sabemos”.

La jueza Julia Staricco, que ha procesado algunos casos de trata en el país, afirma que “es muy difícil trabajar contra este delito” porque “las víctimas no quieren declarar por miedo” a represalias.

En 2013, un policía fue herido afuera de un juzgado en Montevideo, donde una víctima de trata se atrevió a declarar contra un proxeneta. Al salir del lugar, un hombre le disparó hiriendo al uniformado, contó una de las compañeras de la mujer que pidió el anonimato.

Las autoridades tuvieron que disfrazar a la testigo de enfermera para poder sacarla del tribunal y llevarla a un hospital donde estuvo escondida por meses.

Hace unos meses liberaron a dos proxenetas “que manipulan el eje de la (zona) este y están haciendo limpieza y poniendo la casa en orden y está todo el mundo asustado; viste que cuando salen de la cárcel empiezan a cobrarse. Hay muchas compañeras que se fueron de esos espacios y otras que preferirían morir antes que hablar”, dice la misma fuente, que precisó que ambos están relacionados a Sergio “Zorro” Escobar, un conocido tratante actualmente encarcelado.

Cubanos

En 2017 Interpol detectó una red de tráfico de cubanos que ingresan a Uruguay previo pago de dinero y tras una penosa travesía por América del Sur, que tendría integrantes en Cuba, Guyana, Brasil y Uruguay.

“¿Las cubanas y los cubanos de dónde van a conseguir 800 dólares para un pasaje, si ganan 20 dólares por mes?”, se pregunta María Elena Laurnaga, socióloga y politóloga que dirige con Casa Abierta en la ciudad de Rivera, en la frontera norte con Brasil, un programa piloto sobre trata con financiamiento de Estados Unidos.

“Vienen en grupos” y “acá tienen que devolver la plata. Pasan por Surinam, entran a Brasil” para luego ingresar a Uruguay, agrega.

“En 2017 hubo 664 pedidos de visa de cubanos en el consulado uruguayo de (la ciudad brasileña) Santana do Livramento (contigua a Rivera), hombres y mujeres; este año, a setiembre, ya van 1.400, y esto solo en Rivera”, señala.

Para sacar la cédula de residente en Uruguay se necesita pedir visa, lo que permite acceder a políticas públicas como salud y seguridad social.

“Detrás de la historia de los cubanos hay una historia de tráfico que se configuró en Brasil o Paraguay. Muchos siguen para Montevideo. ¿Cuánto de eso es trata? No sé”, dijo Laurnaga.

Por El Fénix, la principal whiskería de Rivera, han pasado cubanas y dominicanas, pero constantemente las mueven de lugar, dice Maribel Diniz, una psicóloga que trabaja con Laurnaga en el programa de atención a trabajadoras sexuales en Rivera.

Oscar Borba, jefe de la unidad policial contra la trata y delitos sexuales de esa ciudad de 100.000 habitantes, dice que ha entrevistado a cubanas en esa whiskería, pero que las supuestas víctimas se niegan a denunciar.

Superposición de redes

“De un tiempo para acá hay más mujeres de importación (…) a los clientes les gustan, ¡claro! les llaman más la atención porque son extranjeras (…) vienen del otro lado (Brasil) nada más para ver, atraen a la clientela”, dice en una casa de un barrio marginal de Rivera la antigua trabajadora sexual Rosa María Rial, de 52 años, quien por las noches se hacía llamar “La Gitana”.

En Rivera se ve además una superposición de redes delictivas. De acuerdo con Oscar Borba, en la ciudad fronteriza hay tráfico de mujeres y menores con fines de explotación sexual, además de armas, cocaína, marihuana y otras drogas.

“Pasa que todo es educadito. No vas a encontrar que la encadenaron y la tienen en el sótano. Todo es más psicológico. Cuando te das cuenta, tienen a la tipa en una red de la que no se puede liberar”, dijo la senadora Tourné.